Golosinas y sierras mecánicas

Por Sergio Ariza

Corría 1976 y las grandes estrellas de los 60 habían comenzado a declinar, el rock se había ido apoltronando a medida que sus integrantes habían ido mejorando con sus instrumentos, la duración media de una canción era de más de cinco minutos y en un disco cabían unas siete u ocho a lo sumo, quedaban pocos grupos que recordaran la excitación inicial de un Johnny B. Goode o la refrescante energía juvenil que desprendían los primeros discos de los Beatles.   

   

Pero desde las malas calles de Nueva York se estaba cocinando una nueva revolución juvenil. Cuatro chavales que parecían sacados de un cómic se habían juntado mezclando su amor por las guitarras de los Stooges y las melodías de las Ronettes y las Shangri-La's, su imagen era tan callejera como su sonido, chaquetas de cuero, camisetas, vaqueros rotos y zapatillas deportivas, su sonido melodías tan adictivas como las golosinas tocadas a toda velocidad con una guitarra que sonaba como una sierra mecánica. Eran los Ramones y su disco de debut fue un soplo de aire fresco que revolucionó el mundo del rock, siendo el punto de partida del punk.
   

El grupo había comenzado a tocar en 1974, y rápidamente se convirtieron en el grupo bandera del CBGB (cuyas siglas eran para Country, Bluegrass & Blues), un local que se convirtió en el epicentro del naciente punk y en el que también tocaban Television, Patti Smith, los Talking Heads, Mink DeVille o Blondie. Era una escena bastante heterogénea en la que cabían intelectuales como David Byrne, poetisas como Patti Smith o los más 'callejeros' Ramones. De todos ellos serían los autores de Judy is a Punk los encargados de iniciar la llamarada del punk, aunque no sería a través de su éxito sino de su influencia al otro lado del océano, en la Inglaterra de pre Thatcher donde ejercerían una enorme influencia entre todas las bandas punk británicas, comenzando por los Sex Pistols y siguiendo por los Clash, los Damned, los Buzzcocks o los irlandeses Undertones.
   

    

La fórmula de los Ramones era tan perfecta que el grupo no la modificó casi en sus más de 20 años juntos, Dee Dee gritaba el clásico “One, two, three, four", Johnny se lanzaba a toda velocidad con su barata Mosrite, Tommy le seguía con la batería y Joey ponía la excelente voz hasta tocar 20 canciones en el espacio en el que un grupo de música progresiva se marcaba un solo de batería. Danny Fields, que había sido mánager de los Stooges, se hizo cargo de la banda y consiguió que Sire Records les fichara para grabar un disco. Las sesiones comenzaron en febrero de 1976 y se llevaron a cabo en menos de una semana con un coste ridículo de menos de 7.000 dólares. En ellas siguieron los pasos de sus adorados Beatles (no hay que olvidar que los miembros cogieron el apellido Ramone por ser el que utilizaba Paul McCartney cuando quería registrarse de incógnito), grabando de manera similar a los primeros discos de los Fab Four, con la voz de Joey doblada, como hacían los ingleses.
   

El disco se abría con su mejor y más recordada canción, Blitzkrieg Bop, al grito de su lema fundamental, "Hey, ho, let's go!", un canto primal que invitaba a la acción, una guitarra desaforada, enchufada a un Marshall 1959 Super Lead, coros surf y una melodía perfecta redondeaban una canción que puso una guitarra en el hombro a toda una generación bajo una frase que derribaba la mitología de los dioses del rock: "Hazlo tú mismo". Lo curioso del caso es que era obra principalmente del miembro menos conocido, el batería Tommy, con un poco de ayuda de Dee Dee. Por si no bastara con esa aportación, Tommy compuso también esa maravilla pop llamada I Wanna Be Your Boyfriend, en la que a sus habituales simples declaraciones de quiero/no quiero le añadía la más sorpresiva de todas, "quiero ser tu novio", siendo una de las pocas canciones de amor de una banda más relacionada con esnifar pegamento o abrir cráneos con un bate de béisbol, que con sencillas historias de amor. Eso sí, tenía una melodía tan pegadiza que hasta los Talking Heads de David Byrne, teloneros en su primera época de los de Queens, la metieron en su repertorio.
    

     

El resto del disco, y de su discografía, tenía dos compositores principales, Dee Dee, el más prolífico, y Joey, el más certero, que aquí regalaba tres verdaderas maravillas, Beat on the Brat, Judy Is a Punk y Chain Saw. La primera era una de sus canciones más afiladas, en ella Joey se imaginaba tomándose la revancha con los niños bien de la clase alta de Manhattan, a los que había visto comportarse como verdaderos capullos malcriados por su barrio, el tema se quedaba pegado al cerebro con la misma velocidad con la que era tocado. Por su parte, Judy Is A Punk era la segunda mejor canción del disco y traía, por primera vez, a dos de los personajes fundamentales de su cancionero, Jackie y Judy, que volverían a aparecer en la también notable The Return Of Jackie and Judy de End Of The Century. La tercera era un homenaje a La Matanza de Texas en la que Johnny y su guitarra se volvían a confirmar como el pilar sónico del grupo.
   

Increíblemente sus 14 canciones y menos de 30 minutos de duración (la más larga, I Don't Wanna Go to the Basement duraba 2:35) no fueron un éxito de ventas y los Ramones no se convirtieron en estrellas. Dio igual ningún otro disco de 1976 tuvo mayor repercusión e influencia que este. Su huella se puede rastrear en miles de grupos por todo el mundo, de U2 a Motörhead, de Nirvana a Metallica, su alargada sombra sigue siendo reivindicada cada poco tiempo por cientos de movimientos, desde el punk a la Nueva Ola, del indie al grunge, pasando por el heavy o el thrash. Los Ramones y su debut son una de las referencias clave del rock & roll.
    

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