Nick Valensi, “uno de los Strokes”
Por Sergio Ariza
Cuando una de las pocas estrellas de rock que nos ha dado el siglo XXI, Alex Turner, abre el último disco de su banda exclamando “lo único que quería era ser uno de los Strokes”, uno ya puede entender el enorme peso de la banda que lideró la última vez que hacer rock y tocar la guitarra fue considerado como algo ‘cool’ y tuvo éxito masivo entre el público. Aquella banda tuvo como guitarrista principal a Nick Valensi, nuestro protagonista de hoy.
Y es que es imposible hablar del último resurgimiento popular que tuvo el rock, a principios de siglo, sin hablar de los Strokes. Su disco de debut, Is This It, fue la Biblia para toda una nueva generación de bandas como los Kings Of Leon, a los que llamaron los ‘Strokes sureños’, los Killers, los Yeah Yeah Yeahs, o los Vines en Australia, aunque puede que su sombra fuera todavía más alargada al otro lado del Atlántico siendo la banda que acabó definitivamente con un Britpop que había evolucionado hacia terrenos más ñoños con grupos como Coldplay o Travis, convirtiéndose en el faro para bandas como los Libertines, los Arctic Monkeys de Turner, los Vaccines, los Kooks… También para Franz Ferdinand que modelaron la introducción de su clásico Take Me Out, basándose en los neoyorquinos. En el siglo XXI era básicamente imposible comenzar una nueva banda sin recibir su influencia.
Nick Valensi había nacido un 16 de enero de 1981 en Manhattan, Nueva York, hijo de un judío tunecino y una francesa. Creció en el barrio más exclusivo de la ciudad, el Upper East Side, y comenzó a tocar bien pronto la guitarra, a los cinco años, impulsado por un padre que veía en él a un talento natural para el instrumento.
A los 13 años conoció a Julian Casablancas, cantante, y a Fabrizio Moretti , batería, en el Colegio Dwight, Valensi era el más joven, pero el que mejor tocaba, su amistad se basaba en gustos musicales comunes, Nirvana, Pearl Jam, Bob Marley, the Velvet Underground y David Bowie. A estos Valensi sumaba su devoción por Slash. En 1997 formaron una banda y metieron a un amigo de la infancia de Casablancas llamado Nikolai Fraiture como bajista, al año siguiente invitaron a Albert Hammond Jr., que había coincidido con el cantante en una escuela privada de Suiza, como segundo guitarrista.
Rápidamente Valensi y Hammond Jr. conectaron y comenzaron a trabajar sus partes de guitarra. No había una banda que ensayara más que ellos, no había tampoco muchas que tuvieran sus posibilidades. Es lo que tiene ser una banda de garaje en un lugar, Manhattan, en el que el alquiler de uno salía por 1.500 dólares, de la época, al mes. Tampoco estaba nada mal tener miembros con padres millonarios, Albert Hammond Sr. compró varios instrumentos para su hijo y este no dudó en compartirlos con Valensi, fue él el que le regaló la guitarra que definiría el sonido de los Strokes, una Epiphone Riviera con pastillas Gibson P-94 de los 90 de color naranja. Hammond se quedó con una Stratocaster blanca de los 80 y así surgió el sonido de los Strokes.
Era Casablancas el que ponía las canciones y estas hablaban por sí solas, su sonido era puro Nueva York, enraizado en Lou Reed y la Velvet con algo del juego de guitarras de Television y melodías tan certeras como las de Blondie. Sus conciertos en el Mercury Lounge comenzaron a llamar la atención e incluso el programador del club dejó su trabajo y se convirtió en su mánager.
Estaba claro que lo tenían todo, las pintas, la actitud, la química y, sobre todo, las canciones. Tampoco molestaba que entre la audiencia siempre hubiera varias modelos de la agencia del padre de Casablancas. Eran, en definitiva, la banda más ‘cool’ del planeta y, sin necesidad de grabar nada, su fama cruzó el charco y llegó al Reino Unido, donde siempre se han vuelto locos con las bandas de guitarras con estilo propio. Así fue como la banda grabó una demo con tres canciones, The Modern Age, Last Nite y Barely Legal, a finales del año 2000, y se la enviaron el mítico sello Rough Trade que las publicó en enero de 2001, con Valensi recién cumplidos los 20 años.
La canción que le daba título, The Modern Age, era urgente y tenía uno de esos estribillos tan redondos que a Casablancas le salían con tanta facilidad. También tenía un explosivo solo a cargo de Valensi, demostrando que era el mejor músico de la banda. La seguía la que se convertiría en su canción emblema, Last Nite, con ese inicio cogido del American Girl de Tom Petty & The Heartbreakers, y su devastador estribillo. A pesar de que el sonido no era el mejor del mundo, allí había tres pepitas de oro que hicieron que comenzara una descarnada puja por hacerse con sus servicios. Antes de publicar su primer disco la banda ya comenzó a aparecer en las portadas de las revistas más prestigiosas. Pero esta vez, contradiciendo a Public Enemy, sí que había que creer el hype.
La banda grabó, Is This It, entre marzo y abril de 2001, se volvieron a repescar las tres canciones del EP con un sonido mucho mejor y se le añadieron la canción titular, Hard To Explain, Someday, Soma, Alone Together, Take It Or Leave It, New York City Cops y Trying Your Luck. Nombro todas las canciones porque no había ninguna que bajara del notable alto, más que a disco de debut, Is This It sonaba a grandes éxitos. Valensi y Hammond Jr. se complementaban tan bien que sus guitarras, nada técnicas, parecían entremezclarse, aunque era Valensi el que solía tocar las partes más complicadas. Los dos trabajando en equipo a favor de las enormes canciones del cantante, solo buscando los focos cuando éstas lo requerían, como en el clímax de Alone, Together en el que Valensi demostraba su valía.
El disco fue una sensación en medio mundo y les convirtió en estrellas, lo único malo es que, a pesar de defenderse solo, se comenzó a hablar más de ellos por otras cosas además de su música, sus ropas, sus peinados, sus padres, sus privilegios… Los Strokes estaban al frente de la nueva revolución rock, junto a los White Stripes, y se codeaban con todos. En 2002 Jack White se subió al escenario a tocar con ellos New York City Cops y ese mismo año, en el vídeo de Someday, se les veía tomarse algo junto a Duff McKagan, Matt Sorum y el tipo que más ilusión le hacía a Valensi, Slash, los tres siendo ex Guns N’ Roses y en ese momento miembros de Velvet Revolver.
El caso es que dos años después de Is This It aparecía Room On Fire, una obra continuista pero casi a la altura de su mítico debut. Hay que romper una lanza a favor de un disco con canciones tan buenas como Reptilia, 12:51, Between Love & Hate, Under Control, Whatever Happened o The End Has No End en el que, además, la banda toca todavía mejor. En especial un Valensi que, evidentemente, no es Hendrix, pero que sabe adornar a la perfección las canciones como esas líneas que acompañan a 12:51 y que sonaban como un sintetizador, un sonido que encontró tocando cosas jazzy en su Riviera y jugueteando con el sonido de su amplificador DeVille. Tampoco se deberían pasar por alto sus solos en Between Love & Hate o Reptilia.
Fue el momento álgido a nivel popular para el grupo y para el trabajo conjunto de Valensi y Hammond Jr. que en los créditos del disco calificaban como ‘sensei’ a J. P. Bowersock, su profesor de guitarra. A pesar de que habían comenzado grabando el disco con Nigel Godrich, el productor de Radiohead, la banda decidió volver con Gordon Raphael, el productor de Is This It, e imponerse una regla aplicable a esos dos primeros discos, no se grababa nada que luego no pudiera reproducirse en directo con su formación, dos guitarras, bajo y batería.
Pero, a partir de aquí, comenzó el lento declinar, First Impressions of Earth fue el primer resbalón serio de su carrera, vale que tenía dos temazos de la altura de You Only Live Once, con otro gran trabajo de Valensi, y la potente Juicebox, pero esta vez el relleno ganaba a las canciones destacadas. Con Angles intentaron modernizar su sonido con teclados y samples electrónicos, pero, al final, la mejor canción del disco, Under Cover of Darkness, volvía a sonar a los Strokes de siempre. Valensi seguía expandiendo también su colección de guitarras y su mejor momento llegaba con una Telecaster en la mencionada Under Cover Of Darkness, aunque en el disco también sonaban una Les Paul Jr o una Custom. Además era el trabajo en el que más se notaba su mano en la composición, teniendo un porcentaje en los créditos en siete de las diez canciones del mismo.
En cambio, para el momento en el que llegó Comedown Machine, en 2013, la banda sonaba más a grupo de acompañamiento de Casablancas que a una banda con sonido propio. Las cosas no mejoraron mucho y en el resto de década solo entregaron un EP, Past, Present, Future, en el que claramente lo mejor era la mirada al pasado de Threat Of Joy.
Hace dos años volvieron con The New Abnormal, actualizando su sonido con un poco de purpurina de los 80 y, lo que es más importante, con la mejor colección de canciones desde los lejanos tiempos de Room On Fire. Aun así, parece poco probable que una nueva generación de adolescentes vaya a volver a coger las guitarras por su impacto, pero poco importa ya. Con ese disco han demostrado que pueden tener un futuro viable por delante más allá de volver a tocar Last Nite en cualquier festival del mundo.
Puede que ya no sean la medida de lo que es ‘cool’, es más puede que hace siglos que ya no lo sean, solo unos cuarentones con guitarras haciendo buenas canciones. El caso es que escuchando las mejores de esas, sobre todo las de sus primeros dos discos, en el Siglo XXII todavía habrá algún adolescente que sueñe con colgarse una guitarra al hombro y ser “uno de los Strokes”.