Un Disco Especial

Por Sergio Ariza

Calling Card es un disco muy especial dentro de la discografía de Rory Gallagher, es el primero en el que le echa una mano en la producción alguien que no sea él mismo, en este caso el mismísimo Roger Glover de Deep Purple, también es el quinto y último de la formación con la que grabó los mejores discos de su carrera, cosas como Tattoo, Irish Tour '74 o este disco, esto es la formada por el propio Gallagher, Gerry McAvoy al bajo, Rod de'Ath a la batería y Lou Martin al teclado, después de este disco solo McAvoy se quedaría con él. Pero si hay algo que hace especial a este disco es que es el más variado y la mejor colección de canciones de su carrera, demostrando que, además de un guitarrista excepcional, Gallagher también era un compositor notable.   

    

Puede que los mejores momentos de su carrera llegasen derrochando adrenalina en un escenario pero eso no quita para que en sus discos de estudio no haya verdaderas maravillas. Posiblemente este Calling Card, publicado en 1976, sea el que más, y más variadas, tiene. La mano de Glover se nota en un sonido nítido y que tira hacia el hard rock, con grandes ejemplos como la enorme fuerza de la canción de apertura, Do You Read Me, con un punto funky, el riff de Secret Agent, con un órgano apoyándolo que recuerda al de Jon Lord, compañero de Glover en Deep Purple, o la mejor de todas, la imprescindible Moonchild, una de las fijas de su repertorio en directo, en la que se vuelve a lucir con su mítica y desgastada Stratocaster. Escuchando esta canción uno no puede sino relamerse pensando en lo que hubiera salido de una posible colaboración entre Gallagher y su compatriota Phil Lynott de Thin Lizzy.
   

A otro irlandés también recuerda la canción titular, con unos toques jazz que parecen sacados del Moondance de Van Morrison, mientras que Jack-Knife Beat tiene un 'groove' relajado y con cierto punto latino. Eso sí lo que le da la magia a este disco se encuentra en sus dos magníficas baladas, I'll Admit You're Gone y Edged in Blue. La primera es una preciosidad acústica en la que Rory saca a relucir toda su delicadeza y sensibilidad. Su trabajo con el slide acústico es magistral pero la canción se sostiene por sí sola, una maravilla ‘folkie’ que nos muestra el lado más tierno del irlandés. Suena a medio camino entre los primeros discos en solitario de Rod Stewart y una canción del Dave Davies de finales de los 60. La segunda es una de las canciones más infravaloradas de su carrera, una de sus melodías más memorables, la más pop y redonda, en la que entrega alguno de los mejores momentos como guitarrista.
   

    

Y es que muchas veces se nos olvida que este guitarrista gigante también sabía cómo componer una gran canción. Es evidente que Rory Gallagher alcanzaba el éxtasis encima de un escenario pero también sabía sacar partido del estudio. Su imagen fuera de la pirotecnia que rodeaba a la escena rock de la época, también es la del tipo que se entregaba al máximo a su música, ya fuera encima de las tablas o detrás de la cabina, siendo uno de esos artistas que derrochaba emoción en cada momento de su interpretación.   

En este Calling Card, ya sea tocando blues, jazz, folk o rock, se puede sentir eso en cada uno de los segundos que componen sus notables 45 minutos de duración.
   

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