Un tropezón de notable alto

Por Sergio Ariza

En 1972 los Rolling Stones habían alcanzado la cima de su arte con Exile On Main Street, completando un increíble periodo de cuatro años en el que sacaron los cuatro mejores discos de su carrera, además de un estupendo directo, y en el que, tras la separación de los Beatles, se habían convertido en el que era su lema, "la banda más grande de rock & roll". Es normal que cuando en 1973 apareció esta sopa de cabeza de cabra muchos lo vieran como un ligero tropezón. Claro que este tropezón tras cuatro obras maestras del calado de Beggar's Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers y el nombrado Exile, es un disco de notable alto aunque sea el comienzo del lento declinar de la banda...     

Tras la orgía de creatividad (y de drogas, sexo y rock & roll) del excesivo Exile, un disco con el que los Stones terminaron con matrícula su proceso de asimilación del folklore americano, blues, country, góspel y rock & roll, tocaba volver a mirar a la actualidad y en 1973 los Stones se encontraron con dos cosas, por un lado la purpurina roquera del Glam Rock y por otro vieron como su querida música negra viraba hacia el funk. Mucho de estos dos elementos se pueden ver en su undécimo disco de estudio, una obra que se abre con el pausado riff de Dancing With Mr D, una nueva prueba de su simpatía por el diablo, aunque se queda lejos de pasados clásicos y es una de las canciones de apertura más flojas de su periodo de esplendor.
    

     

La cosa mejora con 100 Years Ago, una canción de Mick Jagger en la que se nota que el cantante ha estado prestando atención a Stevie Wonder, con el que estuvieron de gira el año anterior, y en la que Billy Preston toca el clavinet. Luego llega uno de mis momentos favoritos de la banda, una de las mejores canciones jamás cantada por Keith Richards, se trata de Coming Down Again, un tema sobre el triángulo que acabó con los primeros Stones, el formado por Brian Jones, Anita Pallenberg y el propio Keith, que terminó con Keith y Anita juntos y el rubio fundador lamiéndose las heridas casi fuera de la banda. Es una de sus mejores baladas y el espejo en el que se mirarán futuras maravillas como Fool To Cry o Memory Motel. Pero otra de las razones por las que me encanta esta canción, tengo verdadera debilidad por ella, es por el hecho de que da un momento de brillo a dos tipos fundamentales en esta banda, el pianista Nicky Hopkins y el saxofonista Bobby Keys, que entrega mi solo favorito de toda su excelsa carrera, doblándose a sí mismo. Siempre he pensado que nunca la han interpretado en directo porque es una canción demasiado cercana al corazón de Keith.
     

Luego llega Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker), otro pequeño clásico, con Mick Taylor metiendo un wah wah a través de un Leslie que suena a ‘blackexplotation’, con una magnífica sección de vientos y Keith Richards haciéndose cargo del bajo como en casi la mitad del disco (Bill Wyman anticipa futuras ausencias y solo toca en tres de las canciones del disco). Cerrando la primera cara aparece la canción más conocida del disco y uno de los indudables clásicos de la banda, Angie, con Keith, principal compositor, brillando con la acústica y Mick Jagger recordando a Marianne Faithful en la letra (no, Angie no es la mujer de David Bowie).
     

Silver Train
abre la segunda cara sonando a descarte de Exile On Main Street, algo que tampoco está tan mal, aunque es evidente que está un escalón por debajo de All Down The Line, su clara predecesora. Hide Your Love tampoco sobresale en exceso pero cuenta con un excelso Mick Taylor al slide, la cosa vuelve a ponerse mucho más que interesante cuando llega la tercera balada del disco, los claros ases ganadores del disco. Se trata de Winter, un medio tiempo que, como en Sway, tenía a Jagger como guitarrista rítmico y que, como en aquella, Taylor afirma que tuvo algo que ver en su composición. Lo que sí está claro es que es uno de sus mejores momentos en la banda, uno de esos en los que piensas al recordar las palabras de Richards, “a veces me quedaba asombrado escuchando a Mick Taylor”. También se puede escuchar la tremenda influencia que Taylor ha tenido sobre Slash
    

     

Con Can You Hear The Music vuelven las influencias de la música negra, en otra balada destacada en la que se pueden escuchar ecos funk. Star Star (o Starfucker) pone el cierre al disco con otro de esos homenajes/plagios de Chuck Berry que tan bien les quedaban, con una provocativa letra sobre la que Richards y su Telecaster pueden practicar todos los 'licks' del padre del rock & roll.
   

    

Los descartes prueban que, a pesar de todo, la banda pasaba por un gran momento, Criss Cross es un boceto de canción que tiene más fuerza y 'groove' que la mayoría de sencillos del resto de bandas de rock & roll, mientras que Scarlet deja finalmente claro que si juntas a Jimmy Page con Keith Richards te queda algo muy parecido al The Southern Harmony And Musical Companion de los Black Crowes. Y eso sin contar que, a pesar de no aparecer en la reedición de 2020, durante la grabación de este disco también se registraron un par de grandes canciones que aparecerían más tarde en Tattoo You, se trata de Waiting On A Friend y Tops, siendo la primera otra prueba más de que 1973 fue el mejor año para las baladas de la carrera de los Stones.
      

En definitiva, puede que Goats Head Soup esté un escalón por debajo de los cuatro discos que le precedieron, los considerados como el periodo imperial de los Stones, pero eso tampoco dice mucho, el 99'9% de los discos publicados en la historia del rock están por debajo de esos cuatro discos, así que sí, este es el comienzo del lento declinar de la banda de rock más grande de todos los tiempos, pero no es lo mismo comenzar a declinar desde un cerro que desde un ocho mil...
     

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