Plantando las semillas del heavy

Por Sergio Ariza

Cream dejaron claro desde el principio que la modestia no iba con ellos, el grupo se formó en 1966 después de que los tres fueran considerados los mejores en sus respectivos instrumentos en el Reino Unido, Eric Clapton había sido proclamado el Dios de la guitarra eléctrica, Jack Bruce era calificado como el mejor bajista y Ginger Baker se reía de Ringo Starr o Charlie Watts. Ni cortos, ni perezosos decidieron llamar a su banda Cream, o sea, eran la crema, lo mejor de lo mejor... No les faltaba parte de razón pero, como se puede apreciar en algunos cortes de este disco, principalmente en la parte en directo, a veces parecen estar tocando para sí mismos en vez de para los otros…    

El caso es que este fue su tercer disco, le había precedido el maravilloso Disreali Gears, el que posiblemente sea su disco más certero, con temazos como Sunshine Of Your Love, Strange Brew o Tales Of Brave Ulysses, y ahora la banda buscaba ampliar su sonido, con un disco doble en el que se reflejaran sus dos caras, en el estudio y en directo. Las dos partes se abren con otras dos de las mejores canciones de su carrera, dos monumentos hechos canción como son White Room y Crossroads. La primera es una canción original, compuesta por Bruce con letra de Peter Brown, y todo en ella funciona a la perfección, desde su conocido inicio hasta el magnífico solo de Clapton con su SG 'The Fool' pasada por un wah, posiblemente un Vox. La segunda es la mejor versión que ha hecho nunca Clapton de su adorado Robert Johnson, una reinterpretación en toda regla de Crossroads en la que convierte el blues del Delta en la base para el rock más pesado de los 70, Clapton se luce vocalmente (en la única canción en todo el disco en el que toma la voz principal) y, principalmente, con la guitarra, entregando uno de sus solos más incendiarios.
     

      

Ahí sí que se puede escuchar a una banda sublime en la que todos parecen estar remando hacia el mismo puerto, con Bruce y Baker también destacando detrás de Clapton. En Spoonful se mezclan momentos sublimes con otros en los que parece que cada músico ha dejado de escuchar a sus compañeros para buscar el lucimiento propio, pero todo se acentúa con dos canciones innecesarias, Traintime, a mayor gloria de Bruce y su forma de tocar la armónica y los 15 minutos de solo de batería de Baker en Toad, puros fuegos artificiales bastante aburridos.
     

El disco en estudio está mucho mejor, eso sí, Cream es muchas cosas, grandísimos músicos e intérpretes entre ellas, pero no son unos compositores superlativos, Bruce es el más prolífico y el que aporta los mejores temas como la nombrada White Room o Politician, una canción en cuyo pesado riff se puede ver la influencia directa en los debuts de Led Zeppelin y Black Sabbath al año siguiente, algo que también se comprueba en su conocida versión del Sitting On Top Of The World de Howlin' Wolf. Y es que la bajada de tempo y el aumento de potencia de los amplificadores en el blues rock llevaría al nacimiento del heavy.
     

      

Clapton, que posiblemente fuera el compositor más aplicado de los tres, no aporta ni un solo tema propio, contentándose con meter versiones de sus idolatrados Robert Johnson y Albert King, del que deja una buena adaptación de Born Under A Bad Sign. Eso sí, como guitarrista está absolutamente encendido, como las ruedas del título. Sus solos en Those Were The Days, la mejor de las canciones de Baker, y Deserted Cities of the Heart, elevan a esas canciones por encima de la media.
    

En definitiva, un disco notable, y muy influyente, pero en el que ya se pueden ver las raíces de su desaparición y es que cuando Clapton escuchase el debut de The Band y viera a unos músicos actuando como un conjunto en armonía y no como solistas por separado, decidiría que Cream ya no tenía futuro. Algo que no era del todo cierto ya que de las semillas que ellos plantaron surgiría todo un nuevo y floreciente género nuevo.
     

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