Piedra angular del sonido 'americana'
Por Sergio Ariza
Ry Cooder es uno de los mayores genios de la guitarra slide que ha conocido el mundo de la música popular, pero Ry Cooder tiene bien claro que un gran disco no puede ser solo una plataforma para mostrar su pericia con la guitarra- Y es que Cooder es mucho más que un gran guitarrista y sus discos en solitario son mucho más que plataformas para su lucimiento instrumental, como bien demuestra este Paradise And Lunch, una de las joyas de su carrera.
Desde su debut en solitario con Ry Cooder, en diciembre de 1970, Cooder buscó fusionar todos los géneros de raíces que conforman eso que conocemos como música americana, el blues, el country, el jazz, el folk o el góspel se mezclan en su particular caldero y se unen gracias a unas interpretaciones totalmente personales y únicas. Porque Cooder, más que un compositor, es un adapatador de antiguas canciones, logrando algo totalmente propio con un material ajeno, y es que las versiones de Cooder se alejan de las originales buscando ser una nueva lectura y logrando un sonido totalmente cohesionado.
Algo que se puede apreciar a la perfección en este disco, en el que de su interpretación del Tattler de Washington Phillips surge una canción totalmente diferente, a la que Cooder incluso añade un estribillo que no tenía, ese "true love can be such a sweet harmony if you do the best that you can", cantado en perfecta armonía con las voces de gente como Bobby King, George McCum o Russell Titelman, lo que le da un nuevo giro a la canción. Su querida Fender Stratocaster Daphne Blue del 67 colorea a la canción aquí y allá, pero nunca pide protagonismo para sí misma, sino que ayuda a construir una canción que también se beneficia de un bonito arreglo de cuerdas.
Así pasa durante todo el disco, como en el inicio con Tamp 'Em Up Solid, un blues tradicional al que sabe dotarle de un punto funky, con un gran acompañamiento vocal y sacándole todo el partido a su Martin 00-18, demostrando que es uno de los mejores intérpretes de blues acústico de la historia. Claro que en Married Man's a Fool, una pieza original de Blind Willie McTell, su Stratocaster vuelve a demostrar que es igual de bueno enchufado. Jesus On The Mainline es una maravilla góspel, a la que Cooder mete un ritmo jamaicano y vientos de banda de Nueva Orleans, logrando una pieza irresistible.
En It's All Over Now, una canción de Bobby Womack que los Rolling Stones también hicieron suya, logra poner su huella convirtiéndola en una especie de reggae humeante, los que quieran escuchar al genio del slide pueden decantarse con Fool for a Cigarette / Feelin Good, en el que la Stratocaster da esas notas capaces de erizar la piel. Por otro lado, Mexican Divorce demuestra que igual que puede coger una canción tradicional de principios del siglo XX y darle un toque propio, también lo puede hacer adoptando una canción de uno de los mejores compositores pop de todos los tiempos, Burt Bacharach. Es lo que hace con Mexican Divorce, escrita para los Drifters, en la que empieza a coquetear con los sonidos de más al sur del Río Grande, algo que se aumentará a partir del siguiente disco, Chicken Skin Music, con la incorporación del acordeón de Flaco Jiménez.
Y el disco se cierra yendo a la raíz de todo, al piano de Earl Hines, uno de los músicos más importantes del siglo XX, responsable junto a su amigo Louis Armstrong de convertir el jazz de Nueva Orleans en la música clásica estadounidense, abriendo los caminos para el swing y el be bop, no es de extrañar que Dizzy Gillespie, que fue miembro de su banda, dijera que "el piano moderno proviene de Earl Hines". Bien pues Ry Cooder decide poner punto final al disco con un dueto con este gigante en el que su guitarra acústica le habla de igual a igual al hombre cuyo dueto de 1928 con Armstrong, Weather Bird, es una de las canciones fundamentales de la primera mitad del Siglo XX.
En definitiva, Paradise and Lunch es una obra fundamental para eso que se llamó Americana, y es que si hay un disco que pueda ser calificado como tal es este, un viaje musical en el que Ry Cooder nos lleva del blues al jazz, pasando por el góspel, el country, el R&B, la música Tex-Mex o ligeros toques reggae, y en el que todas esas influencias se integran a la perfección en un sonido tan puro como el que logra aquí, la banda sonora de un país que, quizás, solo existe en la reconstrucción musical que hace de él Ry Cooder. Quizás los únicos discos que consiguen acercarse a ese sonido tan especial, tan americana, sean los de Randy Newman y Little Feat, no es casualidad que Cooder tocara con ambos…