Volviendo a casa
Por Paul Rigg
En Blue Mountain (30 de septiembre de 2016; Columbia Records) Bob Weir sale de la cálida sombra proyectada por su colega y amigo en los Grateful Dead de toda la vida, Jerry Garcia, escribió algunas de sus propias canciones y contó una parte de su propia historia. Y lo hizo a su manera invitando a otros 20 músicos a participar (incluyendo a Josh Ritter y Scott Devendorf, y Bryce y Aaron Dessner de The National); y utilizando instrumentos exóticos como un órgano Farfisa, un omnicordio y una caja de shruti para contar su historia.
Y es una gran historia, que comienza con el regreso de Weir al momento en que era un peón de 15 años en un rancho de Wyoming. Y si cuando escuchas este disco te imaginas espacios abiertos, hombres a caballo, la corriente de los ríos y el olor de las fogatas, no te estarás equivocando en lo más mínimo. Como el mismo Weir dice: "Cuando tenía 15 años me escapé para ser un vaquero. Me encontré trabajando en Wyoming viviendo en una casa de literas con un montón de viejos vaqueros y peones de rancho, y muchos de esos tipos habían crecido en una era anterior a la radio. Su idea de una noche era contar historias y cantar canciones. Yo era el chico de la guitarra, así que me convertí en el acompañante. Me he estado preguntando qué hacer con eso, desde hace décadas..."
El resultado es una colección de bellas canciones de un hombre que reflexiona sobre una larga y fructífera vida. Detrás de ese aspecto peludo y ligeramente desconcertado de Robinson Crusoe en la portada, Weir brilla tanto con su guitarra acústica Alvarez Yairi WY1 como, quizás más sorprendentemente, con una voz resonante que fue menos evidente durante sus años con los Dead.
De hecho, Weir también puede ser visto tocando su acústica WY1 en la encantadora canción de apertura, y el primer sencillo, Only a River. "Only a River gonna make things right", canta con una entonación muy peculiar. A este lanzamiento le suiguió, septiembre de 2016, el segundo sencillo Gonesville, que fue co-escrito con Josh Ritter. La canción tiene toques de honky-tonk, aunque Weir la describió como "una versión de una melodía Rockabilly". Intentaba volver y canalizar a Elvis a través de la voz, y de la música también".
El tercer sencillo es una inolvidable y triste "balada sobre la muerte" Lay My Lily Down, que cuenta la historia de un padre enterrando a su hija. Cuando le preguntaron cómo sintonizó con la tristeza de la canción, Weir respondió, de forma algo críptica, "porque yo he estado allí". De hecho, la base de la canción proviene de una canción folclórica tradicional llamada Lay My Corey Down. "Dig a hole, dig a hole in the meadow, Dig a hole in the cold, cold ground, Dig a hole, dig a hole in the meadow, To lay my Lily down", canta Weir, en una frase que recuerda a Tom Waits.
Puede que no sea la mejor canción del álbum, pero el corazón emocional es quizás Ki-Yi Bossie. Weir originalmente quería escribir esta canción con el ex letrista de Grateful Dead John Perry Barlow, pero al final la enfermedad de Barlow hizo que tuviera que escribirla solo. En este conmovedor tema country&western, Weir habla de su participación en un programa de abstinencia de alcohol, que tiene lugar en el sótano de una iglesia "bajo una dura luz fluorescente".
El disco se cierra con la canción titular, Blue Mountain - donde Weir explica que su "bienvenida se desgastó en Texas, por razones que probablemente conozcas" - y One More River To Cross, en la que vuelve a reflexionar sobre la mortalidad.
Tras décadas de éxito con los Grateful Dead, Blue Mountain y el documental de Netflix The Other One, han ayudado a confirmar a Weir como un talento independiente que merecía, y sigue mereciendo, mucho más protagonismo. Aunque uno sospecha que ahora tiene "cosas más importantes" en su mente, mientras canta: "Es hora de cambiar el escenario, es hora de golpear la tubería, y bien, me voy..." Esperemos que no por mucho tiempo todavía, ya que claramente tiene mucho más que ofrecer.