Un homenaje resultón
Por Sergio Ariza
Lenny
Kravitz es un poco camaleónico pero no a la creativa
manera de un Bowie sino más bien en
cómo le gusta mimetizarse con lo que le gusta. Si al principio quiso ser Prince, haciéndose llamar Romeo Blue y
vistiéndose como el autor de Purple Rain,
para su debut discográfico se convirtió en el Lennon de la Plastic Ono
Band y para su segundo disco quiso ser una estrella del rock a la manera de
un Hendrix. Lennon seguía estando en
la ecuación y ahora también entraban influencias más soul y funk como Curtis Mayfield y Sly Stone. Mama Said fue
el mejor disco de su carrera y, aunque está lejos de ser un clásico a la altura
de la música que lo inspira, es un buen homenaje a la misma.
Para este álbum volvió a hacerse cargo de la
mayoría de instrumentos, guitarras, bajo, teclados y batería son casi al
completo suyas, aunque los mejores momentos a las 6 cuerdas llegan con la
participación de un Slash inconmensurable
en Always On The Run, en la que
entregó el magistral riff y un
explosivo solo, y Fields Of Joy. La
historia detrás de la participación del guitarrista más famoso del momento en
el disco de un Kravitz que todavía no era una estrella es bastante curiosa. El
guitarrista de los Guns N’Roses
había hecho comentarios elogiosos sobre su debut, en concreto, había dicho que Let Love Rule era su disco favorito para
hacer el amor con su novia. Al enterarse, Kravitz le invitó al estudio y cuando
este aceptó y se vieron, se dieron cuenta de que habían ido juntos al mismo
instituto de Los Ángeles. Slash se llevó al estudio su Gibson Les Paul Standard
del 59 para grabar el solo de Fields Of Joy
pero, entre toma y toma, se puso a juguetear con un riff que tenía pero que no le convencía para su banda. Kravitz no
lo dudó un segundo y convirtió aquel riff
funky en una de las mejores canciones de su carrera, Always On The Run. Aquel duelo de Les Paul fue el momento en que se
convirtió en una estrella.
Pero más allá de la aparición estelar de
Slash, Mama Said también tiene otros buenos
momentos, el mejor de todos la soulera It
Ain't Over 'til It's Over, cantada en falsete, pero también cosas como Stop Draggin' Around, la prueba de que a
Kravitz también le salían riffs resultones con su Les Paul Goldtop del 54, una
guitarra que ha tocado en todos sus discos posteriores. Al final el disco se
viene un poco abajo pero en todo momento suena bien, con Kravitz ejerciendo su
fascinación por el sonido más retro y analógico, dando como resultado un disco
con un sonido más propio de 1972 que de 1991. Eso sí, para alguien que admiraba
tanto a Lennon y Curtis Mayfield, y además estaba en medio de un doloroso
proceso de separación, sus letras son totalmente banales.
Mama
said fue un disco resultón y lo mejor de su carrera junto
a Let Love Rule y Are You Gonna Go My Way pero, al final,
el prometedor comienzo de su carrera no se repitió y la parodia se comió al
músico. Como en el capítulo de Los Simpson en el que aparecía en el campamento
de los Rolling Stones sirviendo como
el encargado de elegir el vestuario para los aspirantes a estrella de rock,
Lenny Kravitz se convirtió en una caricatura de sí mismo, más interesado en qué
ponerse que en escribir grandes riffs.
Ha intentado modernizar su sonido para quitarse la etiqueta retro pero con el
viejo sonido se quedaron también las buenas canciones, y su vuelta nunca se ha
producido. Mama Said fue el cénit de
su carrera y no lo fue por su parecido con el rock clásico o su apuesta por lo
analógico. Lo fue porque en 1991 Kravitz todavía escribía canciones como Always On The Run, It Ain't Over 'til It's Over o Fields
Of Joy.