Una orgia de creatividad

Por Sergio Ariza

Electric ladyland fue la explosión definitiva de Jimi Hendrix, el momento en el que se dio cuenta que todo su talento no podía ser contenido en el formato de canciones de tres minutos en el que le intentaba mantener su productor (y descubridor) Chas Chandler. La grabación de este disco fue una orgía de creatividad, salpicada de drogas e invitados especiales, grabada a altas horas de la madrugada, cuando todos los garitos de Nueva York ya habían cerrado.  

El último disco de la Experience es uno de los mejores discos de la historia. Hendrix había ampliado su paleta, en la que ahora entraban el jazz o cosas que terminarían germinando en el rock progresivo. El formato trío se le ha quedado corto y el disco está lleno de colaboraciones de otros músicos, como Dave Mason, Chris Wood y Steve Winwood de Traffic; el batería Buddy Miles, el bajista de Jefferson Airplane, Jack Casady o Al Kooper. Su inspiración rebosaba y para dar cabida a todas sus ideas el disco se convirtió en un doble álbum que definió una época.
 

En este su tercer disco Hendrix ya había alcanzado la perfección técnica a la hora de tocar la guitarra pero no debemos olvidar que junto al guitarrista también había un gran compositor de canciones. Aquí podemos disfrutar de Voodoo Chile (Slight Return), Long Hot Summer Night, Crosstown Traffic, Burning Of The Midnight Lamp o la espectacular y delicada 1983...(A Merman I Should Turn Out To Be). Y eso sin olvidar sus increíbles versiones, primero el Come On, también conocido como Let The Good Times Roll, de Earl King, una adaptación radical, llevando un tema de R&B al planeta Hendrix, con una versión mucho más rápida y rock, y uno de sus solos más potentes en el que vuelve a a brillar con el wah wah, un efecto del que este disco puede considerarse su Capilla Sixtina.
 



Y luego en su propio pedestal está la VERSIÓN, el robo más famoso de la historia del rock, con Hendrix apropiándose del All Along The Watchtower de Dylan para siempre, con un solo de cuatro secciones distintas, una primera en la que toca de manera directa sin casi efectos, una segunda con slide (para la que supuestamente utilizó un mechero) y un fuerte uso del delay, una tercera con un efecto psicodélico de su pedal wah wah y una parte final que se podría considerar como un solo rítmico, con Hendrix utilizando distintas proyecciones de acordes. Es uno de los momentos cumbres de la historia de la guitarra eléctrica y suele aparecer nombrado como el solo más brillante de su carrera y uno de los mayores orgullos para la que probablemente sea la guitarra más famosa de la historia, la Fender Stratocaster.
 



Claro que la mayoría de las canciones de este disco están compuestas en su querida Epiphone FT-79 acústica. Luego los llevaba al estudio y los pulía allí con la Strato, añadiendo todos los efectos posibles con la ayuda de su mano derecha en esta grabación, el ingeniero Eddie Kramer. Su toma de control absoluto de la producción llevó al abandono de Chandler e incluso a la ruptura de la Experience con Noel Redding abandonando la nave a medida que la música de Hendrix se expandía hasta el infinito y más allá.
 

La grabación pudo haber resultado un caos, con Hendrix haciendo sesiones infinitas que comenzaban tras jams con amigos en algún garito que terminaban siendo invitados al estudio para grabar. Así una jam sobre el Catfish Blues con los Traffic se terminaba convirtiendo en la antológica Voodoo Child y luego esta se convertía en un nuevo tema que llevaba el blues del Delta del Mississippi a los anillos de Saturno.
 

Al final aquella orgía de creatividad y drogas terminó pasando factura y Hendrix se vio ante la imposible tarea de intentar superarla. Pero de aquel torrente de inspiración bebió todo el mundo, cambiando las reglas del rock, el blues y el jazz (¿o alguien piensa que habría un Bitches Brew sin Electric Ladyland?) para siempre.



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