El guitarrista y el compositor
Por Sergio Ariza
Robbie Robertson cambió el rumbo de la música
popular en un par de ocasiones junto a Bob
Dylan y su Banda. La primera vez llevando el fuego del rock and roll a la
poesía del autor de ‘Like a rolling
stone’, la segunda cuando recuperó la sencillez de las raíces de la música
popular norteamericana en un momento en el que el rock parecía abocado a
repetir las complejas sonoridades del 'Sgt.
Pepper's’. La primera vez lo hizo tocando la guitarra como un maníaco y la
segunda cuando sus instintos de gran guitarrista se habían adaptado a su
espartano estilo compositivo que llevaría al nacimiento de lo que se conoce
como ‘Americana’.
Jaime
Robbie Robertson nació un 5 de julio de 1943 en Toronto, hijo de un jugador de
cartas judío, al que nunca conoció, y de una madre mohicana. Hay una cierta
poesía en que uno de los padres del género ‘Americana’ fuera en realidad
canadiense pero hijo de una nativa americana. Pero no nos desviemos, Robertson
creció compaginando las calles de Toronto con la reserva india Seven Nations.
Fue allí donde aprendió a tocar la guitarra y, casi más importante, a contar
una historia.
A
los 13 años ya estaba tocando su primera guitarra, una Harmony Stratone.
Rodeado de músicos mucho mayores aprendió como una esponja de estos. El primer
momento fundamental de su carrera fue en 1959, cuando Ronnie Hawkins le fichó para su banda, los Hawks. Robertson acababa de adquirir una Stratocaster del 57 pero
el cantante le pidió que viajara sin ella y cuando llegó le compró una
Telecaster, el modelo al que sería fiel durante los siguientes 15 años. Hawkins
era un cantante de Arkansas que había decidido probar suerte en Canadá con su
furioso rockabilly. Allí se había convertido en toda una estrella acompañado por
una banda de compatriotas sureños entre los que figuraba Levon Helm a la batería.
Así
comenzaron sus viajes al sur de EEUU, la Tierra Prometida del rock, donde
Robertson siguió aprendiendo el oficio, gracias a los guitarristas principales
de Hawkins como Fred Carter Jr o Roy Buchanan. Cuando, a finales del 60,
se convirtió en el guitarrista principal, con apenas 17 años, Robertson ya era
una estrella por cuenta propia como se puede escuchar en canciones como ‘Come love’ (con Dionne Warwick a los coros) o ‘Further
up the road’ en 1961, que cuenta con Helm a la voz principal y se puede
considerar una primigenia encarnación de lo que luego sería The Band, ya que, por esa época, Rick Danko ya se había incorporado como
bajista. Luego llegarían Richard Manuel
al piano y Garth Hudson al órgano.
A
finales de 1963 los cinco, más el saxofonista Jerry Penfound, abandonarían a Hawkins, no sin antes grabar uno de
los singles de rock más importantes, ‘Who
do you love’, en el que Robertson, y su guitarra, son los claros
protagonistas, con el solo más salvaje y sucio nunca puesto en un 45
revoluciones hasta la fecha y un estilo en el que se juntan sus maestros, como
Buchanan, con la autenticidad de un Hubert
Sumlin.
Después
de la marcha de Penfound, el grupo pasó a conocerse como Levon & The Hawks, aunque su primera grabación, en 1964, venía
firmada por The Canadian Squires. ‘Leave me alone’, con su ritmo a lo Bo Diddley, les emparenta con los Stones de la época. Los Hawks habían
abandonado a su líder, hartos de las restricciones musicales de este, limitado
al rockabilly, y queriendo ampliar su paleta como músicos y tocar composiciones
propias. Para entonces Robertson ya era el compositor principal y Manuel
comenzaba a posicionarse como vocalista principal, como se puede comprobar en ‘He don’t love you’ o ‘Honky tonk’, grabadas a principios del
65 y en las que se puede apreciar todo su amor por la música soul y r&b, en
especial Ray Charles.
Pero
uno de los momentos clave llegaría cuando John
Hammond Jr. contrató a Robertson, Helm y Hudson para tocar en su disco ‘So many roads’ de 1965. Allí Robertson
volvió a demostrar sus habilidades, hasta el punto de que Mike Bloomfield, también presente, se pasó al piano, y Hammond no
tardó en recomendar al guitarrista a su amigo Bob Dylan. Este acababa de
comenzar su conversión eléctrica, había grabado ‘Like a Rolling stone’ y acababa de actuar en Newport. Pero su
guitarrista, el propio Bloomfield, había decidido seguir con la Paul Butterfield Blues Band. Dylan fue
a ver a los Hawks en directo y quedó impresionado, en particular con Robertson,
así que decidió contratarle para el concierto que tenía programado en Nueva
York. Robertson le recomendó a Dylan a su batería, así que Helm también estuvo
presente ese día.
Cuando
Dylan decidió llevarse a los dos de gira, estos le comentaron que no lo harían
si no se llevaba al resto de The Hawks. Fue así como se inició una de las giras
más importantes de la historia del rock. Una en la que el hombre que había sido
elegido por su público como “la voz de una generación” iba a decidir rebelarse
y tocar la música que le apetecía sin ningún corsé impuesto por otros. Como
decía en una de sus nuevas canciones, “no
voy a trabajar en la granja de Maggie nunca más”. La gira se abría con
Dylan en acústico y luego entraba la banda y hacían un set eléctrico. El
resultado siempre solía ser abucheos y lanzamiento de objetos durante la parte
eléctrica. A finales de año Levon Helm lo dejó cansado de los abucheos. Antes
le había dado tiempo a grabar, junto al resto, uno de los mejores singles de la
carrera de Dylan, ‘Can You Please Crawl
Out Your Window?’, posiblemente la canción más rock y directa de la carrera
del artista.
Era
una buena prueba del sonido que estaban logrando en directo, los astros se
alinearon y la excitación, el cabreo y la magia hicieron su aparición,
culminando con la gira inglesa en la que tras escuchar a un espectador gritar “¡Judas!”, Dylan le respondió diciendo:
“No te creo, eres un mentiroso”, para
después girarse a la banda y exhortarles a “tocar
jodidamente alto” mientras se lanzan como kamikaces a la más brillante
interpretación de ‘Like a Rolling stone’
de la historia. Robertson pone la guinda con un increíble solo pero es que aquí
se encuentran algunos de los más destacados de su carrera, como en ‘Baby let me follow you down’ o ‘Just like Tom Thumb’s blues’. Antes
Robertson había sido el único miembro de la banda que Dylan se llevó a
Nashville para grabar el glorioso ‘Blonde
on blonde’, en el que su guitarra se deja notar, y mucho, en perlas como ‘One of us must know’, ‘Leopard skin pill-box hat’, ‘Pledging my time’, ‘Obviously 5 believers’ o ‘Visions
of Johanna’.
Tras
sobrevivir a la gira más esquizofrénica de la historia, en la que los fanáticos
folk pagaban su entrada para abuchear al artista y a su 'endemoniada' banda de
rock, volvieron a EEUU. Pero el 29 de julio del 66 Dylan tuvo un grave
accidente y todo se paralizó, el cantante se recluyó en su casa de Woodstock, a
las afueras de Nueva York, y se retiró de la vida pública. Cuando estuvo mejor
llamó a los miembros de los Hawks para que lo acompañaran. Allí surgiría la
segunda revolución, cuando alejados de la psicodelia y otras modas dominantes,
comenzaran a realizar nuevas canciones mucho más sencillas, en las que rock and
roll, country, blues, folk y r&b se mezclaban a la perfección en el caldo
cocinado en la mítica casa rosa en la que vivían varios de los miembros de la
banda y donde, junto a Dylan, pusieron la primera piedra del movimiento
‘Americana’, del country rock y de la vuelta a las raíces. El resultado se
conoció como ‘The Basement Tapes’, y
no vería la luz (legalmente) hasta 1975.
Pero
lo que sí que vio la luz fue el primer disco del grupo que había pasado a
llamarse, sencillamente, The Band. Hasta el nombre utilizado parecía ser una
muestra de modestia en una época en la que los grupos se llamaban Chocolate Watch Band o Strawberry Alarm Clock. Por su parte
los miembros de The Band parecían leñadores en vez de estrellas del rock. ‘Music from big pink’ es uno de los discos
más importantes de los 60, además del disco en el que The Band suena más como
una banda, con las tareas compositivas repartidas entre Manuel y Robbie
Robertson a partes iguales, además de tres canciones de Dylan. Pero la canción
que permanece en la memoria como su carta ganadora lleva la firma de Robertson,
y no es otra que 'The weight'. Es un
ejemplo perfecto de como el guitarrista supo adaptarse al compositor y cambió
su estilo llamativo por uno en el que se ajusta a lo que pide la canción,
teniendo a Steve Cropper o Curtis Mayfield como referentes. El
impacto del disco fue brutal en músicos como Clapton o George Harrison.
El primero decidió terminar con Cream
tras escucharlo y quiso ser parte de la Banda. La influencia en el Beatle
también fue obvia, con el sonido de la guitarra de Robertson en canciones como
‘Tears of rage’, con su Tele pasada
por un Leslie, o los ligeros toques de slide en ‘In a station’ siendo muy importantes para el sonido de ‘Abbey Road’.
Todo
esto se iba a agrandar aún más con la aparición de su segundo disco, 'The Band'. Robertson comienza a tomar
los mandos escribiendo o co-escribiendo las 12 canciones del disco, resultando
en una primera cara que parece un grandes éxitos de la banda, 'Across the Great Divide', 'Rag Mama Rag', 'The Night They Drove Old Dixie Down', 'Up on Cripple Creek', escritas en solitario por Robertson, y sus
colaboraciones con Richard Manuel, 'When
You Awake' y 'Whispering Pines'.
Si a esto le añadimos que en la segunda aparece la mejor canción de todo el disco,
'King Harvest (Has Surely Come)',
tenemos como resultado uno de los discos esenciales del rock de raíces. Es en
esta última canción donde el guitarrista realiza uno de sus solos más icónicos,
en una nueva lucha entre el guitarrista y el compositor, en el que parece
luchar contra su propio ego.
El
tercer disco, ‘Stage fright’, llegó
en 1970. Seguía teniendo un altísimo nivel, pero empezaba a emitir señales de
que dentro de la banda algo había comenzado a romperse. Es un disco oscuro con
las letras de Robertson centrándose en esa atmósfera enrarecida entre ellos.
Los chicos de campo se habían convertido en millonarios y habían adoptado el
estilo de vida de estrellas de rock, con varios miembros cayendo en la adicción
a la heroína. Este supuso el último disco en el que Manuel tuvo alguna
participación en la composición. Un año después, ‘Cahoots’ se convirtió en su primer resbalón, a pesar de canciones
como ‘Life Is a Carnival’. El directo
‘Rock of ages’ fue un éxito comercial
y permitió a Robertson volver a su papel de guitarrista más activo como se
puede comprobar en su versión del ‘Don’t
do it’ de la Motown.
La
prueba definitiva de que algo no iba bien fue ‘Moondog Matinee’ un disco de versiones antiguas en las que faltaba
la química que les había hecho famosos. En el 74 Dylan decidió salir de su retiro
y volver a la carretera tras 8 años. Sus acompañantes fueron los mismos de
entonces pero, esta vez, ya eran estrellas por cuenta propia y en el repertorio
también había canciones suyas. La gira fue un éxito absoluto, ya no había
abucheos, a pesar de que estuvo por debajo de aquella, y propicio un disco
llamado ‘Blood on the tracks’ en el
que destaca su revisión de ‘All along the
watchtower’ con un Robbie desatado. También grabaron el nuevo disco de
Dylan, ‘Planet waves’, que supuso el
cambio de Robertson de sus fieles Telecaster de finales de los 50 y los 60 a
una Stratocaster roja del 54. Sería su principal instrumento en el resto de la
carrera de The Band.
'Northern Lights – Southern Cross' fue un buen regreso, con
canciones como ‘Acadian Driftwood’, ‘Ophelia’ o ‘It Makes No Difference’, con otro de los grandes solos de la
carrera de Robertson, pero supuso también la constatación de que no todo estaba
bien entre la banda. Cansado de los hábitos destructivos de sus compañeros
Robertson decidió poner punto final al grupo y se puso en contacto con Martin Scorsese para hacerlo por todo
lo grande. Primero iba a ser un concierto propio con esporádicas apariciones de
los dos hombres de su carrera, Hawkins y Dylan, pero terminó derivando en un
colosal megaconcierto con gigantes como Neil
Young, Van Morrison, Clapton, Muddy
Waters o Joni Mitchell.
El
concierto se celebró el 25 de noviembre de 1976 en San Francisco y para el
mismo Robertson decidió bañar su Stratocaster en bronce. Como resultado obtuvo
un sonido distinto y una guitarra 10 libras más pesada. Aun así aquel
instrumento fue capaz de hablar cara a cara con el ‘Dios’ Clapton y pasar a la
historia del rock. ‘El último vals’
fue un perfecto punto y final para una banda legendaria. Luego llegarían las
disputas, la reunificación sin Robertson, la carrera actoral de este y sus
bandas sonoras para Scorsese, además de una interesante carrera en solitario.
Pero hagamos como el propio Robbie en su autobiografía y pongamos punto final
en el momento más alto. El momento en el que la aristocracia del rock rindió
pleitesía a su Banda.
(Imágenes: ©CordonPress y http://robbie-robertson.com)