‘El último vals’ de “la Banda” que devolvió al rock a sus raíces
Por Sergio Ariza
El
25 de noviembre de 1976, el día de Acción de Gracias en EEUU, The Band se subieron al escenario del
Winterland Ballroom de San Francisco para celebrar su despedida de los
escenarios. Acompañándoles la flor y nata de la música rock de la pasada
década, de Bob Dylan a Van Morrison, pasando por Eric Clapton, Neil Young, Joni Mitchell,
Muddy Waters o Dr. John, además de miembros de los Beatles, como Ringo Starr,
y los Roling Stones, como Ronnie Wood. Para inmortalizarlo,
acorde a la importancia de la ocasión, se contrató a Martin Scorsese que había estrenado ese año ‘Taxi driver’.
Formados
a principios de los 60 en Toronto, donde Ronnie
Hawkins, un adicto al rockabilly nacido en Arkansas, les fue reclutando uno a uno
de entre las mejores bandas de la localidad, su salto a la fama se produjo cuando
Dylan les contrató para su conversión eléctrica. Fue así como comenzaron a ser
llamados como “la banda”, a pesar de que todavía se hacían llamar The Hawks. Fue también en el retiro
espiritual del autor de ‘Highway 61’ en Woodstock, tras su accidente de
motocicleta, donde llevarían al rock de vuelta a sus raíces, tras los excesos
de la psicodelia. Sus dos primeros discos siguen siendo referencia absoluta,
country, bues, folk o soul se mezclan a la perfección en su música.
A
mediados de los 70, su líder y principal compositor, Robbie Robertson, decidió que había llegado el momento de decir
adiós a la carretera y, a la manera de los Beatles en los 60, concentrarse en
los discos de estudio. A pesar de que al resto de la banda no le hacía mucha
gracia la idea, y terminaría precipitando su final, se fijó una fecha para un
concierto de despedida. Cuando se decidió incluir a Hawkins y Dylan, con los
que habían colaborado tan estrechamente, la lista de invitados comenzó a crecer
enormemente, debido al tremendo aprecio que siempre despertaron entre sus
colegas músicos, con gente como Clapton afirmando que le hubiera gustado formar
parte de la banda.
El
concierto comenzó a las siete de la tarde con una de sus canciones más
emblemáticas, ‘Up on cripple creek’ y se alargó hasta las 2:20 de la mañana con
la versión del ‘Don't Do It’ arreglada por Allen
Toussaint. Entre medias varias horas de éxtasis y la que, generalmente,
suele ser considerada la mejor película filmada sobre un concierto.
En
ella se puede ver en toda su gloria a una de sus protagonistas, la Fender
Sratocaster del 54, bañada en bronce, de Robertson. Una guitarra que había ido
modificando a lo largo del tiempo para dejar a su gusto. Acostumbrado a tocar
con una Telecaster cambió la pastilla de en medio por una de zurdos y la puso
más abajo junto a la pastilla del puente, lo que la hacía similar a una
pastilla humbucker. Fue la última
aparición de The Band en un escenario con su formación clásica (Robertson, Levon Helm, Richard Manuel, Rick Danko
y Garth Hudson) y, en cierta medida,
el fin de una época.
Para
cuando apareció el triple disco, y la película de Scorsese, había muerto Elvis
y el punk había colgado a los grandes músicos de los 60 la etiqueta de
dinosaurios. Tampoco importó mucho, 40 años después otra generación homenajeó
un concierto histórico y Warren Haynes,
Don Was o Michael McDonald
recrearon la magia de aquella noche del 25 de noviembre de 1976.
(Imágenes: ©CordonPress)