David Knopfler
El Sultán Tranquilo
Por Matt White
Lo
confieso: soy un guitarrista, un guitarrista frustrado.
Como muchos,
me crié escuchando a los grandes: Clapton,
Page, Santana, Waters, Jansch…y sí, a Hendrix,
por supuesto. También a las grandes bandas de guitarristas como los Allman Brothers, Lynyrd Skynyrd, Yardbirds,
Pink Floyd y, naturalmente, Dire
Straits. El listado por supuesto no está completo, pero todos ellos tenían
sonidos únicos, que asesiné alegremente
cuando traté de aprender a tocar el instrumento después del colegio, poniendo a
dura prueba la paciencia de padres y vecinos.
Siempre
tuve claro que nunca llegaría y menos aún me cruzaría con esas estrellas de
vértigo, por lo que podéis imaginar mi felicidad cuando fui invitado a casa de David Knopfler, en su retiro en el West
Country, para una conversación sobre su vida, su manera de hacer música, sus experiencias
como miembro fundamental de un grupo icónico y sobre el camino que decidió
emprender.
Después
de un agradable paseo en coche a través de las idílicas tierras de Cornualles, me
encuentro sentado frente a un hombre muy accesible y afable, claramente muy
cómodo en su propia piel y en un estado de ánimo reflexivo después de haber
recientemente lanzado el álbum Grace,
financiado en parte con crowdfuning,
el décimo cuarto de su carrera en solitario.
Escaneo
con la mirada su impresionante colección de guitarras eléctricas, acústicas y
bajos - la Stratocaster pre-CBS que
usó con Dire Straits está en
posición destacada, así como varios modelos de hermosas acústicas Furch -. Sus primeros días de músico
quedan muy lejos y me cuenta de cuando se hizo con su primera guitarra, una Tommy Steel, que cambió por un abrigo
en pleno invierno. Tenía 15 años.
Luego compró
una Harmony Sovereign siguiendo el
consejo del hermano de Steve Phillips
(quien llegó a la fama con los Notting
Hillbillies) por 40 libras en 1975. Finalmente siguió el camino trazado por
Fender: Telecaster y Stratocaster
fueron y son sus principales guitarras - admite que en realidad nunca se
encontró a gusto con los mástiles de Gibson
- pero, en toda sinceridad, dice que sólo fue por casualidadades de la vida, como
cualquier otra cosa.
Empezó
a tocar en bares cuando aún frecuentaba el colegio, luego, una vez que formó
los Dire Straits junto con su
hermano Mark, las cosas empezaron a
girar a una velocidad de vértigo – tengo la clara impresión de que incluso por
aquel entonces los dos hermanos siguieron caminos separados, no solo como
guitarristas sino también como artistas -.
"Nunca viví nuestra relación como una competición,
no pensaba ser tan bueno como lo era en realidad y tuve problemas a seguir a mi
hermano - tenía un talento más que raro-, pero yo también tocaba bien y sigo
aprendiendo".
Cuatro
años más joven que su hermano Mark, la
rivalidad entre los dos está clara y, como pasa con la mayoría de los hermanos,
es algo que llevaban consigo desde pequeños. David nos cuenta que siempre tenía que esperar a su hermano para salir
pero eso le daba la posibilidad de pasar algo de tiempo con la Höfner Supersolid roja de Mark.
David tuvo la experiencia de ser un trabajador social,
algo que aprovechó para seguir con los pies en el suelo en el mundo real – en contraposición
con lo que supuso la fama de ser parte integrante de un súper-grupo rock que
llenaba estadios – y admite que se sentía “alienado
y perdido la mayor parte del tiempo”, pero que siempre tenía su oficio al
que volver. También después de haberse pasado al otro lado del negocio,
produciendo y creando pequeñas discográficas, sabía que “escribir
canciones siempre me ha mantenido con los pies en el suelo”. Algo que ha
supuesto un consuelo puesto que, admite, ha habido épocas en las que ni podía
pasear por Oxford Street en Londres sin que la gente hablara de él.
Después
de los grandes éxitos de los primeros discos con los Dires Straits los dos hermanos se separaron, algo que para David representó la oportunidad de
concentrarse en lo que más le gustaba: escribir canciones.
Un
camino que ha seguido desde entonces - el álbum Grace representa lo que mejor sabe hacer como artista y los músicos
e instrumentos que le acompañan, han sabido sacar lo mejor de él -.
Está
sentado en una habitación con un par de 12 cuerdas pero coge una de seis, que más
y mejor se adapta a su estilo (dice que está de acuerdo con Steve Stills respecto a las 12 cuerdas:
“te pasas la mitad del tiempo en
afinarlas y la otra mitad a tocar desafinado” - aunque creo que esa cita en
realidad se remonta a Debussy acerca
de los que tocaban el arpa, ¡sigue siendo válida!).
Ha
grabado Grace con músicos con los que
tiene relación desde hace mucho tiempo, Harry
Bogdanovs por encima de todos, y está claro que en temas de música disfruta
de la colaboración y no se obstina en perseguir una ejecución perfecta: “la búsqueda de la perfección es la mejor
manera para meterse en líos”, dice. “Hay
que tener cuidado con que este tema no se sume a las insidias de alargar un
trabajo en el estudio, algo que le pasa a muchos”.
Uno de
sus temas favoritos de Grace es ‘Down Patrol’, la verdadera historia de
un niño fascinado con los aviones de la Primera Guerra Mundial e inspirado por
el recuerdo de una canción escrita años antes y casi olvidada. Su actual y
refinada simplicidad es fundamental ahora y admite, pensando en canciones
escritas hace 30 años, que “hay que
olvidar esos tiempos y esos matadores acordes de jazz!”.
A
medida que la conversación se convierte en una charla sobre su estilo como
guitarrista, su recorrido y refinamiento está claro que se nota el proceso que ha
seguido su propio desarrollo mientras su visión retrospectiva es una lección
para todos nosotros:
"Se empieza con seguir las huellas que
otros dejan en la arena, y con el tiempo
te sales y piensas que sigues sonando como tus influencias, pero llega un punto
que creas algo que es únicamente tuyo"
Hay un
toque de arrogancia en su retrospección, pero todavía mantiene los pies en el
suelo. Le pregunto cuál es la diferencia más importante en su vida sobre los
escenarios y me dice que todo está en los bises:
“Hubo un momento en que, si el público pedía
menos de seis canciones al final de un espectáculo, me deprimía, ahora si piden
más de dos estoy molesto!”
Es
agradable conocer a alguien que ha sido puesto en la trituradora de la fama y ha
conseguido salir vivo por la puerta de atrás sin que se le vea afectado en
absoluto sino con un claro sentido de sí mismo, algo que lo mantiene a flote.
Mientras me muestra alguna otra guitarra que haría morir de envidia a una gran
cantidad de gente (incluyendo el bajo Yamaha,
que se utilizó en Dire Straits y al
que nunca ha cambiado las cuerdas desde 1977) me dice:
“…de todos modos, un gran guitarrista sonará
muy bien con una pésima guitarra mientras que un guitarrista cualquiera sonará
mal hasta con la mejor de las seis cuerdas. Esta es la verdad.”
Coge
una de sus acústicas Furch y empieza
a tocar unos arpegios mientras me habla de su proceso en el desarrollo de ideas
(estamos de acuerdo en que los errores no intencionales a menudo son el
catalizador para una mayor creatividad) a gusto con su estilo, con el enfoque
de su composición y feliz con su técnica depurada, me dice:
“Me gusta arar mi propio surco y que me dejen
en paz mientras lo hago. A mi me funciona…”
De repente,
visto que me identifiqué como guitarrista (frustrado) anteriormente, me pasa la
Furch: empiezo a tener un nudo en
los dedos y seguro que los acordes que toqué sonaron bastante horribles en su
compañía, pero siendo un verdadero caballero, no dijo nada, y no me sentí
frustrado sino feliz de haber disfrutado de la buena compañía de alguien que ha
pasado por muchas experiencias y sigue siendo positivo y en paz con el camino
elegido.