50 años de 'Exile On Main Street', la Biblia del rock & roll

Por Sergio Ariza

Exile On Main Street es la perfecta definición del rock & roll, el disco que mejor enseña a un estilo bastardo y rebelde que había nacido para escandalizar y romper todas las barreras raciales y de etiqueta existentes en la sociedad. ¿Qué mejor banda para representar a esta música que este grupo de balas perdidas y ovejas negras que se habían convertido en la mejor banda de rock & roll del planeta totalmente al margen de la sociedad? Esta fue la bacanal final para la banda, el broche de oro a su periodo dorado que va de Beggar's Banquet aquí, cuatro años en los que definirían para siempre al género, recogiendo la mejor cosecha posible de los ‘Chuck Berry Fields Forever’.   

Los Rolling Stones venían de publicar seguidos Beggar's Banquet, Let It Bleed y Sticky Fingers, entre medias habían perdido a su miembro fundador Brian Jones, habían sacado el mítico directo Get Yer Ya Ya's Out y habían visto como se separaban los Beatles, el único grupo que les había hecho sombra. Ahora estaban solos en la cima y en racha, o se podría decir en vena, ya que la adicción a la heroína de Keith Richards estaba alcanzando cotas insanas, junto a su mujer Anita Pallenberg, la antigua novia de Jones.
   

    

El caso es que la banda se había exiliado de Inglaterra para evitar los altos impuestos y se había marchado al sur de Francia. Allí los Richards alquilaron una mansión llamada Nellcôte y los traficantes de droga de media Europa encontraron su nueva Meca. La banda decidió que ese era el mejor sitio para grabar su siguiente disco, su acto de provocación final, con Taylor cayendo en los brazos de la adicción y Bill Wyman ausentándose de la mitad de las sesiones. El caso es que es el disco más Keith de la banda, el más agresivo y, a la vez, relajado, el más peligroso y el que más chulería rezuma. Es un disco en el que la banda actúa como forajidos que utilizan el rock & roll como su arma contra la sociedad biempensante, mostrando un sentimiento de alegre aislamiento, "sonriendo ante un futuro aterrador y desconocido", en palabras de un Mick Jagger que fue aquí donde decidió, posiblemente con toda la razón, bajarse del carro y alejarse de todo para mezclarse con la jet set y la 'beautiful people'.
    

El resultado fue, a la vez, el mejor disco de su carrera (y uno de los cinco mejores de todos los tiempos) y el fin de ese periodo dorado. La gran fiesta antes de la gran resaca, el primer doble disco de la banda se grabó con un Keith verdaderamente enchufado, ya fuese a la guitarra o a la jeringuilla, su conexión con Mick Taylor es total, a pesar de que el joven guitarrista tuviese que luchar con los 'invitados' de los Richards que utilizaban el cable de su guitarra para 'ponerse a la altura' de sus anfitriones.
    

La canción que abría la Biblia del rock & roll, es el mejor ejemplo posible para describir esa música del diablo, Rocks Off. Un riff escandaloso, cortesía de Keith y su Telecaster, y un sentimiento decadente, turbio y amenazadoramente crudo en el que se dan la mano el piano de Nueva Orleans con los vientos soul, para una canción imparable que según termina deja paso a esa bofetada en la cara llamada Rip This Joint que es su particular homenaje a su ídolo absoluto, Chuck Berry, pero tocado con una rapidez y crudeza más propia del punk. Los solos de saxo de Bobby Keys son tan espectaculares como cabía esperar.
    

     

En dos canciones ya han volado por los aires el techo de la casa desde el sótano, así que llega el momento de coger fuerzas con un blues picante en el que Jagger invita a mover las caderas, aunque posiblemente no sea baile lo que tenga en mente ni el cantante, ni el autor original, Slim Harpo. Además, Richards y Taylor enzarzan sus guitarras y el cantante desempolva la armónica. Casino Boogie continúa con el ritmo caliente y suave, Jagger y Richards cantan a la vez, con Keith haciéndose cargo del bajo, y Bobby Keys vuelve a demostrar que estaba en su salsa en el decadente sótano de Richards. Por su parte, Mick Taylor se encarga del gran solo final.
     

Luego llega ese tesoro llamado Tumbling Dice, otra de las maravillas que Keith hizo empleando la afinación de Sol abierta para cinco cuerdas, lo que se conoce como "el acorde de Keef", con Mick Taylor al bajo, Jagger a la guitarra rítmica, Charlie Watts poniendo su maravilloso 'groove' y Keith coloreando la canción con su nueva Telecaster, la mítica Micawber del 53, y los inolvidables coros de Clydie King, Venetta Fields y Sherlie Matthews.
    

     

Luego se desenchufaban para esa preciosidad llamada Sweet Virginia, la acústica de Keith abre la canción y se le une la armónica de Jagger y una mandolina, luego Taylor mete color con otra acústica y, al final, entra la sección rítmica y Jagger cantando de forma cansada, como si fuera un viejo bluesman. Luego Bobby Keys añade otra voz con su saxofón y este country blues explota en su maravilloso estribillo, cantado a la vez por Jagger con los dos guitarristas. En su letra se describe perfectamente el ambiente lleno de drogas de Nellcote, lleno de pastillas y anfetaminas, "drop your reds, drop your greens and blues", heroína, "and I hid the speed inside my shoe", y cualquier otra cosa que pudiera inyectarse o esnifarse, "got to scrape that shit right off your shoes".
   

El disco sigue girando hacia el country con una de mis canciones favoritas del mismo, la maravillosa Torn And Frayed, en la que se nota, y mucho, que Gram Parsons era uno de los amigos de Keith que pasaban las jornadas metiéndose cualquier cosa en casa de los Richards. Su mezcla de country y soul es pura "música cósmica americana" como le gustaba describir a su música al ex Flying Burrito Brothers, el estribillo es absolutamente irresistible pero la gran protagonista de la canción es la pedal steel de Al Perkins, otro gran amigo de Parsons.
   

    

Sweet Black Angel
continúa con el aire acústico de esta cara de Exile, puede que mi favorita del disco, con Richards y Taylor nuevamente con acústicas y Keith uniéndose en la voz principal a Jagger, responsable de la letra sobre la activista negra Angela Davis, en ese momento acusada de asesinato. Al final Jagger vuelve a la armónica y Richard Washington añade un toque de marimba como si fuera Brian Jones. Entonces comienza un piano góspel y Jagger y Richards vuelven a unir sus voces en armonía como su estuvieran rogando una plegaria a un Dios lejano, aunque en este caso, Loving Cup, sea a una mujer distante. El momento en el que Jagger se queda solo cantando sobre una maravillosa sección de vientos es uno de sus momentos con más alma como cantante. Un cierre perfecto para el primer disco.
   

La segunda parte se abría por todo lo alto con la mejor canción jamás cantada por Keith Richards, Happy, un tema en el que el guitarrista hace de todo, toca todas las guitarras, el bajo, la canta, se hace los coros, junto a Jagger, siendo los dos Stones más famosos los únicos que aparecen en la misma, ya que es Jimmy Miller el encargado de tocar la batería y de los vientos se encargan Bobby Keys y Jim Price. Si Exile On Main Street es el disco más Keith de la historia de la banda, entonces Happy es la canción que mejor lo representa, puro rock & roll descontrolado.
   

Le sigue el blues agitado de Turd on the Run, nuevamente con la armónica de Jagger y los coros de Richards, suenan espídicos y desbocados. Ventilator Blues fue una de las pocas veces que Jagger y Richards le dieron un crédito compositivo a Mick Taylor, sobre cuyo riff está construido este blues sucio y brutal, con otra gran aportación de Keys al saxofón y un sentimiento de agobio y malestar, propio de una banda tocando a 40 grados en un lugar cerrado. Sin un final claro, la canción se sumerge en I Just Want to See His Face, un góspel pantanoso, que parece sacado de algún disco de Dr. John. Es una de las canciones más extrañas, normal que sea una de las favoritas de Tom Waits. Luego comienza el amenazador, pero precioso, riff de Let It Loose, con la guitarra de Richards pasada por un Leslie, nuevamente hay connotaciones góspel y un aura de ferviente apasionamiento, el arreglo es espectacular con otra sección de vientos espectacular y un Jagger encendido en su papel de predicador soul, unido a los coros de Tami Lynn, Dr. John, Clydie King, Venetta Fields, Shirley Goodman y Joe Greene.
   

    

La última cara del disco tenía como comienzo All Down The Line, una imparable pieza roquera en la que Richards volvía a poner con la rítmica el mejor fondo para que Taylor brillara a fondo con su slide en su Les Paul. Y es que esta última cara está llena de jugosos ejemplos de Taylor como uno de los mejores guitarristas slide de la historia. Como en ese momento en el que volvían a una de las grandes fuentes de toda su música, Robert Johnson, para convertir su Stop Breaking Down en un blues cavernoso y eléctrico, con un Jagger en su salsa, desatándose en la voz y la armónica, acompañado de un Taylor encendido.  
   

La penúltima canción del disco, Shine A Light, era un homenaje a Brian Jones, compuesta principalmente por Jagger y Leon Russell, aunque acreditada, como casi siempre, a Jagger y Richards. La canción se abre con las teclas de Billy Preston, dándole a la canción el sentimiento soul y góspel que buscaba el cantante, luego llega su estupendo estribillo y Taylor comienza a hacerse notar con la Les Paul desde el fondo. Otro de los momentos absolutamente geniales del disco. El fin llega con Soul Survivor, puro sonido Stones, puro Exile destilado, guitarras sucias a medio tiempo y un estribillo que explota con un Jagger desatado, "It's gonna be the death of me", al final una especie de 'jam', con los acordes de Keith, el slide de Taylor, el 'groove' de Watts, un piano góspel, estribillos de llamada y respuesta... Puro rock & roll, baby.
   

El blues tuvo un hijo y lo llamaron rock & roll, lo que pasa es que fue un hijo bastardo con muchos otros padres, country, góspel, folk, swing... Era 1972 y la criatura acababa de cumplir la mayoría de edad y estaba fuera de control, su reputación era de lo más discutible, viviendo en el sótano de una mansión insalubre con jeringuillas, botellas de Jack Daniels y groupies, mezclándose con ventiladores, amplificadores y guitarras. No era un tipo bueno, ni sano, pero nunca sonó mejor que aquí, en la sagrada Biblia del Rock & Roll que representa Exile On Main Street.
   

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