Especial 60º aniversario del "día que murió la música"
Por Sergio Ariza
“Hace
mucho, mucho tiempo, todavía puedo recordar como la música me hacía sonreír. Y
sabía que, si tenía la oportunidad, podría poner a varias personas a bailar y
puede que, incluso, olvidasen sus penas por un momento. Pero febrero me hizo
temblar y en cada periódico que entregaba las malas noticias aparecían en la
portada, no pude dar un paso más, no recuerdo si lloré cuando leí sobre la
joven viuda, pero algo me tocó muy dentro de mí, el día que murió la música”
(Don McLean, American Pie).
La fecha fue el 3 de febrero de 1959 y no, la
música no murió, pero miles de adolescentes de medio mundo sintieron como si lo
hubiera hecho. El rock & roll afrontaba su tragedia más importante hasta la
fecha y se sumaba a una larga lista de adversidades que amenazaban con
enterrarlo. Su Rey, Elvis Presley, estaba cumpliendo el
servicio militar desde el 24 de marzo de 1958 y no volvería hasta dos años
después, su Reina, Little Richard,
había abandonado el rock & roll por la religión, su arquitecto, Chuck Berry, tenía diversos
problemas con la justicia y a su príncipe heredero, Jerry Lee Lewis, le habían hundido la carrera tras su escandaloso
matrimonio con su prima de 13 años.
Así que no es extraño que el accidente de
avión que acabó con la vida de Buddy Holly, Ritchie Valens y J.P.
McPherson (mejor conocido como The
Big Bopper) fuera visto por algunos como el día que la música, en concreto
el rock & roll, murió. Las listas pasarían a estar ocupadas durante los
siguientes años por insulsos ídolos adolescentes como Bobby Vee, Fabian o Paul
Anka. No sería hasta que unos fanáticos de Holly procedentes de Liverpool,
Inglaterra, tomaran por asalto las listas de ventas, tanto inglesas como
americanas, cuando el rock & roll volviera a sentir la efervescencia de sus
primeros años.
Pero vayamos a los antecedentes que llevaron a
aquel aciago día. Buddy Holly se acababa de casar, el 15 de agosto de 1958, y
había roto con su productor de toda la vida, Norman Petty. Este decidió jugar sucio y convenció a los Crickets para que se quedaran con él y,
lo que es peor, congeló las cuentas de Holly. El cantante vivía en un
apartamento en el Greenwich Village de Nueva York junto a su mujer. Allí en
diciembre del 58 escribió con su Gibson J200 algunas de las mejores canciones
de su carrera, cosas como Peggy Sue Got
Married, Learning The Game, Crying Waiting Hoping o What to Do. Nunca las llegaría a ver publicadas.
Sin dinero en efectivo, y con su carrera lejos
de los éxitos de 1957, decidió volver a la carretera, contrató a Tommy Allsup, un guitarrista que ya
había aparecido en alguna de sus grabaciones, Carl Bunch a la batería y a un joven paisano de Lubbock Texas, al
que acababa de producir un sencillo, como bajista. Se trataba de Waylon Jennings, la futura estrella del
country, y no había tocado el instrumento en su vida. Para completar el resto
del cartel la agencia había contratado a otros tres grandes nombres para que le
acompañaran, Dion & The Belmonts,
The Big Bopper y la nueva sensación del momento, el jovencísimo Ritchie Valens
de 17 años. La gira se llamaría The Winter Dance Party.
Valens era un chicano de Los Ángeles que se
llamaba realmente Ricardo Valenzuela.
En el verano del 58 había aparecido su primera canción, Come On Let's Go, que se había convertido en todo un éxito y
acababa de grabar uno de los primeros sencillos de la historia con dos caras A,
Donna y La Bamba. Ritchie estaba feliz de poder salir de gira con Buddy
Holly, uno de sus ídolos. Su sueño era poder vender los discos suficientes para
poder comprarle a su madre una casa nueva y lo acababa de conseguir. Antes de
salir hacia el Winter Dance Party su familia le organizó una fiesta de
despedida en la casa que le acababa de comprar a su madre. A la fiesta no pudo
asistir Donna Ludwig, su novia,
porque su padre se lo negó. Así que Valens no pudo despedirse de su musa.
El 23 de enero comenzó la gira en el George
Devine's Ballroom de Milwakee, fue todo un éxito de público pero desde el
primer momento se pudo ver que el que había organizado la gira no tenía ni idea
de geografía. Durante los siguientes días fueron dando tumbos en zig zag por un
Medio Oeste totalmente helado en medio de una ola de frío con temperaturas
extremas. En el autobus escolar que les transportaba de un sitio a otro no
había calefacción y para colmo los asientos estaban pensados para niños, el
pobre Big Bopper apenas cabía. El 31 de enero recorrieron 368 millas para
llegar a Duluth, Minnesotta, para su noveno concierto en nueve días. Estaban
sucios, cansados y congelados, aun así dieron otra gran actuación. Un joven de
17 años que estaba entre el público, llamado Robert Zimmerman, recuerda como Buddy Holly brillaba en el
escenario. Bob Dylan nunca se cansaría de
contar lo profundamente que le afectó aquella actuación.
En el autobus reina la camaradería pero el
cansancio, y el terrible frío, comienza a hacer mella. Cuando el autobús se
para congelado en medio de la nada todos temen lo peor, prenden fuego a
periódicos para mantenerse calientes y se acurrucan unos con otros. El batería
de Holly grita de dolor, no puede sentir sus pies. Al rato son rescatados por
la policía, Bunch tiene que ser hospitalizado y no puede continuar la gira. La
temperatura es de 35 grados bajo cero. Todos tienen puesta su mente en el día
de descanso, el 2 de febrero, pero los organizadores les informan de que acaban
de contratar un concierto para ese día en Clear Lake. Nuevamente en otro autobús
con el ánimo por los suelos y McPherson con fiebre, la gira es rebautizada por
sus protagonistas como la Gira Al
Infierno.
Buddy Holly está molido al llegar a Clear
Lake, pregunta a los dueños del local en el que tocaban, el Surf Ballroom, si
hay una lavandería cerca en la que poder lavar su ropa, como el resto de
integrantes de la gira no ha podido hacerlo desde el día en que salieron. No hay
ninguna, harto decide pedirle al dueño que le busque un avión particular hasta
la siguiente parada, ropa limpia y una cama es lo más parecido al Paraíso en lo
que puede pensar.
El Surf Ballroom está a rebosar con más de
1.300 personas locas ante la llegada de sus ídolos, dos días antes Donna ha alcanzado el tercer puesto de
las listas y La Bamba también se
encuentra entre los cuarenta principales. El único otro artista capaz de colar
dos canciones en el Top 40 de la semana es el ausente Elvis Presley, Ritchie Valens es la estrella emergente más importante
del momento. Abre la actuación The Big Bopper con Chantilly Lace, a pesar de su alta fiebre, hace su actuación como
siempre, teléfono falso y chaqueta de piel de leopardo incluídos. El siguiente
en salir es Ritchie Valens, la
locura se apodera de la sala cuando suena Donna,
tras la calma se desata la tormenta con La
Bamba y Come On Let's Go. Es el
turno de Dion & The Belmonts, Buddy se sienta a la batería. Cuando el
concierto llega a su fin, Dion presenta a la banda y al final dice "¡nuestro nuevo batería, Buddy
Holly!". Entonces Buddy, que había estado en penumbra, se levanta y
comienza a tocar Gotta Travel On ante
el delirio de las personas que abarrotan el Surf Ballroom. Luego se le une el
resto de la banda y tocan todos sus éxitos, incluyendo la premonitoria That'll Be The Day. Para el final Valens
y Bopper (sudando por la fiebre) se les unen en el escenario para cantar entre
todos, otra vez, La Bamba.
El concierto es un éxito apoteósico, al
finalizar el dueño le dice a Holly que el avión está preparado, solo hay tres
asientos así que Holly se los ofrece al resto de su banda, Allsup y Jennings.
Pero mientras esperan McPherson se acerca a Jennings y le pide su asiento, éste
viendo el estado en el que se encuentra se lo cede caballerosamente. Ritchie,
que está firmando autógrafos a sus fans, se acerca a Allsup y le pide el otro
asiento. El guitarrista se niega pero Valens le suplica, harto de escucharle,
Allsup saca una moneda y pregunta "cara
o cruz", Valens elige cara y la suerte le sonríe. El adolescente no se
lo puede creer, "ésta es la primera
vez que ganó algo en mi vida".
Antes de salir al aeropuerto, Holly se acerca
a Jennings y le dice "he escuchado
que no vienes en el avión con nosotros". Waylon se lo confirma y Buddy
con una sonrisa le gasta una broma "bien,
pues espero que tu viejo autobús se congele". A lo que Jennings le
contesta: "y yo espero que tu viejo
avión se estrelle". La frase le atormentará el resto de su vida… todos
sabemos cómo acabó aquel viaje.
La noticia de su muerte se emitió por radio
antes de que nadie se tomara la molestia de avisar a sus familiares. Así Niki Sullivan, guitarrista de los
Crickets, decidió llamar a la madre de Buddy porque no se podía creer lo que
había pasado, cogió el teléfono y preguntó "¿es
verdad lo que dicen en la radio de Buddy?" a lo que su madre contestó
tranquilamente "no lo sé, ¿qué dicen en la radio sobre Buddy?". Ya no
había marcha atrás, la madre de Buddy Holly se terminó desmayando al recibir la
noticia. No fue mucho mejor en el caso de Ritchie, a su hermana se le acercaron
dos chicos en el colegio y le dijeron "tu
hermano está muerto", ella les gritó "solo decís eso porque estáis celosos" pero cuando llegó a casa
y vio a toda la gente que había allí, supo que era cierto. Al poco tiempo
apareció Donna y las dos lloraron desconsoladamente. Pero lo peor fue cuando María Elena, la joven esposa de Holly,
escuchó la noticia en la radio. Estaba embarazada y al día siguiente sufrió un
aborto. Fue incapaz de ir al funeral. Tras aquello las autoridades tomaron nota
y se instauró el protocolo por el que se prohibía dar el nombre de las víctimas
antes de que sus familiares fueran consultados.
El 5 de febrero Eddie Cochran, gran amigo de Holly,
entró en el estudio de grabación y registró Three
Stars dedicada a los fallecidos, cuando llegó a la parte de Holly su voz se
rompió en el momento en el que decía "Well,
you're singing for God now, in his chorus in the sky, Buddy Holly, I'll always
remember you, with tears in my eyes". Todavía con lágrimas en los ojos
entró en la cabina de grabación y le dijo a su mánager que si publicaba esa
canción mientras estuviera vivo no volvería a grabar más. Para desgracia de
todos no hubo que esperar mucho más, un año después fallecería en un accidente
de circulación en Inglaterra.
Pero el homenaje más recordado no llegaría
hasta más de 10 años después, cuando la música de Buddy, Ritchie y JP había
caído en el olvido. La había escrito un chico que el tres de febrero de 1959
trabajaba como repartidor periódicos y que no pudo contener las lágrimas cuando
vio la noticia en la portada. Era Don McLean y en 1971 grabó la canción que pondría
nombre a la tragedia, American Pie,
la canción sobre el día que murió la música. Pero todos sabemos que la música
no murió aquel triste día. Ese día murieron Buddy Holly, Ritchie Valens y The
Big Bopper pero su música siguió viviendo y 60 años después les seguimos
recordando y pensando como la placa que preside todavía a día de hoy el Surf
Ballroom, "The music lives on,
welcome rock and roll fans to the legendary Surf Ballroom" ("la música sigue viviendo, bienvenidos fans
del rock and roll al legendario Surf Ballroom").