Una de las obras cumbres del rock en español
Por Sergio Ariza
Luis Alberto Spinetta es la figura fundamental del rock argentino, junto a Almendra había sido uno de sus pioneros y había entregado su primera obra maestra, el primer disco de aquella banda, y su canción más recordada, Muchacha (ojos de papel), también había tocado con otras figuras fundamentales como Pappo, Billy Bond o Miguel Abuelo, antes de formar Pescado Rabioso en 1972. Con estos se embarcó en una aventura más hard rock y blues rock, pero en su segundo disco juntos, Pescado 2, comenzó a coquetear con los poetas malditos franceses y con esa manera de expresarse a medio camino entre filosofía y poesía que definiría su estilo desde entonces.
Además, había vuelto a descubrir la acústica, pero sus compañeros en la banda no querían saber nada del nuevo giro de su líder, así que este se quedó solo. Lo increíble del caso es que lo hizo con la mejor colección de canciones de su carrera bajo el brazo (y estamos hablando del mejor compositor rock argentino), unas canciones que giraban en torno a dos ensayos de Antonin Artaud sobre Van Gogh y el emperador romano transgénero Heliogábalo, locura y malditismo se daban de la mano. Así que llamó a su hermano Gustavo a la batería y a sus ex compañeros del Almendra para grabarlas, pero en vez de firmarlo en solitario, decidió utilizar el nombre de banda para demostrar a sus ex compañeros que Pescado Rabioso era él.
Desde el inicio con Todas las hojas son del viento uno tiene claro que está ante una obra colosal. Se trata de una maravilla interpretada con una acústica que podría ser considerada la heredera espiritual del tema más conocido de Spinetta, Muchacha (ojos de papel), no en vano era una canción dedicada a la misma persona, aunque no con la misma guitarra ya que el Flaco le había regalado la Gibson Dove con la que compuso Muchacha a Pappo. Spinetta se dobla la voz con maestría y termina la canción con un sentido solo de guitarra con la Stratocaster roja del 64 con la que grabó este disco.
Cementerio Club es un blues pausado al que sabe sacar todo el jugo, cambiando tempos y luciéndose con su Strato, muy bien acompañado por su hermano a la batería y su ex compañero en Almendra, Emilio del Guercio, con su bajo Repiso de sus tiempos juntos. Y es que este disco que se publicó bajo el nombre de Pescado Rabioso, pero fue el primero (o el segundo según se mire) disco en solitario del Flaco Spinetta también supuso una especie de reunión de Almendra. Con Spinetta grabando Superchería y Las Habladurías del Mundo con Del Guercio y el batería Rodolfo García, haciendo de Artaud algo todavía más especial.
Tras el primer tema eléctrico, Spinetta vuelve a la acústica, esta vez una 12 cuerdas, en la delicada Por, otra maravilla en la que la poesía del Flaco se entreteje en una de esas melodías que parecen no tener sentido pero que acaban emocionando, le sigue Superchería, la primera de las canciones grabadas por Spinetta con sus dos ex compañeros de Almendra, es una delicia con la que deleitarse con las voces de los tres en las estupendas estrofas iniciales, antes de que se embarque en una tormenta eléctrica, ningún tema de Spinetta sin alguna sorpresa, hasta volver a las calmadas aguas iniciales, creando un maravilloso contraste que desembocara en un gran puente en el que vuelve a coquetear con el blues, hasta llegar nuevamente al principio/final con Spinetta gustándose con la guitarra.
La sed verdadera vuelve a traernos a Spinetta en solitario, con otra melodía complicada, acariciada por sus guitarras, tanto acústica como eléctrica. En un momento en el que el rock era la oposición al régimen dictatorial que acababa de terminar en Argentina (pero que seguía sobrevolando en toda Latinoamérica tras el golpe de Pinochet contra Allende, financiado por la CIA), Spinetta se dirige de forma directa al oyente interpelándole para que tome parte y no le deje todo el trabajo al artista: "la paz en mí nunca la encontrarás/ si no es en vos... creíste en todo lo que te di/ y nada salió de vos".
Luego un ligero riff de guitarra acústica comienza uno de los grandes monumentos hechos canción en la historia del rock en castellano, se trata de Cantata de Puentes Amarillos, tras esa maravillosa introducción instrumental Spinetta comienza a cantar en falsete, en uno de los mejores inicios de una canción que este crítico haya escuchado, y comienza a filosofar sobre el surrealismo, el arte y el artista, la poesía, Artaud, el emperador Heliogábalo y Vincent Van Gogh. Spinetta vuelve a ser el encargado de todo lo que suena, guitarra acústica, eléctrica, maracas, platillos y una de las mejores interpretaciones vocales de su carrera. Son casi diez minutos de genialidad cercana a la locura, llena de cambios, riffs y descubrimientos nuevos en cada escucha.
Tras semejante monumento, el Flaco entrega la mejor canción eléctrica del disco, y otra de las grandes de su carrera, Bajan, nuevamente con su hermano y Del Guercio como acompañantes. Su amor por los Beatles encuentra en ella otro ejemplo, con un inicio a la guitarra que podría haber aparecido en Abbey Road, eso sí Spinetta vuelve a demostrar su maestría melódica con una canción que vuelve a serpentear como solo él sabe y en la que entrega frases tan maravillosas como ese "Y además vos queres sol/ despacio también podés hallar la luna". Spinetta se dobla con la guitarra eléctrica y vuelve a demostrar que, además de un compositor prodigioso, era un guitarrista con pellizco.
Comenzamos a vislumbrar el final con A Starosta, el idiota, una canción compuesta al piano que vuelve a brillar por la enorme originalidad de su melodía, siempre libre, y en la que mete un collage de sonidos en el que se puede escuchar el She Loves You de los Beatles y al cantante llorando, tras eso hay un maravilloso puente acústico que desemboca en la parte principal. Puede que sea la canción menos buena del disco, lo que no es otra cosa que la prueba definitiva de la verdadera barbaridad de disco del que estamos hablando.
El final es eléctrico con el inmediato riff de Las habladurías del mundo, una maravilla en la que blues, hard rock y pop se dan la mano como solo lo pueden hacer con un mago de la composición como Spinetta. El Flaco se dobla la voz con la guitarra, con un sonido a medio camino entre Harrison y Santana, mientras que el acompañamiento de Del Guercio y García es telepático. La frase final resume a la perfección el espíritu de su creador: "No estoy atado a ningún sueño ya/ las habladurías del mundo no pueden atraparnos".
Artaud no es solo el mejor disco de la carrera de Luis Alberto Spinetta, es el mejor disco de la historia del rock argentino y uno de los tres o cuatro de los mejores compuestos en español. Eso sí, no hay que olvidar que este gigante del rock iberoamericano tiene varias obras maestras a sus espaldas, desde los dos discos de Almendra, los dos anteriores de Pescado Rabioso o El jardín de los presentes de Invisible. Claro que no hay mejor punto de partida para empezar a perderse por su fascinante discografía que esta genial locura.