Paul confinado

Por Sergio Ariza

Paul McCartney no tiene nada que demostrar, a sus 78 años todo el mundo sabe que estamos ante uno de los compositores más grandes de la historia de la música popular, por eso es interesante verle echando la vista atrás y creando un nuevo volumen de sus discos totalmente en solitario, en los que actúa como Juan Palomo componiendo, tocando y produciendo todo el material.   

   

Las dos primeras partes de esta interesante trilogía llegaron en 1970, nada más dejar a los Beatles, McCartney, y en 1980, tras la disolución de Wings, apareció McCartney II, ahora hemos tenido que esperar otros 40 años, y una pandemia mundial, hasta llegar a este McCartney III en el que el ex Beatle parece pasárselo en grande.     

Los dos primeros volúmenes de McCartney, el I y el II, le vieron flirteando con otros sonidos, el de 1970 le veía en modo lo-fi mucho antes de que esa etiqueta significara algo, mientras que el segundo le veía coquetear con la electrónica como un niño con zapatos nuevos, III no supone un nuevo paso en lo desconocido sino una colección en la que se ha permitido un poco de todo, bellezas acústicas, trallazos hard rock e incluso una arriesgada composición, Deep Deep Feeling, de más de ocho minutos en la que se mete en terrenos R&B experimental.    

     

Creo que el disco se beneficiaría si tuviera un foco más claro, si hubiera decidido centrarse en un estilo, me hubiera encantado escuchar un disco entero de Paul solo con una de sus acústicas, por ejemplo su querida Martin D-28, en una vena similar a los American Recordings de Johnny Cash, también me encantaría escuchar su disco metal, con las herederas de Helter Skelter, como aquella Cut Me Some Slack que hizo con los miembros vivos de Nirvana o el brutal Slidin' que aparece en este disco que deja claro que Macca también tiene un sitio para Queens Of the Stone Age en su tocadiscos. Pero tampoco está nada mal este McCartney III con el que Paul ha disfrutado al máximo.     

Es más, esta vez ha sabido sacar perfecto partido de su envejecida voz, volviéndose a encontrar como intérprete sin sonar forzado. El disco se abre con Long Tailed Winter Bird, una canción que vuelve a aparecer en el final del disco con Winter Bird/When Winter Comes, dándole al disco un sentimiento cíclico. Pero, como decía, el disco es demasiado variado como para que suene totalmente coherente, aun así hay varias canciones de muchos quilates (al fina y al cabo estamos hablando de Paul McCartney) como ese inicio casi instrumental con sabor country folk de la mencionada Long Tailed Winter Bird.    

    

Slidin' 
es una de las joyas del disco, ve reaparecer al McCartney más hard rock, con un riff duro y pesado que parece influido por Josh Homme y que podría haber tocado con una de sus Les Paul del 60 (aunque en los avances en vídeo del disco solo se le ve con una Telecaster y una de sus Epiphone Casino). Le sigue otra pequeña maravilla, la acústica The Kiss Of Venus, que no hubiera estado de más en el Doble Blanco de los Beatles y se cierra con otra caricia acústica marca de la casa, Winter Bird/When Winter Comes.    

Paul McCartney ha aprovechado el confinamiento para demostrar que, por mucho que algunos se empeñen, sigue vivo y en plena forma, cerrando una trilogía con la que ha establecido un vínculo a través de una carrera en solitario que merece más reconocimiento.    

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