Dios salve a los Kinks

Por Sergio Ariza

En un momento en el que el mundo se había vuelto loco con la experimentación, los 'loops', las cintas del revés, la psicodelia y los temas de 17 minutos, Ray Davies decidió que era el momento de tirar de nostalgia y dejarse impregnar por los días de infancia y los recuerdos de una Inglaterra campestre en vías de extinción. Aquí no había viajes, ni LSD, ni largos solos, ni 'jams', solo cerveza, campiña, álbumes de fotos y amigos perdidos.  

El mundo del rock todavía estaba intentando volar por los aires buscando a Lucy y sus diamantes, pero los Kinks tenían los pies bien puestos en el suelo. Tras tres años de prohibición de tocar en EEUU veían como sus compañeros de generación se convertían en estrellas internacionales mientras que ellos se veían recluidos a tocar en el circuito de cabarets. El fin de la banda parecía cercano, de hecho este fue el último disco en el que participó el bajista original Peter Quaife, y el ánimo era melancólico. Ray Davies, el mejor observador de la historia de la música pop, se sentía mayor y le acechaban los recuerdos de su infancia y, a la vez, de otra época en Inglaterra. Tiempos más sencillos en los que tomarse un té o una cerveza en la campiña verde.
 



La idea le venía rondando desde que grabó la canción Village Green en 1966 y decidió guardarla para algo más importante. Una de las cosas que barajaba era hacer un disco en solitario y otra, una especie de opereta pop. Algo de todo eso hay en este disco en el que al final enroló a toda la banda, aunque le salió su álbum más personal y, si cabe, inglés. En una época, los 60, en la que ser joven y moderno era lo máximo al mayor de los Davies le da por defender las viejas tradiciones, las tazas de porcelana, Sherlock Holmes o la virginidad. Con este disco comienza su andadura dentro de los discos conceptuales, con todas las canciones girando en torno a figuras de su infancia en el campo. Un campo que actúa como refugio a la locura de la vida moderna y a la presión de la fama. Musicalmente es una auténtica maravilla con canciones tan grandes como la titular, Picture Book (cuyo riff fusilarían años más tarde Green Day), Village Green, Big Sky, Starstruck o Monica. Claro que más allá de canciones individuales lo que hace de The Kinks Are The Village Green Preservation Society una obra de arte es su valor como conjunto.
 

El disco se abre con la canción homónima, un tema al que Ray se refirió como el “himno nacional” del disco. Las increíbles armonías entre los dos hermanos Davies son memorables con Ray recitando todas las cosas que quiere preservar. La segunda habla sobre un viejo amigo, “un eco de un mundo que conocí hace tiempo” y da una de las claves del disco “la gente cambia, pero el recuerdo de la gente permanece”. En la tercera canción, Picture Book, Ray Davies anunciaba “Imagínate a ti mismo haciéndote viejo”, justo lo contrario de lo que la audiencia del pop y el rock quería hacer, ellos preferían morir a hacerse viejos, iban a vivir rápido y dejar un bonito cadáver, nadie quería mirar el libro de fotos de sus padres.
 



Johnny Thunder
se abría con un riff del que Dave Davies dice que un reconocido fan del grupo, Pete Townshend, utilizó en partes de Tommy. Mientras que Last Of The Steam Powered Trains está construida sobre el Smokestack Lightnin' de Howlin' Wolf, con Dave Davies tocando una Telecaster. Big Sky es otra maravilla de Ray y una increíble interpretación por parte de la banda. Dave Davies no es Jeff Beck pero sabe vestir las canciones de su hermano como nadie, añadiendo pequeñas pinceladas y riffs aquí y allá, dándole más agresividad a sus maravillas pop. Para Wicked Annabella, una canción que también canta, y uno de los pocos momentos que se alejan del espíritu pastoral del disco, Dave Davies utiliza una de sus guitarras más queridas, su Guild Starfire, llena de ‘feedback’ en su amenazante riff, y Quaife es capaz de meter una cita de Bach en su bajo.
 



Luego llega Monica con Ray tocando su Fender Malibu acústica y Dave poniendo los adornos con su eléctrica, para cerrar con la irónica People Take Pictures Of Each Other, “las personas se hacen fotografías para probar que existen realmente”. Una canción que termina con la siguiente frase “cómo amo las cosas como eran antes, no me enseñes más por favor”. Una referencia a los álbumes de fotos y a ver nuestra feliz infancia años después inmortalizada en una foto. Luego una parte altamente coreable, perfecta para cantar en compañía como se hacía en la casa de los Davies cuando Ray y Dave eran pequeños. Y es que en el fondo este disco es el álbum de fotos de Ray, pequeñas instantáneas de su vida, alegres y melancólicas, su particular Innisfree como en ‘El Hombre Tranquilo’. Eso sí, todo en este disco está al servicio de la CANCIÓN, así con mayúsculas, y es que cuando tú líder es uno de los mejores compositores pop de todos los tiempos, hay que rendir tributo al elemento más importante.
 



PD: Y no se puede terminar una crítica de este disco sin hablar del pico creativo que vivió Ray Davies en esos días y la enorme cantidad de canciones que grabó durante esas fechas, como la inolvidable Days que, con el tiempo, alcanzó la categoría de sus grandes clásicos como Waterloo Sunset, Sunny Afternoon o You Really Got Me, con otra melodía maravillosa y una letra que encaja como un guante con los temas de Village Green.

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