Nuevas sonoridades para una fórmula ganadora

Por Sergio Ariza

A The National les costó tres discos descubrir su verdadera voz, pero cuando lo hicieron, en 2005 con Alligator, encontraron la fórmula perfecta para fusionar su música pulida, melancólica, madura y elegante con las pesimistas letras y la voz de barítono de su cantante, Matt Berninger. Durante los siguientes discos fueron perfeccionando dicha fórmula en los que puede que sean los tres más brillantes de su trayectoria Boxer, High Violet y Trouble will find me. Ahora acaban de publicar, Sleep well beast, su séptimo disco y a esa fórmula mágica le añaden nuevas cosas intentando evitar la repetición, con mayor peso electrónico y con solos de guitarra. Al final han conseguido otro disco notable a añadir a una de las carreras más interesantes del siglo XXI.  

Los componentes de The National ya están en sus 40 y eso se nota en un disco que habla sobre los problemas de las relaciones de largo plazo, Berninger ha colaborado con su mujer Carin Bessner en las letras y les ha salido un disco que parece hablar de ruptura. Con tanta convicción que el cantante ha tenido que salir al paso y declarar que su relación marcha perfectamente. Pero, como decíamos, este es un disco maduro, una etiqueta que ha acompañado a la banda desde siempre, y es que Berninger era de los que ya parecía tener 40 a los 20 años. Así que, como cabría esperarse, haber madurado les ha sentado fenomenal y vuelven a entregar una gran colección de canciones agridulces y calmadas. Hay quien quiere llamarlas aburridas pero eso es porque solo las han escuchado una vez, como bien dice su compositor principal, Aaron Dessner, sus canciones son como 'patitos feos' que parecen extrañas y, con el debido tiempo, terminan convirtiéndose en bellos cisnes. Esto es porque la banda suele evitar los arreglos y los estribillos simples, siendo su música bastante más intrincada de lo habitual.
 

En este disco hay varios ejemplos, además Dessner ha decidido dar mayor peso a sintetizadores y otros elementos tecnológicos sin menoscabar la fuerza del grupo, comenzando por el increíble batería que es Bryan Devendorf, que sigue siendo el motor musical. Pero, a pesar de esto, los Dessner han ganado más peso en la banda llegando a meter solos en varias de sus canciones, algo que era bastante extraño hasta ahora. Puede que la influencia de su bonito homenaje a Jerry Garcia y los Grateful Dead haya tenido algo que ver, aunque sus improvisaciones son mucho más concisas que los largos viajes en los que se adentraba Garcia. Los mejores ejemplos están en el catárquico solo del single de presentación, The System Only Dreams In Total Darkness, en el que Aaron Dessner se luce con su Jazzmaster del 63 a través de un amplificador Fender Champ de finales de los 50, o en las extrañas notas que surgen de su Telecaster de finales de los 60 en la canción que le da título. Claro que su hermano gemelo Bryce también tiene momentos para demostrar su pericia como en la hermosa Carin At The Liquor Store.
 



Pero, más allá de estos nuevos toques, la antigua fórmula se sigue mostrando totalmente válida en canciones tan intensas como The day I die, Guilty party o Dark side of the gym, en la que hay un cambio instrumental muy años 50 que es una preciosidad. Aunque también hay tiempo para probar otras cosas como en Turtleneck, la canción más rock, con los Dessner desatados, de su trayectoria, o esos toques electrónicos que hay en Walk it back o Sleep well beast, la canción que cierra el disco. 
 

En definitiva, un disco en el que se nota el tiempo invertido, cuatro años desde Trouble will find me, y la búsqueda de nuevos toques para no anquilosarse y seguir sacando partido a una fórmula ganadora a la que han demostrado absolutamente duradera.


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