El resurgir del blues rock
Por Tom MacIntosh
"Señoras
y señores, desde Austin, Texas, ¡Stevie
Ray Vaughan y Double Trouble!” Esta era la
introducción habitual para uno de los más notables guitarristas de blues de
todos los tiempos. En una carrera que duró solo siete años, antes de su trágica
muerte en un accidente aéreo en 1987, Vaughan (SRV) fue el responsable del
'revival' blues en los 80, y su legado es materia de leyenda.
Nacido un 3 de octubre de 1954 en Dallas,
Texas, Stevie, siguiendo los pasos de su hermano Jimmie Vaughan, cogió una guitarra a los siete años y no volvió a
mirar atrás. Practicó sin descanso las canciones de sus héroes, de Albert King y Muddy Waters, a Jimi Hendrix y Lonnie Mack, dejó la escuela a los 17 y se dispuso a labrarse un
nombre para sí mismo y su guitarra.
En esta fecha de su cumpleaños (habría
cumplido 63 el 3 de Octubre), echamos una mirada al disco que le introdujo al
gran público y contribuyó enormemente al resurgimiento del blues, en particular
del blues/rock de guitarra: Texas Flood.
Este fue el primer disco con su banda Double Trouble, cuyo nombre venía de una
canción de Otis Rush y estaba
compuesta de dos secundarios de lujo, Chris
Layton a la batería y Tommy Shannon
al bajo. Así que pasemos a escucharlo...
El tema que lo abre es Love Struck Baby, un tributo claro a Chuck Berry, otro de sus ídolos,
que es prácticamente una réplica del Johnny
B. Goode, con su sabor rockabilly. Es una cancioncilla comercial para los
nuevos entusiastas del blues. El segundo corte, Pride and Joy, es clásico SRV, con un 'groove' de bajo brillante y
un ‘riff’ al comienzo que define, para bien, el sonido de la banda. La mayoría
de su trabajo lo grabó con una Fender Stratocaster, siendo su favorita una con
un cuerpo del 63, un mástil del 62 y pastillas del 59, a la que llamaba la
'Número Uno'... "Me gusta la fuerza
de su sonido. Cualquier guitarra que toque tiene que ser bastante versátil.
Esta tiene un tono grande y fuerte y puedo hacer cualquier cosa con ella".
La canción titular, Texas Flood, ha sido descrita como una de sus mejores. La canción
está entrelazada con unos 'licks' bestiales que van puntuando su voz. Una voz
'Claptonesca' en tono y timbre, una que complementa su habilidad con la
guitarra. El tercer corte es una versión del Tell Me de Chester Burnett
(Howlin’ Wolf), una electrificante canción
de R&B. El disco contiene unas pocas versiones como Testify, de los Isley
Brothers (con Hendrix a la guitarra), un instrumental que pone a SRV en una
categoría a la que llegan muy pocos. Su maestría con el instrumento es
envidiable e inspiradora al mismo tiempo. Otra versión es el Mary had a little lamb de Buddy Guy, y Dirty Pool, un esfuerzo conjunto coescrito entre SRV y Doyle Bramhall, un colega tejano.
El segundo instrumental del disco es Rude Mood, una pieza rápida que es muy
divertida de escuchar pero no tanto de tocar; y es que la complejidad de sus
'riffs' la hacen difícil de copiar. En el medio hay un brillante duelo entre el
bajo de Shannon y la guitarra de Stevie, que es una delicia de escuchar.
El disco es una gema de dos maneras distintas,
primero, volvió a poner el blues rock de guitarras en la picota y, segundo,
prueba su compromiso para perfeccionar un sonido que refleje el amor por tocar
la guitarra que toca, "si no puedo
amar a mi chica, entonces no puedo vivir otro día" (como dice la letra
de I'm Cryin'). Algunas de sus otras
chicas eran una Gibson ES-335, una Tokai TST 50 o una Epiphone Riviera de 1963,
y, por supuesto, su Composite Fender Stratocaster 'Lenny', por mencionar solo
unas pocas.
Lo que nos lleva a Lenny, la última canción. Es un dulce homenaje, un beso, a su mujer
de aquel entonces, Lenora Darlene Bailey,
quien, con la ayuda de algunos amigos, le compró esta Strato de 1965 en una
tienda de empeños en 1980 por 300 dólares, ella sabía lo mucho que la quería,
con su incrustación de mandolina de 1910 justo debajo del puente, le llegó al
corazón y se convirtió la guitarra que tocaría como el amo durante la mayor
parte de su carrera en lo más alto.
Texas
Flood es recordado, con toda la razón, como el disco
definitivo de SRV, es una obra maestra en sonido y estilo.