Willie Nelson y Trigger, la historia de amor de un hombre y una guitarra

Por Sergio Ariza

La historia de la música está llena de leyendas sobre guitarristas y sus guitarras, B.B. King y Lucille, Eric Clapton y ‘Blackie’ o Peter Green y ‘Greenie’, pero ninguna es tan icónica como la que une a Willie Nelson (nacido un 29 de abril de 1933) con su guitarra Trigger. Juntos desde hace 48 años, Nelson ha permanecido fiel a su guitarra a pesar de que, como él mismo afirma, “los dos somos bastante viejos, tenemos unas cuantas cicatrices aquí y allá, pero todavía nos las arreglamos para sonar decentemente de vez en cuando”. Su fidelidad es tal que, desde hace varios años, Nelson ha reconocido que el día que Trigger se rompa se retirará de la música.  

En una historia como la suya lo que correspondería es que hubiera sido amor a primera vista pero su encuentro fue totalmente casual. Corría el año 1969 y Nelson utilizaba principalmente una Baldwin clásica electrificada con un ‘pickup’ Prismatone. Durante un concierto la dejó un momento en el suelo y un borracho la pisó por accidente. Encariñado con ella la mandó a un lutier de Nashville para ver si la podía arreglar. Al poco recibió una llamada informándole de que no podía hacer nada por ella y ofreciéndole una Martin N-20 clásica con cuerdas de nilón por 750 dólares. Sin haberla visto, ni oído, Nelson lo consideró una ganga y decidió aceptar la oferta, no sin antes pedirle que utilizara el ‘pickup’ de la Baldwin para poder amplificar su sonido. Nunca antes una historia de amor tan profunda tuvo un comienzo menos prometedor. Cuando la recibió quedó encantado con su sonido, que le recordaba al de su héroe de las seis cuerdas, Django Reinhardt, y decidió llamarla ‘Trigger’ (gatillo) como el caballo de su ídolo de la infancia, Roy Rogers. Todavía no lo sabía pero sobre aquella guitarra moldearía el sonido que le convertiría en una estrella y en uno de los iconos de la música country.
 

 

En 1969 Nelson estaba lejos de ser un novato en el mundo de la música, había grabado su primera canción en 1956 y, a principios de los 60, se había convertido en uno de los compositores más importantes de la historia del country con canciones tan emblemáticas como ‘Night life’, que fue un éxito para Ray Price, ‘Funny How Time Slips Away’, grabada por Billy Walker, ‘Pretty paper’ para Roy Orbison o, por encima de todas, la magistral ‘Crazy’ que encontró su intérprete ideal en la maravillosa voz de Patsy Cline. Pero su carrera como intérprete no terminaba de despegar y, lo que es peor, parecía ir declinando, encorsetado en el restrictivo sonido Nashville. Cuando Trigger hizo su primera aparición en un disco fue en ‘My Own Peculiar Way’, el noveno de la carrera de Nelson. Como no podía ser de otra forma, es la encargada de abrirlo pero termina siendo enterrada en el típico sonido meloso de la capital mundial del country. Como se puede ver en la portada, un Willie afeitado y con el pelo corto, vistiendo un jersey con cuello alto, todavía no ha encontrado ni su propia voz ni su imagen.
 

1970 tampoco fue un buen año, sus ventas siguieron descendiendo, una gira casi le deja en bancarrota, su segunda mujer le pide el divorcio tras enterarse que va a ser padre con otra mujer y, para colmo, su rancho en Tennessee se quema. En medio de las llamas Willie entró heroicamente en su vivienda para salvar las dos únicas cosas que no quería perder, una bolsa llena de marihuana y su querida Trigger. Lo consiguió. Tras esta serie de desdichas decidió que había llegado el momento de un cambio, dejó Nashville y volvió a su Tejas natal, donde se compró un rancho en Bandera, se casó por tercera vez y comenzó a escribir nuevas canciones inspirado por el acercamiento a la música de raíces de músicos rock como Bob Dylan o The Band. Al poco tiempo volvió a Nashville para grabar el mejor disco de su carrera hasta ese momento. Se trataba de ‘Yesterday’s wine’, su primer disco conceptual en el que aparecían canciones tan buenas como la titular o la autobiográfica ‘Me & Paul’, donde ya estaba el sonido que le haría grande, su frágil pero ágil voz, Trigger, un bajo y una sencilla percusión. A pesar de todo el éxito siguió esquivándole y, desengañado, decidió abandonar el mundo de la música.
 

Tras un breve periodo en el que estuvo criando cerdos en su granja, Willie se trasladó a Austin, donde encontraría el lugar ideal para encontrar su verdadero yo. Al poco de llegar se dio cuenta de que muchos jóvenes consumidores de rock estaban escuchando country tras esa vuelta a las raíces que habían liderado Dylan, Neil Young, Grateful Dead o la Creedence. De repente vio una oportunidad y se lanzó a tumba abierta a por ella, volviendo a actuar y cambiando su rígida imagen de Nashville por la de un forajido rock, dejándose crecer el pelo y la barba, vistiendo vaqueros y camisas, además de la mítica bandana. El lugar en el que llevaría a cabo su toma de la ciudad fue el Armadillo World Headquarters, un club en el que ya había tocado gente como Ry Cooder, Zappa o Captain Beefheart, pero que se convertiría en la Meca del nuevo sonido Austin un 12 de agosto de 1972 cuando Nelson y su banda se subieron al escenario para deleite de dos audiencias contrapuestas hasta aquel momento, hippies y rednecks.
 

Nelson había vuelto a reclutar a algunos antiguos miembros de su banda de directo como su hermana Bobbie, Bee Spears al bajo o el fiel batería Paul English (el Paul de ‘Me & Paul’) y había traído sangre nueva como el armonicista Mickey Raphael y el guitarrista de Merle Haggard, Jody Payne. Se les conocía como The Family y acompañarían a Nelson durante las siguientes décadas. La noticia de su vuelta no pasó desapercibida y consiguió un contrato por parte de una discográfica tan poco cercana al country como Atlantic.
 

Su fichaje fue una apuesta personal de uno de los mandamases de la compañía, Jerry Wexler que le produjo personalmente dos discos fundamentales, ‘Shotgun Willie’ en 1973 y ‘Phases and Stages’ al año siguiente. En el primero Willie hace saltar por los aires las finas líneas que separan al country del blues con varios solos de Trigger, para rematar se une la sección de vientos más funky del mundo, los Memphis Horns, y la influencia de Django resuena en ‘She’s not for you’. El country se airea y se mezcla con la actitud rock, el fraseo jazz y el poderoso soul. En el segundo entrega una obra maestra conceptual en la que aborda un divorcio desde el punto de vista de ella, las 5 primeras canciones, y de él, las 5 restantes. Ninguno de los dos es un gran éxito pero cualquiera con los oídos abiertos puede entender que Nelson se ha encontrado a sí mismo y ha creado un nuevo género. Estimulado por la libertad de su amigo, Waylon Jennings negocia un nuevo contrato con su compañía que le da total libertad creativa y aparece ‘Honky Tonk Heroes’, el ‘outlaw country’ ha nacido.
 

Austin se convierte en una especie de Meca musical pero mucho más libre y menos controlada que Nashville, con gente como Doug Sahm, Townes Van Zandt o Jerry Jeff Walker. Allí es donde se comenzó a hablar de estos forajidos que no seguían las reglas y tocaban su música sin los encorsetamientos de Nashville, esa relajación también se veía en su aspecto, pelos largos, vestimentas hippies, además la marihuana ya no se fumaba a escondidas. En el centro de esa reinvención, en la parte musical, puso a Trigger, ahora a sus raíces country y su actitud rock se sumaba la alargada sombra de su guitarrista favorito de todos los tiempos, Django Reinhardt. Sus solos sonaban totalmente nuevos, con una guitarra clásica amplificada y tocada con púa.
 

Pero si Trigger tiene un disco en el que luce más ese es 'Red headed stranger', la gran obra maestra de Willie Nelson, una obra conceptual sobre un personaje, el predicador, totalmente ‘fordiano’ que se convirtió en algo así como el ‘Sgt. Pepper’s’ de la música country. Es un disco en el que la voz de Nelson y Trigger son el foco principal, su música se había ido despojando de todas las demás capas hasta quedarse en su esencia más pura, Willie y Trigger, el cowboy y su caballo. Fue el disco que le convirtió en la estrella que conocemos hoy e incluía su primer número uno, ‘Blue Eyes Crying in the Rain’.
 

Aprovechando el éxito, al año siguiente apareció el disco recopilatorio ‘Wanted! The Outlaws’ en el que se recopilaban viejas canciones de Nelson o Jennings, y que se convirtió en el primer disco country que vendió más de un millón de discos. Los siguientes años verían la aparición de discos tan interesantes como ‘Waylon & Willie’ o ‘Stardust’ donde Nelson demostraba que era un culo inquieto, dejando de lado por un momento el ‘outlaw’ para recrear con originalidad, y Trigger, lo mejor del ‘American Songbook’ (básicamente lo que está haciendo ahora mismo Dylan).
 

 

Las siguientes décadas le consolidarían como la cara visible del country y el hombre con el que poner de acuerdo a un ‘Ángel del infierno’ y a tu abuela. Su carrera y su idilio con Trigger siguieron funcionando perfectamente. El único momento de duda fue cuando a principios de los 90 la hacienda estadounidense le reclamó varios millones. Como años atrás Willie salió al rescate y, pensando que le iban a embargar todas sus posesiones, raptó a su propia guitarra y la mandó con su hermana a Hawai. Como compensación Trigger le ayudó a resolver su deuda siendo la protagonista del disco que hizo para saldarla, ‘The IRS Tapes: Who'll Buy My Memories?’.
 

Y es que, a pesar del enorme agujero junto al puente tras años de tocar una guitarra clásica con púa, Willie Nelson sabe que su carrera está totalmente ligada a su guitarra. Cuando Trigger se rompa o deje de sonar se retirará, pero su relación es tan simbiótica que da la impresión que Trigger seguirá sonando hasta que el cuerpo de Nelson diga basta y entonces se desintegrará sola… esperemos que sea dentro de muchos años.    



(Imágenes: ©CordonPress)

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