Seven Moons Live Songs From The Road (2009/2015)
Jack Bruce & Robin Trower
Canciones desde y
para la carretera. ¿Te gusta conducir? Si tu respuesta a la pregunta del
anuncio es afirmativa, dos leyendas te echan una mano desde el equipo de
música, aunque en realidad da igual que estés montado en un coche o estés
haciendo equilibrios en el Metro. Junto a los grandes lanzamientos de este cálido
enero -al menos en esta parte del mundo- se cuelan reediciones como la de Seven Moons Live en la colección Songs From The Road, un disco
relativamente reciente, 2009, para el que sumaron fuerzas dos pioneros de la
guitarra, Jack Bruce y Robin Trower, y uno de los mejores
baterías de entonces y del momento, Gary
Husband, actualmente con John
McLauhglin.
La reedición de
2015 exige su lugar en nuestro Jukebox por venir acompañada del DVD del
concierto que grabaron en Nimega (Holanda) a finales de un febrero de hace unos años, durante la escueta gira europea de presentación de Seven Moons. En realidad es su versión en directo -la que realmente
nos interesa- y del pasado sólo suenan un memorable Sunshine Of Your Love y otra joya como White Room en las que Trower
le hace los honores a Eric Clapton.
Sin olvidar a Husband rememorando a Ginger Baker.
En lo que nos
concierne a Guitars Exchange, doble
de bajo y guitarra. Ninguno necesita presentación histórica, ellos son
Historia. Empezaron a escribirla con Cream
y Procol Harum en la primera
glaciación del rock, dos dinosaurios que sobrevivieron a la extinción de los de
su especie y fueron capaces de sumar fuerzas en pleno siglo XXI para dar una
penúltima lección de rythm & blues. Bruce,
desgraciadamente, falleció de una dolencia hepática en marzo de 2014.
En un disco que
conceptualmente era obra del incansable Jack
Bruce, el papel de Robin Trower
fue el de dar lustre a su inseparable y personalizada Stratocaster -el modelo
de Fender que lleva su firma-. A sus 71 años demuestra un envidiable estado de
forma y una mente ágil. Y Jack Bruce,
dos años mayor que él, no se lo puso fácil con su no menos exclusivo bajo que
le fabricaban los alemanes de Warwick.
Un bajo rotundo y
una guitarra sin ‘aditivos’. Pese a la enorme distancia temporal, el trío que
se subió al escenario en Nimega consiguió recrear durante un instante
irrepetible la hipnótica atmósfera cargada de humo y olor a marihuana de los
setenta, esa que es imposible en nuestros asépticos clubes de hoy. Y sin humo y
una barra en la que apoyarse quizá viviremos más, pero el blues nunca volverá a
‘saber’ igual.