Su obra esencial en solitario

Por Sergio Ariza

En 1971 los Grateful Dead publicaron su segundo disco en directo, titulado Grateful Dead aunque conocido como Skull and Roses, y la recepción fue muy buena. Para ese momento ya se empezaba a hablar de los Deadheads, la gente que les seguía por todo EEUU para ver todos sus conciertos, y la compañía discográfica vio que había mercado para muchas cosas relacionadas con esta banda, así que les dio vía libre para publicar discos en solitario. El primero en ponerse a ello fue el líder de la banda, Jerry Garcia, que en el verano de 1971 grabó su primer disco en solitario, este notable Garcia, que se publicaría en enero de 1972.   

    

Es imposible separar este disco de los dos discos de estudio de Grateful Dead que le precedieron, Workingman's Dead y American Beauty, pues sigue por los mismos caminos de vuelta a las raíces y coqueteos con el country y todo el folklore americano. Eso sí, es un disco más experimental, donde Garcia se toma ciertas licencias. Además, a pesar de que varias de sus canciones pasaron a formar parte del repertorio de los Dead, es un verdadero disco en solitario con Garcia haciéndose cargo de todos los instrumentos, a excepción de la batería, de la que se encarga su compañero de banda, Bill Kreutzmann. Este hecho le separa de los discos en solitario de Mickey Hart, Rolling Thunder, y, sobre todo, de Ace de Bob Weir, que fueron grabados por toda la banda y aparecieron también en 1972.
   

Deal
abre el disco con el mismo boogie que Truckin', un ritmo trotón sobre el que Garcia se luce con la guitarra, llegando a utilizar el slide. Bird Song viaja a los 60 para despedirse de una compañera caída, Janis Joplin. Se trata de una de las canciones en las que, por un breve momento, los aires campestres de comienzos de los 70 se mezclan con los efluvios psicodélicos de los 60. Luego llegamos a Sugaree, una de las mejores canciones de su carrera, una que iba a convertirse en una de las más tocadas por su banda, Grateful Dead, y en la que su peculiar sonido de guitarra se consigue a través de pasar la guitarra de Garcia, posiblemente la Strato del 57 que le regaló Graham Nash, a través de un Leslie.
   

 

    

Luego llega otra de las maravillas del disco, Loser, con una gran letra de su colaborador habitual, Robert Hunter, sobre un jugador de cartas de esos que podrían citar a Albert King, "si no fuera por la mala suerte, no tendría suerte alguna". Es el cierre de una primera cara sobresaliente. La segunda se abre con el único momento bajo de todo el disco, el collage de canciones formado por Late for Supper, Spidergawd y Eep Hour, una empanada mental progresiva que termina con Garcia al piano acompañado por Kreutzmann, con unos bellos toques de pedal steel de Garcia que (casi) salvan todo el experimento.
   

Lo mejor de todo es que de esa ‘jam’ final surgió la última maravilla del disco, la preciosa The Wheel, en la que volvemos al Garcia maestro del pedal steel . A pesar de que los Dead la interpretaron varias veces en directo, nunca llegaron a atrapar la magia de la grabación original. Su control del volumen y el delay es absoluto y lo que consigue aquí demuestra que cuando Garcia se ponía al pedal steel la magia no tardaba mucho en aparecer. Es la mejor canción de la segunda cara seguida de la angelical To Lay Me Down, otra colaboración con Hunter.
   



Este disco podría estar a la altura de aquella magistral dupla de los Dead de la que escribía al principio si en vez del indulgente experimento que es Late for Supper/Spidergawd/Eep Hour lo hubiera cambiado por Playing In The Band, One More Saturday Night y Cassidy del disco en solitario de Weir. Hecho ese cambio estaríamos hablando del mejor disco de los Dead después de American Beauty, sin él estamos hablando del disco en solitario fundamental de la carrera de Garcia.
   

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