Recuperando la magia

Por Sergio Ariza

En 1973 Paul McCartney había sacado cuatro discos de estudio y varios sencillos tras la separación de los Beatles pero nadie le tomaba muy en serio, los críticos la habían tomado con él, y mientras sus dos primeros discos no merecían el escarnio, los dos siguientes no estaban a la altura de un compositor de su talla. Por otra parte, a pesar de vender mucho, George Harrison era el ex Beatle más exitoso, mientras que John Lennon se había ganado el respeto crítico gracias a sus dos primeros discos en solitario.   

    

Además existía la sensación de que el bajista era el responsable de la separación de los 'Fab Four', no en vano fue él el que la anunció y el que se encontraba solo contra sus tres ex compañeros que se habían alineado con Allen Klein. Pero ese año todo empezó a cambiar, Lennon, Harrison y Ringo Starr demandaron a Klein y McCartney vio esto como una victoria moral, tras años enfrentado a sus tres mejores amigos. Así que vio que había llegado el momento de volver por la puerta grande y demostrar a todo el mundo quién era Paul McCartney, llegando a afirmar a su mujer Linda "o me rindo y me corto el cuello o recupero mi magia".
   

No hace falta decir que, si hubiera sido una película de ciencia ficción, en ese momento hubieron empezado a salir estrellas y rayos de colores del cuerpo de McCartney, pero, como no era una película, lo que empezaron a brotar fueron algunas de las mejores canciones de su carrera en solitario, algunas como, sobre todo, la canción titular, pero también Jet, Let Me Roll It, Bluebird o 1985 a la altura de sus clásicos con los Beatles. Recuperada la ambición McCartney comenzó a ensayar el material con su banda de aquel momento, Wings, que se componía de su mujer Linda a los teclados y los coros, Denny Laine a la guitarra rítmica, Henry McCullough a la guitarra solista y Denny Seiwell a la batería. Pero al poco de comenzar McCullough se largó y poco después le siguió Seiwell.
    

     

McCartney había decidido irse a grabar a un lugar exótico y se había decantado por Lagos, en Nigeria, sin pensarlo mucho. Cuando llegaron allí se encontraron con un país que acababa de salir de una guerra civil y estaba gobernado por un régimen militar. Por si fuera poco, el estudio no tenía las mejores condiciones y había barrios que era mejor no pisar. Aun así, los McCartney los pisaron, siendo robados a punta de cuchillo y llegando a perder varias letras escritas y cintas con demos de las canciones. Por si no fuera suficiente, al poco de llegar apareció por el estudio Fela Kuti hecho una fiera pensando que la estrella de rock blanca venía a hacer algo que les estrellas musicales blancas llevaban haciendo mucho tiempo, apropiarse culturalmente de la música hecha por músicos de color, en este caso la suya, el irresistible 'afro-beat'. En este caso no había nada de eso y McCartney le puso varias demos a Kuti para tranquilizarle, este vio que no había tal apropiación y los dos se hicieron amigos, con Kuti invitando a McCartney y a su esposa a una de sus actuaciones en el Shrine de Lagos, que McCartney todavía recuerda emocionado.
   

El caso es que Kuti no tenía por qué preocuparse porque McCartney había decidido mirar atrás sin ira y buscar inspiración en sus últimos trabajos con los Beatles. Ahora que se había enterrado el hacha de guerra entre los de Liverpool McCartney decidió retomarlo donde lo había dejado, la gloriosa segunda cara de Abbey Road. Y es que si musicalmente recuerda a algo este Band On The Run es al último disco que grabaron los Beatles y a esa segunda cara en la que McCartney unía varias canciones, retomando temas de otras canciones y empalmando unas con otras. El mejor ejemplo es la canción titular, una de las mejores canciones firmadas por McCartney y, si no existiera Maybe I'm Amazed, la mejor de su carrera en solitario. El título lo cogió de una frase de Harrison en una de las reuniones empresariales de los Beatles en 1969, otro guiño hacia su glorioso pasado y demuestra que, a pesar de que se había quedado sin guitarrista solista y batería, McCartney se las valía perfectamente por sí mismos (no deberíamos olvidar que cuando Lennon dijo aquello de que Ringo ni siquiera era el mejor batería de los Beatles, debía estar pensando en Paul).
    

      

Desde el momento en el que suena el riff de guitarra que abría la canción, y el disco, con ese sintetizador respondiéndole uno tenía la certeza de que la magia había vuelto. Pero es solo el comienzo de una de esas mini suites de canciones que tan bien se le da empastar, con esa primera parte dando paso a una gran pieza rock y convirtiéndose en uno de esos ‘sing alongs’, con un ligero toque country, que tan bien se le dan a McCartney.    

El resto de la primera cara era puro caviar, con la potente Jet, a medio camino entre gema power pop e irresistible glam rock, donde McCartney pone un ritmo intenso en su bajo Rickenbacker 4001 y le añade una de esas melodías marca de la casa para una de las canciones más contagiosas, y ya es decir, de su carrera. La hermosa Bluebird, una delicada bossa nova para poner al lado de sus grandes temas acústicos como Here, There And Everywhere o Blackbird, luego llega Mrs Vanderbild, con una de esas contagiosas líneas de bajo marca de la casa, y se cerraba con Let Me Roll It, lo más cercano que ha sonado nunca del Lennon en solitario, un riff cortante de guitarra y una voz rasgada con eco (claro que si Lennon podía imitarle a él con Imagine, él también podía hacer lo propio).
     

     

La segunda cara estaba ligeramente por debajo, lo que no quiere decir que no fuera otra maravilla. Mamunia era una especie de tema afro-soul con una deslumbrante ligereza, mientras que No Words era una colaboración entre McCartney y LainePor su parte, Picasso's Last Words (Drink to Me) es una prueba evidente de la desarmante facilidad de McCartney para componer canciones, la escribió en Jamaica en menos de 20 minutos después de que el actor Dustin Hoffman le dijera que no se creía que McCartney podía escribir una canción sobre "cualquier cosa". Hoffman le pasó el periódico donde venía la noticia de la muerte de Pablo Picasso y las últimas palabras que había pronunciado "Drink to me, drink to my health. You know I can't drink anymore". Además de ganar una apuesta, la canción le sirve para unir un poco más el disco con un excelente arreglo orquestal y breves apariciones de dos canciones de la primera cara, Jet y Mrs Vanderbilt. El disco se cerraba con la espectacular Nineteen Hundred and Eighty-Five, sobre un marcado piano, una melodía adrenalítica y un espectacular final con solo de guitarra incluido (cortesía del propio McCartney con, posiblemente, su Epiphone Casino o su Dan Armstrong transparente) y una orquesta al completo uniéndose. Al final McCartney regresa al principio y acaba volviendo al tema de Band On The Run.
   

Lo había conseguido, crítica y público cayeron rendidos ante el disco y Paul se convirtió en el Beatle de más éxito. Ese mismo año llegó la reconciliación definitiva con Lennon y las cosas volvieron a ir de color de rosa para el Beatle más optimista, eso sí, McCartney no volvería a sentir ese aguijonazo de ambición y competitividad en el resto del su carrera. Las grandes canciones siguieron llegando, normal en alguien al que las melodías le salen con una insultante facilidad, pero ningún disco volvería a alcanzar los niveles de este o el infravalorado Ram
   

Galería de foto