Tartas americanas y noches estrelladas

Por Sergio Ariza

Don McLean era un folkie, discípulo de Pete Seeger y con un debut a sus espaldas que no había escuchado nadie, hasta que decidió grabar la canción que había compuesto sobre la tragedia que había sucedido cuando era un adolescente y repartía periódicos a la salida del colegio, la muerte en accidente aéreo de Buddy Holly, acompañado por Ritchie Valens y JP Richardson, mejor conocido como The Big Bopper. McLean partió de aquel día, 3 de febrero de 1959, y lo bautizó como "el día que murió la música" (algo que ha quedado marcado a fuego), para luego recorrer la siguiente década en EEUU, tanto a nivel social como musical, pero también desde una perspectiva personal. La canción resultante, American Pie, sería la obra por la que sería recordado por siempre jamás...   

"Hace mucho, mucho tiempo", así comenzaba, como si se tratara de un cuento, la canción con el estribillo más perfecto para cantar a coro y es que American Pie era una canción comunal, hecha para lamentar la pérdida de la inocencia de toda la sociedad americana, y cómo se pasó de la jovialidad de Peggy Sue a los terribles sucesos del Festival de Altamont en los que un hombre fue asesinado por los Ángeles del Infierno. En ella aparece de todo, desde el derrocamiento de Elvis a manos de Bob Dylan, que recibe aquí el calificativo del "bufón", con el consecuente paso de los 50 a los 60, la aparición de la psicodelia con los Byrds y su Eight Miles High, el acontecimiento que supuso la aparición del Sgt. Pepper's de los Beatles, Janis Joplin y finalmente los Stones en Altamont: "Y mientras las llamas subían a lo alto de la noche para encender el rito del sacrificio, vi a Satanás riendo con deleite".
  

  

El caso es que McLean quería tocar aquella interminable canción, se iba casi hasta los nueve minutos, con el único acompañamiento de su Martin D-28, pero el productor, Ed Freeman, al que había contratado el propio McLean porque le había gustado lo que había hecho en el último trabajo de Tom Rush, le convenció para que la grabara con una banda al completo, fue así como se sumaron David Spinozza a la guitarra eléctrica, Paul Griffin al piano, Bob Rothstein al bajo y Roy Markowitz a la batería. Juntos ensayaron la canción durante dos semanas hasta dar con el arreglo final y finalmente la grabaron. McLean quería un sonido en directo, así que hicieron 20 tomas tocando todos a la vez, pero el cantante cambiaba su forma de cantarla en cada versión, así que Freeman decidió coger varias partes de cada toma para dar con el resultado final.
   

Lo curioso es que esta canción, ahora absolutamente mítica (no duden en ver la hilarante versión que hizo 'Weird' Al Yankovich, cambiando la letra para ajustarse a La Guerra de las Galaxias), estuvo a punto de no ver la luz. Y es que, mientras la grababan, el sello en el que estaba McLean, Mediarts, quebró y fue absorbido por United Artists, y allí no se pensaba que una canción de nueve minutos, por muy pegadiza que fuera, tuviera mucho recorrido comercial. Al final les consiguieron convencer, aunque primero sacaron una versión recortada de la canción, así que no fue hasta que apareció el disco que varios DJs comenzaron a pincharla y a difundir las primeras, de entre millones, teorías sobre su letra.
  

   

Al final la canción se convirtió en un éxito e hizo una estrella de su autor, eso sí, durante mucho tiempo este se negó a dar su propia interpretación de la letra añadiendo la que puede que sea la mejor explicación de la misma: "Lo que significa American Pie es que no tengo que volver a trabajar en mi vida si no quiero".
   

Pero el disco escondía otra canción, casi, a la altura de la que le dio título. Se trataba de Vincent y era un agridulce homenaje al pintor Vincent Van Gogh y a una de sus grandes obras maestras, La Noche Estrellada. No es tan críptica, ni tan memorable, como American Pie, pero es una verdadera preciosidad, con poco más que su voz, su Martin y un arreglo de cuerdas al final.
  

   

El resto del disco no está a la altura de sus dos momentos más conocidos, aunque Empty Chairs es la que más se acerca a esas maravillas por las que siempre será recordado, no en vano es la canción que llevó a Lori Lieberman a comenzar a componer la letra de Killing Me Softly With His Song tras verle cantarla en directo. También están Everybody Loves My Baby, que es una especie de versión más animada de la melodía de American Pie, y Crossroads que se asemeja a la de Vincent pero tocada al piano.
   

El disco salió al mercado un 24 de octubre de 1971 con una dedicatoria especial para Buddy Holly, el hombre que le había inspirado para componer su canción más conocida, en ese momento, como cantaba en la canción titular, apenas era un recuerdo ("Bajé a la tienda sagrada donde había escuchado la música años antes, pero el hombre de allí dijo que esa música ya no sonaba") pero gracias a este disco y la aparición, poco después, de la película American Graffiti su figura volvió a resurgir, convirtiéndose en el símbolo de una época, los 50, y un país, EEUU.
  

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