Las 10 mejores canciones de The Cure
Por Sergio Ariza
El primer concierto de Robert Smith fue el Festival de la Isla de Wight de 1970, el mismo en el que Jimi Hendrix dio una de las más recordadas, y últimas, actuaciones de su vida. Normal que el pequeño Smith, que en ese momento tenía solo 11 años de edad, decidiera que Hendrix era el más grande y decidiera convertirse, en ese mismo momento, en guitarrista y cantante. No fue, ni mucho menos, el único al que el Salvaje Ángel Azul puso una guitarra entre las manos pero, desde luego, fue uno de los más originales. Mientras otros decidieron contentarse copiando al maestro, Smith buscó un sonido totalmente diferente y logró un sonido totalmente propio. Si a eso le unimos un talento descomunal para la composición de grandes canciones y una banda mítica, The Cure, para colorearlas tenemos a uno de los músicos más importantes de los últimos 50 años. Desde Guitars Exchange queremos celebrar su cumpleaños, el 21 de abril, recordando nuestras diez canciones favoritas de su carrera:
10. A Forest (1980)
Los Cure comenzaron su carrera dentro de los postulados del punk y la Nueva Ola con el disco Three Imaginary Boys pero tras una gira con Siouxsie and the Banshees en la que Robert Smith terminó convertido en guitarrista principal de estos, el artista decidió cambiar su enfoque y buscar un sonido más oscuro y angustioso. Su primera maravilla de este tipo fue A Forest, con el particular sonido de su Jazzmaster dando inicio a su etapa gótica. La canción busca crear una atmósfera claustrofóbica similar a otros grupos de la época como Joy Division o Bauhaus, pero mientras en los cantantes de estos grupos había una frialdad germánica en la voz de Smith se notaba una calidez que servía de perfecto contrapunto a los claroscuros de música y letra.
9. Catch (1987)
Catch puede sonar ligera pero es un perfecto ejemplo de ese pop melancólico que Smith parece ser capaz de escribir en sus (probablemente pesadillescos) sueños y el resto de humanos no. La canción parece hablar de una relación con privilegios en la que ninguna parte sabe el nombre de la otra, y a la que sabe darla un tono de arrepentimiento: "Sí, a veces incluso intenté atraparla, pero nunca llegué a saber su nombre". Musicalmente es una maravilla con ese violín omnipresente y las bellas líneas de guitarra, además de esos acordes con wah de Porl Thompson que, si hacemos caso al vídeo, toca con su Gibson ES-345.
8. Friday I’m In Love (1992)
Hubo una época en que los Cure cantaban como si no importara que todos fueramos a morir, porque así es como se sentían, por eso es tan increíble que Friday I’m In Love lleve la misma firma que una canción como One Hundred Years. Robert Smith ya había demostrado que era un excelente compositor de canciones pop pero, a pesar de todo, Friday I’m In Love fue todo un shock para sus fans más siniestros que menospreciaron esta luminosa pieza de pop melódico capaz de poner una sonrisa en el rostro más avinagrado. En cierto modo, es su Shiny Happy People, su melodía más contagiosa y tarareable, una que le salió a Smith en 15 minutos pero que muchos buscadores de éxitos se pasan una vida tratando de encontrar sin lograrlo. Por cierto la guitarra que empleó Smith en esta canción es tan clásica como su melodía, una Gretsch Chet Atkins Country Gentleman.
7. Lullaby (1989)
Ya solo el inicio de esta canción, con las dos guitarras de Robert Smith y Porl Thompson dialogando, es aterrador, Lullaby es una nana sobre un hombre araña mucho más amenazador, y hambriento, que Peter Parker. Smith no canta sino que susurra tenebrosamente, como cuando dice aquello de "The spiderman is always... hungry!", dando paso a unos violines que suenan a amenaza de muerte, perfecta para escuchar antes de irse a dormir. Y es que, como el propio Smith ha indicado, las nanas que nos cantaban de niños antes de irnos a dormir eran una cosa de lo más siniestro como esa que decía "duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá...". Un monumento hecho canción, entre el gótico y el barroco.
6. In Between Days (1985)
The Head On The Door fue el disco con el que Robert Smith perfeccionó su fórmula, sabiendo combinar a la perfección sus miedos y neuras con su faceta más melódica. La canción que mejor lo define es la que sirvió como sencillo de presentación del disco, In Between Days, una especie de anticipo de Just Like Heaven en el que mezclaba una progresión de acordes muy parecido a la del Dreams Never End de New Order con su propio sonido. Cargada de melancolía y anhelo, sonaba fresca y atractiva, cambiando la frialdad de sus anteriores discos por una producción cálida y colorida.
5. Lovesong (1989)
Lovesong no es una canción cualquiera dentro de la discografía de los Cure, se trata del regalo de boda de Robert Smith para su prometida y novia de toda la vida. Es puro amor sin destilar hecho canción, puro y mágico pero también doliente y melancólico. Smith se muestra sin filtros para una canción que él mismo reconoció que le costó diez años alcanzar el nivel de maduración suficiente para poder cantar sin filtros. Es también una canción muy importante dentro de Disintegration, siendo la canción que sirve de contrapunto al oscuro mundo de aquella obra maestra. Algo así como el rayo de luz en las tinieblas depresivas de su obra más personal (una que estuvo a punto de grabar en solitario).
4. Close To Me (1985)
A Robert Smith siempre le ha gustado sorprender y no dar a la gente lo que espera de él. Tras ser etiquetado como líder espiritual del movimiento gótico, gracias a discos como Faith o Pornography, decidió sacar descolocar a todo el mundo con Let's Go to Bed, una canción que estaba en las antípodas de ese movimiento. Un par de años después rizó el rizo con una de sus mejores canciones, una que sonaba, a la vez, opresiva y alegre. Se trataba de Close to Me y la cerraba por todo lo alto con una sección de vientos descontrolada al ritmo del 'hot jazz' de Nueva Orleans.
3. Pictures Of You (1989)
Creo que no existe mejor canción en todo el repertorio de los Cure que mezcle tan bien sus dos partes, la más oscura y gótica, y la más pop, como esta maravilla de Disintegration en la que las guitarras de Smith y Thompson, el Fender Bass VI del primero y la Hopf Saturn del segundo, se unen para crear una maravilloso manto sonoro sobre el que flota la melancólica melodía del cantante, sus sentimientos casi fetichistas por las fotografías de su amante, bañados por un fuerte sentimiento melancólico y oscuro. La canción que, en mi opinión, mejor ejemplifica el sonido único de esta banda.
2. Boys Don’t Cry (1979)
La primera guitarra eléctrica de Robert Smith fue una Woolworths Top 20 japonesa, una guitarra barata que se desafinaba constantemente pero a la que el cantante tenía un enorme cariño. Tanto es así que cuando fue a grabar su primer disco y se compró su mítica Fender Jazzmaster, decidió instalarle la pastilla del puente de su Woolworth Top 20 para conservar su destartalado sonido único. Fue un gran movimiento que le dio un sonido propio como se puede comprobar en su primera obra maestra, este Boys Don't Cry que demostraba que, ya desde el principio, tenía una enorme facilidad para escribir las canciones más descorazonadoras junto a las melodías más pegadizas.
1. Just Like Heaven (1987)
Puede que sea la mejor introducción de una canción pop nunca hecha, entra la sección rítmica, bajo y batería, imparable y, poco a poco, se le van sumando el resto de instrumentos, primero una leve guitarra eléctrica y luego la Ovation acústica de 12 cuerdas de Robert Smith, poco después el riff de teclado de Lol Tolhurst, para finalizar con el arreglo de guitarra de Porl Thompson, con su Guild Starfire si hacemos caso al vídeo, hasta que por fin, a los 50 segundos, entra la voz de Robert Smith y nos confirma que estamos ante tres de los minutos más perfectos que ha dado la música popular en su historia. Una maravillosa canción que es, como su nombre indica, como conocer el paraíso.