El colofón perfecto para una carrera gloriosa
Por Sergio Ariza
Las sesiones de grabación de Get Back (que finalmente darían lugar al disco Let It Be) habían dejado claro que los Beatles se estaban acercando al final, los roces habían sido continuos, algo que ya había empezado en la grabación del Doble Blanco, tras el viaje a la India. Los 60 estaban llegando a su fin y el grupo que les puso banda sonora también, nadie tenía claro que fuera a ser el último disco de los Fab Four pero lo que sí que tenían claro es que su grabación no podía volver a ser un infierno.
Así que Paul McCartney se puso en contacto con George Martin, el hombre que les había acompañado desde el principio, y le propuso volver a grabar un disco juntos. El viejo productor le dijo que solo lo haría si todo volvía a ser como antes y todos, incluido John Lennon, se comportaban. Se llegó a un pacto y la magia volvió a los estudios que dieron nombre al disco. Las rencillas seguían ahí, Lennon (además de George Harrison y Ringo Starr) no soportaba Maxwell's Silver Hammer y McCartney (además de Harrison y Starr) no estaba muy a gusto con la constante presencia de Yoko Ono, pero las rencillas se mantenían en casa y en el estudio volvía a recuperarse parte de la camaradería de antaño, Paul metía algunas de las mejores líneas de bajo, con su Rickenbacker 4001, en algunas de las canciones de Lennon, como Come Together o I Want You (She's So Heavy) mientras que Harrison, cada vez más rebosante de confianza, ayudaba a Ringo a completar una de las dos únicas canciones que compuso en la carrera de los de Liverpool, Octopus’s Garden.
Y es que en este disco hay momentos de lucimiento para cada uno de los cuatro (incluido un mini solo de batería de Ringo) pero su fuerza viene, como había sido costumbre, por su fuerza como colectivo, volviendo a trabajar como un grupo en vez de por separado. Por si fuera poco, todos estaban en su mejor momento a nivel de músicos y Martin y McCartney se atrevieron con un increíble medley en la segunda cara en el que las canciones fluían sin pausa, creando uno de los momentos álgidos de su carrera. Y es que Abbey Road es el disco que mejor suena de los Beatles, siendo una tremenda fuente de influencia para la siguiente década.
El disco se abría con el Come Together de un Lennon que ya avanza en este disco la crudeza de la Plastic Ono Band, su mejor aportación es la visceral I Want You (She's So Heavy), una oda a Ono, en la que se nota que ha vuelto a descubrir el blues más primal, Sun King demuestra que ha estado escuchando a los Fleetwood Mac de Peter Green, mientras que Because es una vuelta de tuerca del Claro de Luna de Beethoven que cuenta con unas increíbles armonías a tres voces del propio Lennon, McCartney y Harrison.
Pero el caso es que, pese a semejantes contribuciones, Lennon se ve superado en este disco por las aportaciones de Harrison y McCartney. El primero entrega las dos mejores canciones de su carrera y demuestra que ha alcanzado el nivel del tándem Lennon/McCartney. Se trata de Something y Here Comes The Sun, dos monumentos hechos canciones, la primera es una de las mejores canciones de amor de todos los tiempos (la mejor según Frank Sinatra, claro que la Voz también dijo que era su “canción favorita de Lennon/McCartney"), inspirada por un verso de una canción de James Taylor, Harrison destapa el tarro de las esencias y colorea su preciosista melodía con 'Lucy', su querida Les Paul Standard de 1957. Here Comes The Sun está totalmente a la altura y cuenta con una maravillosa introducción acústica para una canción que emociona como los primeros rayos de primavera.
Pero, aun así, el principal protagonista de este disco es un McCartney que no solo es que estuviera vivo, sino que se destapa en la segunda cara con el maravilloso medley final que desemboca en el trío final de canciones, Golden Slumbers, Carry That Weight y The End, uno de los momentos más emocionantes de la historia de la música popular. El medley se abría con la espectacular You Never Give Me Your Money, con la Telecaster Rosewood de Harrison grabada a través de un Leslie (algo que harán en varias ocasiones a lo largo del disco) y Lennon ayudándole con su Epiphone Casino, mientras McCartney se destapa con una melodía marca de la casa, los fragmentos de canciones fluyen a la perfección, incluyendo una vuelta a la melodía de You Never Give Your Money en Carry That Weight, hasta llegar al final con The End, en el que tras el único solo de batería de la carrera de Ringo Starr, McCartney, Harrison y Lennon se enzarzan en un maravilloso duelo de guitarras, demostrando la explosiva química que surgía cuando trabajaban juntos, que desemboca en la famosa frase final que resume a la perfección la carrera del grupo más grande de todos los tiempos, "y al final el amor que tomas es igual al amor que das".
Y es que Abbey Road es el perfecto colofón para una carrera absolutamente gloriosa. Los Beatles se disolverían poco después, las rencillas volverían tras este pequeño paréntesis, pero eso hizo que lo dejaran en lo más alto, tras una carrera inmaculada y sin ninguna tacha. El sueño se había acabado pero gracias a discos como éste siempre se puede volver a soñar.