Fe en el Rock & Roll

Por Sergio Ariza

Letter To You, el vigésimo disco de la carrera de Bruce Springsteen, no es un disco sobre el signo de los tiempos, ni uno con el que trate de elevar la moral de sus compatriotas tras un hecho traumático, esto es Springsteen mirando atrás, a sus días de gloria, recordando a los amigos que ya no están, un chupito por Clarence y otro por Danny, y demostrándose a sí mismo que su labor como predicador del rock & roll ha merecido la pena, algo con lo que muchos estaremos de acuerdo   

One Minute You're Here
es un inicio calmado que no nos avisa sobre esa cacareada vuelta al rock pero que sí que pone las bases temáticas del resto del disco, ese mirar a la muerte cara a cara, ese pensamiento de que la vida es un suspiro, un momento estás aquí al siguiente te has ido.
  

  

No es la primera vez que el Jefe mira a la cara a la muerte, pero si es el disco en el que su sombra es más alargada, si The River terminaba con una canción que nos dejaba pensando en la muerte, aquí no hace falta, desde el principio la muerte de compañeros, amigos y familiares está presente. Es una carta de Springsteen a sus fans, pero una carta que viene firmada por Springsteen y la E Street Band y en eso sí que puede leerse como una despedida, porque si ha tardado una década en volver a escribir canciones para la banda, quien sabe cuántos discos les quedan juntos, a los 71 años y metidos en una pandemia mundial.
    

Y es que este disco se hizo antes de que comenzara la locura del COVID-19 pero es imposible desligarle de ella. Porque parece casualidad divina que ahora que no pueden volver a salir a la carretera, Bruce y sus chicos decidieran grabar el disco en solo cinco días y en directo, todos a la vez, por primera vez desde no se sabe cuándo, como si enviasen el disco a sus seguidores ahora que ellos no pueden. Y el disco huele a directo por todas partes, y eso no puede sino ser algo magnífico si estamos hablando de Springsteen y sus chicos, aunque Clarence Clemons y Danny Federici no estén ya con ellos, siguen estando presentes en espíritu, y gracias a sus notables reemplazos.
   

  

Tras la introducción llega la confesión de Springsteen, estas cartas para sus seguidores son canciones para poder aliviar las cargas del día a día y ese es el propósito al que ha dedicado su vida y con el que piensa seguir, aunque sea el último hombre de pie, una referencia al hecho de ser el único superviviente de la banda con la que comenzó a tocar, The Castiles, tras la muerte de George Theiss el año pasado. Esa canción, Last Man Standing, le ve echando la mirada atrás a los días de gloria, al comienzo de todo, a su época dorada.
    

Y aquí llegamos ante una de las grandes pruebas a las que se verá sometida este disco, si aguanta la comparación con su mejor momento (para mí todos los discos que van de The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle hasta Born In The USA), pues entonces sí, se queda un poco por debajo pero eso no quita para que sea un disco notable y lo mejor que ha hecho en este siglo XXI, a la altura o incluso un poco por encima de The Rising.
   

  

También se ha discutido mucho sobre el hecho de que haya repescado tres canciones de principios de los 70, a mi entender están entre lo más destacado del disco pero no son las mejores del lote, un premio que creo que es para House Of Thousand Guitars y Ghosts. Por cierto hablando de esas tres viejas canciones, escritas cuando a Springsteen todavía le colgaba el sambenito de 'nuevo Dylan' encima, es increíble lo mucho que suenan al Premio Nobel de Literatura de 2016, no solo por esa asombrosa verborrea, tan propia del Springsteen de los dos primeros discos, sino escuchadas ahora mismo con la E Street Band tocando al máximo, en concreto a su periodo de esplendor allá por 1965 y 1966 cuando se embarcó en la fabulosa y polémica gira con The Band, hay momentos en los que escuchando Song For Orphans se pueden escuchar cosas del One Too Many Mornings que se hacían en aquella gira.
   

Por su parte If I Was A Priest, vuelve a demostrar que hay pocos artistas con un catálogo de descartes tan increíbles como Springsteen, como bien prueban Tracks, The Promise o los de la versión ampliada de The River, aquí la comparación con el Dylan de su etapa mercurial vuelve a ser totalmente apropiada, con solo de armónica incluido, pero Springsteen vuelve a utilizar uno de los trucos que le hicieron diferente "me firmaron dentro del paquete de los 'nuevos Dylan' pero pude darle la vuelta, enchufar mi Telecaster y echar la casa abajo". Y en el final de la canción hay un espectacular solo que así lo prueba.
  

   

Ghosts
fue el segundo adelanto y al principio no me atrapó del todo, con ese riff tan similar al Free Fallin' de Tom Petty, pero en el contexto del disco la canción gana muchos enteros y uno puede entender la emoción con la que canta empujado por todos los fantasmas del pasado, por Clarence, por Danny, por Theiss, por Elvis, por Chuck Berry, por Little Richard y demás Dioses caídos del rock, pero también por todos aquellos que en un garaje colocan sus Fender Twin al 10 y se ponen una Les Paul al hombro dispuestos a no dejar a nadie vivo tras una actuación, ya sea en el bar más pequeño del mundo o en el estadio más grande.
    

House Of A Thousand Guitars
, comienza con el maravilloso piano de Roy Bittan hasta que se le une toda la E Street Band, es la melodía más potente de todo el disco y en su letra vuelve a aparecer el tema del poder curativo de la música, el que espera que la suya tenga sobre sus seguidores, como la de otros ha tenido en él: "So we can shake off your troubles my friend, We'll go where the music never ends, From the stadiums to the small town bars, We'll light up the house of a thousand guitars". También es una de las pocas ocasiones en las que Springsteen se sale de lo personal para lanzar algún golpe a Donald Trump: "The criminal clown has stolen the throne, He steals what he can never owns", aunque evidentemente el toque de atención más directo llega con The Rainmaker: "Sometimes folks need to believe in something so bad, so bad, so bad, They'll hire a rainmaker".
   

   

Pero, como decía, este es un disco totalmente personal, como prueba la última canción, I’ll See You In My Dreams donde Springsteen tiene claro que volverá a subirse a un escenario con Clarence, con Danny, con Theiss… porque la muerte no es el fin y él los volverá a ver en sus sueños. Suena a despedida pero puesto en el contexto actual también suena a alivio, al momento en el que toda esta puta locura acabe y podamos "reunirnos, vivir y reír otra vez".
   

Parece claro que Springsteen vuelve a afirmar su fe en la religión del rock & roll, rezando por sus Santos y también por los amigos caídos en el camino. Ahora que es el único que queda de su primer grupo, The Castiles, su creencia en el poder curativo del rock sigue siendo tan grande como siempre, además, como buen creyente, sabe que la muerte no es el fin sino un hasta luego. Y por eso sabe que Elvis no está muerto, y no porque esté paseándose por una playa hawaiana de incógnito, sino porque mientras haya alguien en una parte del mundo emocionándose con una de sus canciones, Elvis no habrá abandonado todavía el edificio. Algo que de alguna manera sabe que también pasará con su música, así que hasta luego Jefe, nos vemos en los sueños.  

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