Un artista condensado en su música

Por Sergio Ariza

Para el momento en el que George Ivan Morrison se metió en un estudio de Nueva York, en agosto de 1969, para grabar sus nuevas canciones, el cantante ya tenía una increíble carrera detrás, había triunfado liderando a una de las bandas de la Invasión Británica, Them, dejando tras de sí clásicos como Gloria o Here Comes The Night, había probado suerte en solitario cosechando un enorme éxito con Brow Eyed Girl en 1967 y se había sacado de la manga una obra maestra mayúscula con Astral Weeks en 1968. 

Eso sí, ese disco había sido tan alabado por los críticos como ignorado por el gran público y Van Morrison estaba, literalmente, pasando hambre. Moondance iba a ser, a pesar de su currículum, su última oportunidad, así que el León de Belfast agarró el toro por los cuernos y decidió apostar por sí mismo. Si su carrera estaba en juego, él sería el encargado de tomar las decisiones, así que decidió producir él mismo el disco, apostando por nuevos músicos y por un nuevo sonido, un sonido que no era un estilo sino la extensión de su propia personalidad, como él mismo dijo este es el tipo de banda que me gusta, "dos vientos y una sección de ritmo".
 

 

Pero retrocedamos, Morrison había tenido una dura disputa con la viuda de su antiguo productor y se había quedado medio arruinado, estaba tocando en garitos de Boston, cuando Warner le fichó y grabó el espectacular Astral Weeks, pero en ese disco había sido el productor, Lewis Merenstein, el que había elegido a unos músicos entrenados en el jazz para colorear las intimistas y folkies canciones de Morrison. El resultado fue una verdadera maravilla, pero no encontró público. Después de eso Morrison se había ido a vivir con su mujer, Janet Planet, a las afueras de Woodstock, siguiendo los pasos de los únicos músicos contemporáneos a los que valoraba, Bob Dylan y The Band.
 

Ahora estaba a punto de ser padre por primera vez y su estado de ánimo había variado bastante. Se encontraba bien, con confianza, feliz y enamorado, algo que se iba a notar en las composiciones que estaba preparando. En Woodstock había conocido a un grupo de músicos con los que había conectado y con los que había practicado alguna de esas canciones, gente como el guitarrista John Platania, el saxofonista Jack Schroer o el teclista Jef Labes. Cuando llegó la hora de grabar el disco les pidió que le acompañaran. Pero en el estudio le esperaba Merenstein con los músicos de Astral Weeks. Fue entonces cuando Van Morrison dio el paso adelante y decidió que los músicos que iban a tocar eran los que él había elegido y que el sonido sería el que tenía en su mente.
 

 

No se equivocaba, aquellas sesiones supuraron magia. Cuenta el batería Gary Mallaber que cuando Morrison cogió su Guild D-50 y comenzó a cantar Into The Mystic se le erizó el vello de la emoción, y eso que ya había escuchado la canción. Pero como apuntó en los ensayos era como ver un simulador de vuelo, mientras que en el estudio era como ver despegar un avión de verdad. Y es que esa canción es el corazón del disco, una emocional mezcla de folk celta y soul, de guitarras acústicas, Platania le acompaña aportando maravillosos contrapuntos con su Ovation Balladeer, y vientos, imitando la sirena de niebla de la que habla la letra. Una canción etérea sobre la que sobrevuela la mejor voz blanca del rock, más allá de Elvis.
 

 

And It Stoned Me
abría el disco entre recuerdos de juventud y soul de ojos azules, la canción titular era una perfecta combinación entre acordes jazz y estribillos perfectos, mientras que Caravan siempre lograba sacar lo mejor de su intérprete, como bien prueban sus míticas interpretaciones en directo, ya sea en It's Too Late To Stop Now o en el The Last Waltz de The Band, de los que se haría inseparable durante estas fechas. La primera cara de este disco es una de las más maravillosas de todos los tiempos pero, si bien no tan conocidas, las cinco canciones que componían la otra cara no se le quedan muy atrás, desde el coreable R&B de These Dreams Of You al imparable cierre con Glad Tidings, pasando por el irresistible clavicordio barroco de Everyone. Si Astral Weeks era sombrío, Moondance era una explosión de luz y felicidad.
 

Por supuesto el disco fue un éxito e hizo que Van Morrison pudiera disfrutar de una carrera larga y fructífera. Y es que a Moondance se le puede considerar la quintaesencia del cantante, el más cercano a los sonidos que oía en su cabeza, algo que se puede entender viendo como fue el disco sobre el que se modeló su carrera. Su mezcla de soul, jazz. folk y country no suena como la de nadie más porque esto no era un estilo, era Van Morrison condensado en música.
 

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