El hombre que no quiso ser ‘guitar hero’

Por Sergio Ariza

Jonny Greenwood es uno de los músicos más importantes de las últimas décadas. Multinstrumentista con formación académica, toca el piano, la viola, sintetizadores, el órgano, el banjo, la armónica o el ‘glockenspiel’, por solo nombrar algunos, además de la guitarra. Claro que es esta la que dio a Radiohead su sonido en los primeros discos, desde esos guitarrazos que marcaban Creep hasta ese festival progresivo de riffs y solos que es Paranoid Android, la primera etapa de la banda está definida por el sonido de su Fender Telecaster Plus y su forma agresiva de tocarla. Luego tanto él como su banda buscarían nuevas direcciones y sonidos en los que la guitarra no ocupaba un lugar tan predominante pero su enorme musicalidad seguiría haciéndose notar.   

Greenwood nació el 5 de noviembre de 1971 en Oxford, de niño se enamoró de la música y descubrió que tenía un gran oído para ella. Su padre escuchaba a Mozart, su hermano mayor Colin, a New Order, al pequeño Jonny le gustaban los dos. Su primer instrumento fue la flauta, que aprendió a tocar a los cuatro años, luego llegaría la viola y su paso por una orquesta de jóvenes tocando música barroca. Cuando le llegó el tiempo de ir al instituto fue al de su hermano, Abingdon, donde este había conocido a un chaval llamado Thom Yorke y habían formado una banda llamada On A Friday. El grupo lo componían, Yorke como cantante principal, Colin al bajo, Ed O'Brien a la guitarra y Philip Selway a la batería. Jonny siempre andaba pidiendo una oportunidad para subirse a tocar con ellos. En 1987 le dejaron entrar, primero tocando la armónica, luego los teclados y, finalmente, como guitarrista principal. Jonny se había hecho con su primera guitarra eléctrica ese mismo año, una Fender Telecaster de los 80, a la que al poco tiempo ya estaba sacando los sonidos más increíbles.
 

 

Pero poco después On A Friday quedó en suspenso cuando sus miembros de más edad dejaron el instituto por la universidad. El pequeño de los Greenwood comenzó a estudiar música, aprendiendo muchas cosas que le serían muy útiles en el futuro. Pero a comienzos de los 90 la banda comenzó a funcionar otra vez. Cuando le faltaban tres semanas para graduarse en música y psicología en la universidad Oxford Brookes la banda consiguió un contrato con EMI y lo dejó todo para seguir a sus compañeros. La apuesta se probaría buena, una de las canciones que tenían era Creep, aunque estaba compuesta por Yorke fue Greenwood el que la consiguió elevar a base de guitarrazos. Y es que desde este primer momento quedó claro que el estilo de Greenwood era totalmente propio, golpeando a la guitarra inmisericordemente para sacarle alguno de los sonidos más sucios y cabreados que se recuerdan. La canción comenzaba con unos arpegios de O'Brien y la particular voz de Yorke pero a Jonny no le había gustado especialmente así que cuando entraba su Telecaster lo hacía como un elefante en una cacharrería. Como decía O'Brien "ese es el sonido de Jonny tratando de joder la canción. No le gustó la primera vez que la tocamos, así que trató de estropearla. Al final fue lo que construyó esa canción". Para ese momento ya había reemplazado su Telecaster original por dos Telecaster Plus, principalmente una con acabado 'sunburst' y pastillas Lace Sensor, decorada con dos pequeñas pegatinas, que es la que sufre su ataque en Creep.
 

Cuando salió al mercado, a finales de 1992, ya se habían cambiado el nombre a Radiohead, en homenaje a una canción de otros iconoclastas como Talking Heads. Pero la canción pasó sin pena ni gloria por las listas de su país natal. Así que la banda se metió en el estudio para grabar su primer disco, Pablo Honey. El resultado no fue el esperado, la banda no había encontrado todavía su propia personalidad, nunca una banda tan grande tuvo un comienzo tan poco prometedor. Tras escuchar Pablo Honey uno tenía la sensación de haber escuchado a una banda obsesionada con Pixies, Nirvana y demás lumbreras del indie rock estadounidense que había encontrado, por casualidad, un pelotazo en la forma de Creep. También es cierto que si su carrera no hubiera sido la que fue se miraría a este disco con otros ojos y canciones como Lurgee, Stop Whispering, Blow Out o Anyone Can Play Guitar (principalmente esta última, gracias nuevamente a un Jonny en estado de gracia) podrían pasar por favoritas en un canon menos importante que el suyo.
 

La cosa es que el advenimiento del 'Britpop' y el triunfo de bandas como Oasis y Blur, les pilló con el pie cambiado, a pesar del éxito tardío de Creep por medio mundo. Su pesimismo parecía fuera de lugar en una escena entregada al hedonismo y a la celebración, pero la banda se estaba encontrando a sí misma e iba a probar que su alienación estaba más cercana al ‘zeitgeist’ de los tiempos de lo que se creía.
 

Poco hacía sospechar un debut tan poco prometedor como Pablo Honey que su continuación sería una obra maestra de esta altura. The Bends encontraba a una banda descubriendo su sonido y entregando un disco perfecto desde su inicio con Planet Telex hasta su final con Street Spirit (Fade Out). Tanto Yorke como Greenwood ponían un extra de originalidad en sus respectivos instrumentos, voz y guitarra, haciendo de la banda un ente extraño que, para colmo, reivindicaba grupos totalmente despreciados en la época, por su supuesta pomposidad, como Pink Floyd o U2. Con The Bends el mundo del rock descubría a un guitarrista con nuevas cosas que decir. Sus solos eran impredecibles, siendo cada nota sorpresiva e impredecible, violentas ráfagas de inspiración que se pueden escuchar en la canción titular, Bones, My Iron Lung o, sobre todas, Just, donde utiliza su Telecaster Plus con un DigiTech Whammy y un combo de Vox AC-30 y Fender Deluxe 85. En la subsiguiente gira su agresivo estilo le llevó a lesionarse la muñeca, lo que hizo que tuviera que llevar un vendaje que pasaría a formar parte de su estilo visual.
 



Pero ni siquiera una obra tan grande como The Bends preparó al mundo para el momento en el que apareció OK Computer. Con su tercer disco Radiohead consiguió la cuadratura del círculo, unir dos mundos distintos, el rock de guitarras de su anterior disco, The Bends, con la experimentación de otras músicas y mundos que llegaría con su siguiente disco, Kid A. Ok Computer fue ese momento en el que Radiohead emergieron como la banda de rock más importante del planeta y entregaron un disco que gustaba a los fans de Pink Floyd y a los de R.E.M. del mismo modo. El rock clásico y el alternativo por fin se ponían de acuerdo en el que podría ser considerado el Dark Side of the Moon de los 90. Como los discos de los Floyd es un disco conceptual muy a su manera, no siguiendo una narrativa lineal sino un concepto general. En este caso una sátira sobre la vida moderna, sobre el creciente peso de la tecnología en nuestras vidas y en los problemas que ello conlleva. La banda se adelantaba a la revolución de Internet, alcanzaba la perfección como músicos y lograba llevar su sonido a lo máximo en una colección de canciones sin tacha que les convertía en la gran esperanza blanca del rock de guitarras. Por supuesto, ellos rechazarían todo eso y se lanzarían en busca de nuevas fórmulas que perfeccionar pero, en un glorioso momento, entregaron el disco que el mundo necesitaba.
 

Desde el riff atonal que abre Airbag, y el disco, Greenwood redefine definitivamente el sonido de la guitarra en la década, culminando con esa barbaridad llamada Paranoid Android donde entrega uno de los riffs más importantes de los años 90, además de dos solos memorables, el primero con la fuerza y la suciedad de su icónica interpretación en Creep, el segundo de ciencia-ficción, como si su Whammy se rebelara y fuera el que saca esos sonidos de su Tobacco Burst Fender Telecaster Plus, una guitarra que había sustituido a las dos anteriores, que fueron robadas en 1995. Pero no son sus únicos momentos como 'guitar hero' en el disco, Electioneering, Lucky o The Tourist, también prueban su pericia y originalidad a las seis cuerdas.
 

Pero ¿a dónde puedes ir una vez que has hecho Paranoid Android? Para gente tan creativa como Radiohead esa era la pregunta, Greenwood se veía cada vez más limitado por la guitarra, sabía que era difícil no repetirse, algo que no soportaba, así que el guitarrista más importante de su generación dejó la guitarra a un lado y se volcó, junto sus compañeros, en explorar otros sonidos. Si Ok Computer fue "el disco que el mundo necesitaba", Kid A fue el disco que Radiohead necesitaba. Comenzaba con una canción en la que sonaban sintetizadores, había 'samples', voces tratadas, luego entraba Yorke y cantaba "todo está en su sitio". Pero el público rock no podía estar más en desacuerdo, nada estaba en su sitio ¿Dónde estaban las guitarras? Claro que eso no era nada cuando comenzaba la siguiente canción, la que daba nombre al disco, electrónica y sin melodía aparente.
 



Con solo dos canciones habían conseguido alienar a su audiencia. Recuerdo la primera vez que escuché este disco, no me lo podía creer, me sentí traicionado, sin saberlo, me encontraba en el lado en el que nunca pensé que me iba a hallar, gritando Judas a un artista por dejar de trabajar en la granja de Maggie. Con el tiempo he vuelto a él muchas veces y he comprendido su importancia. No se puede entender la música del siglo XXI sin él, no es que Radiohead abrieran nuevos caminos, es que derribaron todas las barreras y permitieron al rock abrirse como nunca a todo tipo de músicas. Ahora en la ecuación cabía de todo, desde la electrónica inteligente al hip hop, desde el jazz abstracto de Mingus o Alice Coltrane a la música clásica contemporánea, Kid A actuaba como un todo en el que lo importante no eran las canciones, sino las texturas, los descubrimientos, el viaje en el que te encerraba. Kid A no fue la muerte del rock sino su renovación, un disco que supuso un antes y un después y que confirmó a Radiohead como la banda más importante de su generación.
 

Con el tiempo Greenwood volvería a utilizar la guitarra, I Might Be Wrong, estaba construida sobre un riff blues y una base electrónica, en uno de los mejores ejemplos del guitarrista y su banda actualizando un sonido con casi 100 años de historia, 2+2=5, era la prima lejana de Paranoid Android, en There There y Go To Sleep volvían hasta sus iconoclastas solos, mientras que en Bodysnatchers aparecía toda la mala leche y la agresividad de The Bends. En el último disco de la banda, A Moon Shaped Pool, las canciones se benefician de sus exquisitas orquestaciones, las mismas que la han valido para hacer una estupenda carrera como compositor de bandas sonoras con trabajos tan interesantes como Pozos de Ambición, Inherent Vice, The Master o El Hilo Invisible.
 

El mundo le quiso reducir a simple 'guitar hero' pero Jonny Greenwood era mucho más. En 2017 llegó a reconocer que odiaba los solos de guitarra, algo que no era del todo cierto, lo que quería decir era que odiaba a ese tipo de guitarristas sin alma que solo buscan el lucimiento personal, recorriendo el mástil, nota tras nota sin sorpresa, sin ayudar para nada a la canción. Eso, desde luego, no es lo suyo, para él la música no es una competición de velocidad, sino arte. Y de eso, el bueno de Jonny, anda sobrado.


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