Shockwave Supernova
Joe Satriani
Como el estallido de una auténtica supernova.
Qué fácil lo ha puesto el maestro de maestros para describir el arranque de su
nuevo disco, alma de la enésima gira mundial en la que se ha embarcado el
genial guitarrista. Satriani para todos los gustos, desde el más rockero al
púramente virtuoso. Sin nada que demostrar, un tema como Crazy Joey es una delicia no apta para todas las manos que se
atrevan a seguirle. Y el alarde de On
Peregrine Wings es, como el título del álbum, de otro mundo, sólo para
quien sepa surfear con un alien…
Quince discos y todos buenos, pero el último
le ha salido verdaderamente redondo. Además del repertorio de habilidades
conocidas y por conocer, Joe Satriani ha sacado su vena más heavy. El rock siempre
ha sido su referente y, de hecho, la mitad de los guitarristas de los grupos
más pesados del universo, desde
Metallica a Dream Theater, han sido alumnos suyos. Lo de Steve Vai es capítulo
aparte. Él también es extraterrestre.
En lugar de convertirse en una estrella de
salón, Satriani ha preferido arriesgar sin perder su identidad tocando temas de
otros. Conformarse con ser –con perdón- otra leyenda del blues no bastaba a
alguien cuyo héroe de juventud era Jimi Hendrix. Su breve paso por Deep Purple
fue memorable y el autor de estas líneas puede dar fe de ello. Pero se le
quedaba pequeño. Y para más pruebas de su pasión por el lado más duro del rock,
su papel como productor de death metal.
Dicho o, mejor, escrito todo esto, hay que
completar el retrato de Joe Satriani como
la marca de lujo del rock. Su nuevo disco envuelve la potencia con un velo de
seda. La base rítmica de los Aristocrats -el batería Marco Minnemann y el
bajista Bryan Beller- y las competentes teclas de Mike Keneally pondrán a
prueba los graves de tu equipo mientras esa
guitarra rasga el aire con solos afilados como una cuchilla. Como los rayos de
una supernova.
Los rayos de Satriani, sin embargo, no queman.
Su eclecticismo le ha permitido vivir en el filo de la navaja de las listas de
éxitos, en las que siempre ha sido complicado prosperar con discos
instrumentales que en su caso cumplen a la perfección su papel de acompañar, no
de molestar. Su gran mérito es haber conseguido el respeto de los heavys de
cuero y remaches y la aclamación del gran público que llena sus conciertos. Es
algo que nadie le discute que se ha ganado a pulso.
Por supuesto, Satriani también hace hueco a un
par de baladas de esas que alargan las notas hasta el infinito y tanto gustan a
un sector de sus fans mientras el resto aprovecha para peregrinar en busca de
otra cerveza. Se le nota tan forzado como el nombre de uno de esos momentos de
paz entre tanto estallido cósmico: Stars
Race Across the Sky. No se comió mucho el coco, desde luego.