Afrodeezia
Marcus Miller
Marcus
Miller es muchísimas cosas, productor, compositor,
músico de sesión… pero ante todo es bajista y está enamorado de su instrumento,
al que Fender tiene dedicada toda
una serie de modelos con su nombre, una firma que desde este enero llevarán
también las guitarras de la marca Sire.
Su segundo apellido es Jazz, el mar de músicas en el que le gusta nadar sin
guardar la ropa, sin ataduras estilísticas y sin fronteras culturales.
Miller no sólo ha cambiado de marca de bajo, también de sello discográfico
tras firmar por Blue Note Records. Su nuevo disco, Afrodeezia, el decimoséptimo de una larga carrera que comenzó en
los 80, celebra con música otro acontecimiento en su vida, el nombramiento como
embajador de los Artistas para la Paz de la UNESCO, una distinción que parece haberse tomado muy en serio.
La idea, explica el propio Miller, nació de un reciente viaje a Senegal donde conoció la tragedia de
los esclavos y su terrible viaje a EEUU,
al que han seguido otros en busca de sus “ancestros”. Su objetivo es “ser
capaces a través de los espirituales, del jazz
y del soul de preservar nuestra
herencia, porque todo lo demás ha desaparecido”.
La música es lo que queda de sus raíces y de
ese empeño nace un disco con el que “transformar la desgracia en alegría”,
pleno de color y ritmo en el que los fraseos de su bajo marcan la diferencia
con cualquier otro ‘mix’ étnico. Porque además de demostrar el “poder de la
música” como motor de cambio social, Miller
también se reivindica una vez más como un maestro, un virtuoso que además
tiene ideas propias, lo que no siempre va unido. En su caso hay que incluir el
clarinete, el piano… con los que se luce igualmente en algunos de los temas del
álbum.
Es un disco, obviamente, de esencias
africanas. Sin embargo, la mezcla de músicos de Sudamérica, del Caribe,
de Europa y de sus EEUU consigue un sonido global mucho
más abierto en un verdadero viaje por la música negra hasta la actualidad.
Se supone que a ello habrá contribuido que Afrodeezia
se haya grabado entre Marruecos, París, Río, Nueva Orleans. No
olvidemos que Marcus Miller es
también un genio de los estudios y sus secretos técnicos. Por supuesto, él es
el productor y compositor, solo o en compañía de otros salvo alguna versión
como la de Papa Was a Rolling Stone. Su inclusión quizá sea una indirecta
dedicada a un grupo de raza blanca que seguramente sea el mejor exponente de
cómo han influido aquellos cantos que se escuchaban en las bodegas de los
barcos que cruzaban el Atlántico
cargados de esclavos.