Un icono británico
Por Sergio Ariza
Paul
Weller es un culo inquieto, siempre dispuesto a dar un
paso adelante antes que conformarse y vivir de las rentas. Y créanme si hay
alguien que puede hacer eso es el ‘Modfather’, una de las figuras más
respetadas y admiradas de la música británica, alguien que ha conseguido crear
una obra a la altura de los más grandes, las icónicas figuras de los 60 a los
que siempre admiró como Ray Davies, Pete Townshend o Steve Marriott, siendo como ellos
guitarrista, cantante y, por encima de todo, brillante compositor de canciones.
John William Weller nació un 25 de mayo de
1958 en Woking, Inglaterra, pero, a pesar de ello, sus padres le empezaron a
llamar Paul y el nombre se quedaría para siempre. A los 7 años de edad ya
estaba loco por la música de los Beatles,
los Who y los Small Faces, y a los 11 ya tocaba la guitarra. Con 14 años ya había
formado The Jam junto a su amigo Steve Brookes, encargándose del bajo
que, como no podía ser de otra forma, era un Hofner como el de McCartney. Su padre se convirtió en
el mánager de la joven banda, un puesto que mantendría durante el resto de sus
días, y al poco se sumaron Rick Buckler
a la batería y Bruce Foxton como
segundo guitarrista. Hacían versiones de los Beatles, Chuck Berry y algunas composiciones
originales de Weller y Brookes. Pero en 1975 Weller comenzó a interesarse en el
movimiento mod de los 60, se compró una Lambretta, se cortó el pelo y la banda
comenzó a tocar luciendo unos trajes negros. Brookes salió de la banda y Weller
y Foxton cambiaron instrumentos, siendo más fácil para Weller cantar a la vez
que tocaba su recién adquirida Rickenbacker 330. Su estilo con esta se basaría
en dos modelos, el Pete Townshend de los primeros Who y Wilko Johnson de Dr.
Feelgood.
Su fama iba en aumento y en 1976 comenzaron a
tocar en Londres regularmente, allí Weller descubriría a los Sex Pistols y a los Clash, a los que vería como la punta de
lanza de su generación, y así el R&B de los Jam se afilaría y aceleraría
con la energía del punk. A pesar de que fueron aceptados por esta escena, había
muchas cosas que les separaban, desde sus trajes y su profesionalismo (a la
hora de tocar estaban un par de escalones por delante de una escena casi
amateur), hasta su amor por la música y las bandas de los 60, despreciadas por
muchos de sus coetáneos. Eso no impidió que Chris Parry decidiera ficharles para Polydor a comienzos del 77 y
que los Clash se los llevaran a su tumultuosa gira White Riot Tour. Durante esa
época apareció su primer single, In The
City, y su primer disco, con el mismo nombre. Un disco adrenalítico que
sonaba como si los Who de 1965 se fusionaran con los Sex Pistols.
En julio de ese año apareció el estupendo
single All Around The World que subió
hasta el puesto 13 de las listas de venta, Polydor se relamía con su nueva
gallina de los huevos de oro y mandó a la banda de nuevo al estudio de
grabación para sacar un nuevo disco. El resultado demostró que el cansancio y
la presión estaban haciendo mella en Weller. A pesar de algunas canciones
notables como This Is The Modern World,
encargada de dar título al disco, el resultado está por debajo de su debut y
las críticas fueron negativas.
Weller se sumió en una sequía creativa y pensó
dejar la música. Cuando a comienzos del 78 la compañía les pide un nuevo single
hay que tirar de una canción de Foxton, News
Of The World. No es de las mejores canciones de la banda pero cuenta con un
excelente solo por parte de Weller. Aun así comienzan a grabar maquetas para su
tercer disco pero son rechazadas por Parry que las considera muy flojas. Fue
entonces cuando Weller, herido en su orgullo, decidió dar un paso adelante y
tomar las riendas. Se puso a escuchar con intensidad a los Kinks hasta que la inspiración volvió a él, entregando su mejor
colección de canciones hasta la fecha además de una excelente versión del David Watts de los de Ray Davies. All Mod Cons fue la confirmación
absoluta de los Jam y colocó a Weller como heredero de sus ídolos. Sus
incisivos comentarios sociales y sus personajes totalmente británicos se
engarzaban en canciones tan irresistibles como Down In The Tube Station At Midnight, Mr. Clean, Billy Hunt o 'A' Bomb in Wardour Street, además
ampliaba su abanico estilístico incorporando irresistibles piezas acústicas o
temas de amor como English Rose, un
anatema entre los punks. Weller se había liberado de cualquier restricción y
ahora ya podía volar libre, como se ve en el hecho de que en la portada se han
quitado el traje. Su Rickenbacker 330 Fireglo fue doblada creando maravillosas
armonías y dándole más amplitud de sonido a la banda.
Weller seguía creciendo en todas sus facetas
como se comprobó en su siguiente single, Strange
Town, una de las tres canciones favoritas de su propia carrera y otro de
sus mejores ejemplos como guitarrista. Su continuación fue el excelente Setting Sons, un disco que contenía la
directa y agresiva The Eton Riffles,
el primero de sus singles que se coló en el Top Ten británico, alcanzando el
número 3. El primero de muchos. A partir de este momento los de Weller se
convierten en la banda más importante en el Reino Unido como probaría el hecho
de que su siguiente single, la doble cara A compuesta por la psicodélica Dreams Of Children y la apasionante Going Underground, llegue a lo más alto
de las listas. Las influencias siguen creciendo y a la mencionada psicodelia se
le unen cosas más contemporáneas como
Joy Division o Wire, aun así el
adelanto de Sound Affects, su nuevo
disco, viene con el mismo riff de bajo que el Taxman de los Beatles. En el solo Weller supera al que hace
McCartney en la pieza de los Beatles y Start!
se convierte en su segundo número uno consecutivo. La fiebre por los Jam es tan
grande que en enero del 81 That's
Entertainment entra en las listas a pesar de que no siquiera se publicó
como single en el Reino Unido. Para ese gran clásico de su carrera, Weller se
olvida de las Rickenbacker y utiliza una Ovation Custom Legend acústica.
Y es que Weller comienza a verse restringido
por las limitaciones de los Jam, un trío y la importancia del sonido de las
Rickenbacker. Además está cada vez más metido en su nueva pasión, el soul y la
música negra, y quiere que esto se vea reflejado en su música. Esto se empezará
a notar con la aparición de Absolute
Beginners en 1981, con sus vientos, y se confirmaría con su nuevo disco, The Gift, en 1982, con sus bajos funk y
sus guitarras con wah-wah que demostraban que Weller estaba escuchando a Curtis Mayfield más que a los Who.
Allí se incluía su tercer número uno, Town
Called Malice, con su irresistible línea de bajo, sacada de la Motown, y su
pegadizo órgano. Todo hacía indicar que a Weller se le había quedado corto el
formato trío. El 6 de septiembre de 1982 apareció The Bitterest Pill (I Ever Had to Swallow) que parecía una
advertencia ante lo que sucedió el 30 de octubre, cuando ante la estupefacción
de todo el mundo Weller anunció la disolución de la banda. Un mes después
apareció Beat Surrender, que ya
anunciaba el sonido de The Style Council
la siguiente encarnación de Weller. Subió directamente al número uno y fue una
de las canciones que tocaron en su concierto de despedida en diciembre de 1982.
Lo había dejado en lo más alto.
Libre de la alargada sombra de los Jam, Weller
formó Style Council junto a Mick Talbot
centrándose en sonidos más soul y jazz, la guitarra quedó en segundo plano y
los sintetizadores hicieron su entrada, aun así sus primeros dos discos siguen
demostrando la enorme clase de Weller y su increíble talento compositivo,
canciones como Speak Like a Child, My
Ever Changing Moods o Shout To The
Top están entre lo mejor de su carrera, demostrando lo gran cantante que
es. Pero, a partir del 87, las cosas empezaron a ir mal, tanto a nivel
comercial como artístico. En 1989 su compañía se negó a sacar al mercado Modernism: A New Decade, un disco
influido por la escena House y la aventura de Style Council acabó en el opuesto
contrario de la de los Jam. La carrera de Weller había tocado fondo y no
parecía probable un tercer acto.
Pero a principios de los 90 Weller volvió a
descubrir la guitarra y a volver a ganar confianza en sí mismo, en 1992 llegó
su debut en solitario con un disco homónimo que se coló entre los 10 primeros
de las listas (algo que también harían los 12 siguientes, hasta la fecha) y
recuperó sus raíces, con guiños al R&B de los 60, sin olvidar el funk de
sus tiempos en Style Council. La confirmación fue el excelente Wild Wood, al año siguiente, con fuerte
sabor tradicional y pastoral, además de nuevas influencias como Traffic y Neil Young, y canciones como la titular o Sunflower. Su actuación en Glastonbury en 1994 fue la prueba
evidente de que no se le había olvidado tocar la guitarra, a pesar de que ahora
lo hiciera con Telecasters de los 50, una Epiphone Casino o una SG del 68 en
vez de sus famosas Rickenbackers, que acabaron en su mayoría, en manos de
amigos y discípulos como Noel Gallagher,
su fiel Steve Cradock o Gem Archer.
En 1995, con el Britpop de Oasis y Blur en su apogeo, apareció Stanley
Road, uno de sus mayores éxitos, y Paul Weller se convirtió en el
'Modfather', la figura más respetada y venerada por esta generación que le
convirtió en uno de los suyos. Canciones como The Changingman demostraban que volvía a estar en plena forma. Paul
Weller lo había vuelto a lograr y lo había hecho a su manera. En el Siglo XXI siguió
sin miedo a experimentar y entregó discos tan interesantes como Illuminations, 22 Dreams o Wake Up The Nation, que siguen
demostrando que su obra se puede equiparar a la de sus grandes influencias,
entrando en el exclusivo club de los grandes compositores británicos con gente
como Paul McCartney, Ray Davies, Pete Townshend o Elvis Costello. Palabras mayores para cualquier amante de la
música.