Un soplo de aire fresco

Por Sergio Ariza

Si Radiohead solo hubiera publicado Pablo Honey, su primer disco, hoy solo serían recordados como una banda de una única canción que salió de la enorme sombra que proyectó Nirvana. En Creep Thom Yorke cantaba que desearía ser especial pero fue a partir de The Bends cuando realmente lo consiguió. Esta fue la primera obra maestra del grupo más importante de los treinta últimos años.    

Lanzado en plena fiebre del 'britpop' los de Yorke no podían ser más opuestos a sus compatriotas, siendo sus referentes grupos americanos como R.E.M. o los Pixies y grupos totalmente despreciados por su supuesta pomposidad como Pink Floyd o U2. Tanto Yorke como Jonny Greenwood ponían un extra de originalidad en sus respectivos instrumentos, voz y guitarra, haciendo de la banda una de las más influyentes de los últimos tiempos. Después de The Bends llegarían nuevas cimas pero éste fue el disco sobre el que se construyó la carrera de la banda que iba a definir el sonido de las siguientes décadas.
 

   

Desde el momento en el que comienza la sinuosa Planet Telex se tiene la certeza de estar ante algo especial, sobre todo cuando un muro de guitarras distorsionadas hace su aparición casi a la vez que la voz de Yorke. Parece claro que la banda ha encontrado su propio lugar, se acabó seguir con la sagrada fórmula del calma/fuerte de los Pixies, para empezar a meter muchas más capas de sonidos, cortesía de sus guitarristas, Ed O’Brien y, sobre todo, Greenwood. Como se puede escuchar en la canción titular, el mundo del rock ha encontrado a un guitarrista con nuevas cosas que decir.
   

Con el productor John Leckie a los mandos (responsable del debut de los Stone Roses) los ingleses encuentran en el estudio una nueva fuente de inspiración, sin dejar de ser una banda de rock, dando al género un nuevo impulso del que se aprovecharían cientos de bandas… con resultados bastante peores, eso sí.
 

 

Cuesta destacar canciones en un disco tan compacto, en el que ninguna de sus 12 canciones baja del notable, pero se puede hablar de la calmada High & Dry, sobre la que Coldplay o Travis harían carrera, la delicada Fake Plastic Trees en la que Yorke muestra su increíble voz sobre su Takamine EN10C acústica, y, al final, una sección de cuerdas y las guitarras desatadas de Greenwood y O’Brien.
 

 

Tampoco se puede pasar por alto el increíble sonido que Greenwood consigue sacar a su Telecaster Plus con un DigiTech Whammy y un combo de Vox AC-30 y Fender Deluxe 85. Algunos de los mejores riffs y solos de su carrera se encuentran en este disco, como los de Bones, Just o My Iron Lung (la canción sobre la que se construyó Muse). Canciones en las que Ed O'Brien añade ese algo suyo tan difícil de calificar, algo como texturas y diferentes sonidos que sirven para colorear la canción con su guitarra, una Plank hecha a mano entre él y su técnico de sonido, aunque también utilizó una Squier Stratocaster japonesa.
 

   

Y luego está el final con Street Spirit (Fade Out), la canción con la que Yorke se encontraba a sí mismo como letrista, dejando claro que, como él mismo la definía, “no había luz al final del túnel”. Un final estremecedor para un disco cercano a la perfección.
   

Luego llegarían nuevos hitos como Ok Computer, Kid A o In Rainbows, pero The Bends fue el disco que nos mostró por primera vez todo el potencial de una banda que no se conformaba con seguir repitiendo esquemas pasados para lograr dar un nuevo soplo de aire fresco a una música que seguía mirando hacia atrás en vez de hacia delante.
 

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