La brillante locura de Syd Barrett
Por Sergio Ariza
Pink
Floyd es una de las grandes bandas de la historia, sus
grandes discos de los años 70 forman parte del inconsciente colectivo del rock
pero muchas veces se olvida que la banda tuvo unos orígenes totalmente
diferentes, aunque igualmente brillantes. Liderados por la brillante locura de Syd Barrett fueron la punta de lanza de
la psicodelia en el Reino Unido.
Antes de grabar su debut la banda había
comenzado haciéndose un nombre en el ‘underground’ londinense como una de las
primeras formaciones psicodélicas británicas, llegando a ser considerados los
líderes del movimiento en Inglaterra. Sus míticas actuaciones en el club UFO,
con presencia de miembros de los Beatles, con largos pasajes
instrumentales fundamentados en el consumo de LSD de Barrett hicieron que EMI
les fichara para su sello.
En marzo de 1967 apareció su primer sencillo,
la irresistible Arnold Lane, una
canción sobre un travesti cleptómano que dejaba claro dos cosas, la primera que
las canciones de Barrett estaban en un mundo aparte y la segunda que éste se
había convertido en un excelente compositor de canciones pop. Se coló entre los
20 primeros de las listas británicas, mientras que su continuación, la igualmente
brillante See Emily Play, subía hasta
el número 6. Tras estos éxitos la expectación sobre el primer disco de la banda
era enorme. Y toda la presión estaba sobre los hombros de su líder, cantante,
guitarrista y prácticamente único compositor de la banda.
El disco se grabó a la vez que los singles y en
él aparecen ejemplos de lo que hacían en directo como Interstellar Overdrive, en la que se puede apreciar cómo de
influyente fue su estilo a la guitarra, poniendo la creatividad y la
originalidad muy por encima de la habilidad técnica. Su cabeza parecía ir a
muchas más revoluciones que sus dedos. La guitarra con la que grabó casi todo
el disco fue su Fender Esquire del 62 a la que había decorado con círculos
metálicos para que reflejasen las psicodélicas luces que llenaban sus
actuaciones. Es la misma que aparece en las resplandecientes llamaradas pop que
abundan en este disco, diamantes que brillan con su mezcla de melodías
infantiles y letras surrealistas, psicodélicas locuras de una mente al borde
del colapso. Temas tan increíbles como Astronomy
Domine, Lucifer Sam, Matilda Mother, Flaming o The Scarecrow, en la que sobre un inicio instrumental que parece
sacado de un juglar, mete su Esquire del 62 como acompañamiento de su voz en un
ritmo de vals hasta llegar a una magnífica coda instrumental donde suena su
Harmony Sovereign H1260 acústica (y todo en menos de 2 minutos).
La última sesión fue el 21 de mayo, dando como
resultado la mencionada See Emily Play
y Bike, el cierre del disco. Fue ese
día cuando David Gilmour, amigo personal de
Barrett, se pasó por el estudio para saludar a Syd pero éste, a pesar de ser el
que lo había invitado, no le reconoció. El hombre que le sustituiría declaró
que ese fue en el momento en el que se dio cuenta de que Syd ya no era el
mismo. Los miembros de la banda, los managers y la compañía seguían pidiendo a
este particular Adonis por nuevos singles de éxito, pero el comportamiento de
Barrett era cada vez más errático.
El consumo de LSD por parte de Barrett durante
la grabación del disco, no ayudó mucho a alguien que era, de por sí,
esquizofrénico, sufría trastorno bipolar y algo de autismo. Nunca volvería a
alcanzar las cotas de este disco, a pesar de que en sus dos discos en solitario
se encuentran muchas pruebas de su genio, pero The Piper At The Gates Of Dawn sirve como testimonio de la genial
locura de Syd Barrett, además del disco que puso en el mapa a una de las bandas
más grandes de la historia del rock. Cada uno seguiría caminos separados, hasta
que en 1975, durante la grabación de Wish You Were Here (un disco sobre
el que sobrevuela su fantasma), un Barrett gordo, calvo, con las cejas
depiladas y la mente en otra parte se pasó a visitar a sus ex compañeros de
banda. Tardaron en reconocerle y cuando lo hicieron, con Roger Waters a la cabeza, no pudieron evitar las lágrimas. Quizás
en su cabeza resonaba la letra de Dark Globe
una de las mejores canciones de su ex líder y compañero: "tatúe mi cerebro a lo largo del camino, ¿no
me echaréis de menos? ¿no me echaréis de menos en absoluto?"
(Imágenes: ©CordonPress)