Cayendo bajo el peso de sus propias influencias
Por Sergio Ariza
Para su noveno disco, Concrete and gold, Dave
Grohl ha decidido que quería hacer un disco a la antigua usanza, como en la
edad dorada del rock, en los 60 y 70. Una obra unificada tipo Dark side of the moon o Sgt. Pepper’s pero desde la
perspectiva de su banda, Foo Fighters.
Lo malo es que el peso de esas enormes influencias se nota demasiado y termina
apocando el producto final
Tras grabar en su garaje Wasting light y en una innumerable
cantidad de estudios para Sonic HIghways,
para este disco han decidido grabar en el estudio EastWest Studios de Hollywood,
con el productor Greg Kurstin,
famoso por sus colaboraciones con Sia
o Adele. Pero ni siquiera este
movimiento es del todo original, ya que sus amigos de Queens Of The Stone Age también han
contado con un productor pop, Mark
Ronson, para su último trabajo con mejores resultados.
De todas formas Grohl sigue demostrando ser un
buen artesano de canciones, además del tipo más simpático del mundo del rock.
El inicio es claramente ‘McCartniano’, con T-Shirt,
desde la letra, en la que afirma que “no
quiere ser rey o reina solo quiere cantar canciones de amor”, a la música
con ese cambio de acústico a orquestal, que parece sacado de Live and let die. Le sigue Run, posiblemente la mejor canción del
disco, sin duda, la más potente. En el video que han realizado para la misma se
puede ver esa idea de Grohl de luchar contra la fosilización del rock, de
mantener viva la llama, lo cual es absolutamente loable. Es, además, una de las
canciones que más suenan a ellos mismos, con sus tres guitarras atronando a la
vez (Grohl con su famosa DG335 Trini Lopez, Chris Shiflett añadiendo las florituras con su Fender Telecaster
Custom del 62 y Pat Smear cambiando
su Hagstrom por una Les Paul Custom), en un disco cargado de referencias a los
más grandes de la historia. Los guiños a los Beatles son continuos e incluso el propio Paul McCartney aparece como invitado especial tocando la batería en
Sunday Rain, una canción tan Beatle
que Taylor Hawkins la canta como si
fuera Lennon y Chris Shiflett añade
color como si fuera Harrison. Por su
parte Happy Ever After (Zero Hour)
parece la prima pequeña de Blackbird…
Pero no solo de los Beatles vive Concrete and gold, la canción titular
coquetea con la psicodelia y el prog-rock, salen de su zona de confort y quieren
ser Pink Floyd, en otras Led Zeppelin o Queen. El comienzo de La Dee
Da es puro Queens Of The Stone Age, con un buen riff de bajo al que se le
unen las guitarras. En Make it right
meten un riff sacado del libreto de Jimmy Page, con un punto funky. The Line es un intento de escribir un
himno para ser coreado en un estadio, pero suena anodina.
Para un disco al que han descrito,
atrevidamente, como la versión de Motörhead
del Sgt. Pepper's les falta la
agresividad y el peligro de los primeros, y las canciones y originalidad del
segundo. Foo Fighters han intentado crear un disco a la antigua usanza pero se
les ha olvidado lo más importante, dejar de ser la versión de algo y poner algo
propio.
No es que sea un mal disco, pero no es el
disco enorme que cree ser. Está muy bien que Dave Grohl quiera mantener vivo el
espíritu de los grandes del rock, pero para aparecer junto a ellos, necesita
algo más que intentar parecerse, necesita innovar.