El rock de la clase trabajadora
Por Sergio Ariza
Bob Seger (6 de mayo de 1945) no es ningún
genio, sino un currante, alguien que ha construido una notable carrera con
sangre, sudor y lágrimas, con miles de conciertos y horas en la carretera. Un
buen guitarrista y excelente cantante que un día decidió convertirse en la voz
de la clase trabajadora pero en vez de hacerlo con una guitarra acústica, lo
hizo con toda la energía del rock & roll.
Seger comenzó su carrera pronto, ganándose un nombre como líder de Bob Seger & The Last Heard con los
que grabó, 'East side story', una
pequeña gema de garaje rock que no pasó de éxito regional pero que le convirtió
en el Padrino de la escena rock de Detroit, una de las más importantes del
mundo. Le siguieron canciones como 'Persecution
Smith', modelada sobre el 'Subterranean
Homesick Blues' de Dylan, 'Sock it to me Santa', un homenaje nada
velado al hombre que lo inició todo, Mitch
Ryder, o 'Heavy Music', editada
en 1967 y que pudo convertirse en el primer gran éxito a nivel nacional de su
carrera de no ser porque su discográfica desapareció nada más publicarla. La
canción se convirtió en un himno para los jóvenes de la zona, gente como Wayne Kramer de MC5. Tras fichar por Capitol, a comienzos del 68, formó The Bob Seger System con los que entregó un himno 'hard rock' anti
guerra de Vietnam titulado '2+2' que
muchos años después serviría de inspiración para el 'Seven nation army' de otra legendaria banda de la zona, The White Stripes. Poco tiempo después apareció
'Ramblin' Gamblin' Man', que le daría
su primer éxito a nivel nacional. Era un clásico de rock garajero, construido
sobre un riff al Hammond tocado por
el propio Seger, y en el que vuelve a sobresalir su increíble voz, con mucho
soul. Si la escena de Detroit tenía una distinción era su amor por el R&B,
de Mitch Ryder a Rob Tyner. Esto se
veía reflejado en su primer disco, 'Ramblin' Gamblin' Man', rock de garaje con
toques soul, en el que destacaba su voz y su Gibson Firebird echaba chispas.
Ese mismo año se produjo uno de los primeros
hitos de su carrera cuando tocó ante 20.000 fans enfervorecidos en un concierto
improvisado en un aparcamiento de Detroit. Con media docena éxitos regionales
Seger era una figura legendaria en su ciudad. Entre los asistentes estaba un
chico que había hecho coros en ‘Ramblin
Gamblin’ man’ y al que había acogido como mentor. Se trataba de Glenn Frey y si no entró en su banda fue
porque su madre le pilló fumándose un porro con el cantante. Ninguno sospechaba
que el joven discípulo se convertiría en superestrella al frente de los Eagles mucho antes de que Seger
volviera a tener otro éxito.
En septiembre de 1969 apareció ‘Noah’, un fracaso comercial y artístico
en el que es un secundario en su propio disco, dejando que Tom Neme llevara la voz cantante. Y es que, a pesar de llevar su
nombre, Seger ejercía un liderazgo democrático en el que cobraba lo mismo que
el resto y su voto valía igual a la hora de tomar decisiones. Insatisfecho
pensó en dejar la música y retomar sus estudios pero al poco volvió al redil
para grabar 'Mongrel', un disco mucho
más interesante en el que se encontraba la espectacular ‘Lucifer’, en la que su Firebird, pintada de rojo y azul, se lucía,
volviendo a conjugar con éxito el ‘hard rock’ y la textura soul y raspada de su
voz.
Desengañado ante la nula repercusión decidió
ir por su cuenta, llegando a grabar un disco en solitario, 'Brand New Morning', con el único acompañamiento de guitarra
acústica o piano. Pero en el verano del 71 retomó su amor por el rock y formó
una banda junto al batería Dave
Teegarden y el bajista Skip ‘Van
Winkle’ Knape. Con ellos grabó un disco de versiones que pasó
desapercibido, Seger comentaría más tarde que parte de la culpa era suya:
“Estaba más volcado en tocar la guitarra y en cantar… No le estaba dedicando
demasiado tiempo a la composición”. Eso cambió en ‘Back in 72’, publicado en 1973. Decidiendo que había llegado el
tiempo de convertirse en un gran compositor, Seger dio un paso atrás y dejó de
ser el guitarrista principal de sus discos. Aquí hay una gran banda de músicos
de sesión, con nombres tan notables como JJ
Cale, y la primera colaboración con la mítica Muscle Shoals Rhythm Section que había participado en grabaciones
de Aretha Franklin, Wilson Pickett o
Etta James. Pero más allá de su musicalidad
el disco destaca por su enorme progreso como compositor, con ‘Rosalie’, un tema que mezcla riffs stonianos con voces femeninas tipo rock sureño y que tendría una
versión de Thin Lizzy un par de años
más tarde, además de ‘So I wrote you a
song’ y, principalmente, ‘Turn the
page’, canciones sobre las que construiría el estilo que le convertiría en
una estrella.
El éxito seguía dándole la espalda, pero había
encontrado su voz y su camino… pero no su banda. Seger decidió que había
llegado el momento de buscar un grupo fijo para los directos. Quería a gente de
la zona y que no fueran muy conocidos, para garantizar su fidelidad, algo que
hizo que rechazara la oferta de Wayne Kramer de formar una banda juntos. Su
primera elección fue el guitarrista Drew
Abbott y luego Chris Campbell al
bajo, el teclista Robyn Robbins, el
batería Charlie Martin y Alto Reed al saxofón. Había nacido la Silver Bullet Band. Junto a ellos
grabaría su segundo clásico seguido, ‘Seven’.
Seger se encarga de componer todo el material, su confianza ha ido creciendo y,
por primera vez, comienza a ejercer un verdadero liderazgo. Sus músicos, todos
de Detroit o alrededores, han crecido idolatrándole y tienen confianza ciega en
él. Es un gran disco, con mucho garaje y ‘hard rock’ pero también el nuevo enfoque
de Seger. Se abre con un maravilloso robo/homenaje a Chuck Berry, 'Get out of
Denver' y se cierra con otro a John
Fogerty, 'All your love'. Como su
autor, 'Seven' no descubre nada
nuevo, pero es rock artesano de la mejor clase, una gran voz, una buena
colección de canciones y una banda comprometida con ellas y el rock and roll.
Además de la Silver Bullet Band, (Abbott se luce en ‘Cross of gold’ o ‘UMC’)
el disco también tiene otro invitado especial, Jim McCarty, el guitarrista original de Mitch Ryder y los Detroit Wheels.
Seger y su banda se lanzaron a la carretera
para promocionar el disco, llegando a hacer 250 conciertos al año. Abrieron
para bandas como Bachman Turner
Overdrive, Thin Lizzy o Kiss. En
esos momentos ya eran una máquina perfectamente engrasada. Paul Stanley recordaría “eran una banda de rock & roll
increíble y terminaban haciendo bises. ¡Eran los teloneros y hacían
bises!”. El grupo más popular del momento
alucinaba con ellos pero casi nadie les conocía fuera de Michigan. Seger estaba
comenzando a tener dudas y para su siguiente disco, su material volvía a
calmarse. ‘Beautiful loser’ se puede
considerar el primer disco que define el sonido asociado a Seger. Sigue
habiendo rock, como en ‘Nutbush city
limits’ o ‘Katmandu’, otra
apropiación de Chuck Berry, pero los medios tiempos ganan terreno como en ‘Jody Girl’ o ‘Travelin' Man’.
Lo único que le faltaba era el reconocimiento
popular y este llegaría con ‘Live Bullet’.
El cantante y su banda eran tal máquina de precisión que no necesitaban ningún
añadido y el disco se convirtió en uno de los grandes clásicos en vivo de los
70. Seger decidió aprovechar el impulso y ese mismo año, 1976, sacó el que es
considerado como el mejor de sus discos, ‘Night
moves’. Inspirado por un disco que había aparecido el año anterior, el ‘Born to run’ de Springsteen, decidió tomarse su tiempo en el estudio y cuidar hasta
el más mínimo detalle. La guinda fue la canción titular, una oda nostálgica
sobre el paso del tiempo, inspirada en ‘American
Graffiti’ que supuso el primer Top
Ten de su carrera. El resto del disco estaba lleno de clásicos como 'Rock and Roll Never Forgets', 'Mainstreet' o 'Sunspot Baby' en los que le acompañan sus dos bandas preferidas,
la Silver Bullet Band y los chicos de Muscle Shoals. De repente, Seger pasa a
ser, junto a Springsteen y Tom Petty,
uno de los pilares de lo que se conocería como ‘Heartland rock’. Una explosiva mezcla de Creedence, Chuck Berry, Hank Williams, Woodie Guthrie, Dylan, los Stones y Van Morrison. Sencillez, autenticidad y letras sobre las
vicisitudes del hombre de a pie.
Después de este disco se convertirá en una
estrella y todos sus discos entraran entre los más vendidos. Todavía quedan
grandes obras como ‘Stranger in town’
o, en menor medida, ‘Against the wind’
pero, poco a poco, comienza a sonar formulaico y a depender más de las baladas,
sobre todo a partir de ‘The distance’,
pero la fórmula sigue siendo ganadora y los 80 son su época de esplendor
comercial, con dos momentos significativos, la inclusión de ‘Old time rock and roll’ en ‘Risky bussiness’, con la emblemática
escena de Tom Cruise bailando en
calzoncillos, y la aparición de ‘Like a
rock’ en un anuncio que se emitirá durante 13 años en EEUU. Este obrero del
rock se convierte en multimillonario y las historias ya no le salen igual. Se
cuenta que un día llamó a su mánager preguntándole cuánto dinero había hecho en
su carrera y que este le contestó “tienes 30 millones de dólares en el banco”.
Al momento colgó el teléfono y anunció su retirada. Mitch Ryder, su referencia
durante sus primeros años dijo "Bob tuvo que elegir entre los fans o vivir
de las rentas, eligió lo segundo y estaba en todo su derecho de hacerlo, pero
los fans hubieran sido más felices si no lo hubiera hecho".
Posteriormente volvió a la carretera pero ya
había dado lo mejor de sí mismo, muchas veces en discos descatalogados y
difíciles de encontrar sin que el artista haya hecho nada por remediarlo. Seger
parece haberse olvidado de su catálogo anterior al éxito pero es allí donde se
encuentran las mejores razones para amar a este “hermoso perdedor”, un hombre
que se construyó una carrera a base de esfuerzo y dedicación, un obrero del
rock que es mucho más que el tipo que canta mientras Tom Cruise baila en
calzoncillos. Si el éxito nunca hubiera llamado a su puerta ahora se le estaría
reivindicando, colocando su obra como lo que es, uno de los pilares del ‘Heartland rock’, el rock de la clase
trabajadora.
(Imágenes: ©CordonPress)