Cris Méndez, ganas de volar.

Por Massimo D'Angelo

Quedamos una preciosa tarde de Abril: llega puntual, botas country, vaqueros y una cazadora con dos golondrinas cosidas encima, las mismas que tiene tatuadas en la piel, junto con otros muchos tatuajes más. Dos preguntas son más que suficientes para sentirnos en casa, como si estuviéramos charlando con una amiga de siempre. Esto es lo que pasa cuando hablas con Cris Méndez, cuando te cruzas con su sonrisa solar, su mirada cristalina y te habla de su vida y su música.    

No tuvo pulmones para tocar el saxofón, su pasión desde pequeñita, ni paciencia para el violín. Pero con un padre y un hermano guitarristas, no tuvo difícil encontrar seis cuerdas por casa y empezar a sacarles notas. Las palabras venían juntas. Con 14 años llegaron los primeros grupos, casi por juego, y los sueños de rock & roll. En su cabeza sonaban Police, Prince y el grunge de Seattle. El encuentro con Dani Martín, ex cantante de El Canto del Loco, vino después y con él, en su grupo y a su lado, ha pasado más de seis años. Un contrato y un primer disco con Warner no tardaron mucho.
   

Ahora Cris camina sola, más madura, centrada en su camino, con el segundo disco bajo el brazo –Zona de Confort, que aún huele a imprenta- y muchas ganas de contarse a través de sus viejas y nuevas canciones a todo el que quiera parar a escuchar su pop/rock melódico, perdiéndose en sus versos, su voz deliciosa, su sonrisa sincera y mirada profunda.
 

 

Su primera Fender acústica, regalo de papá, sigue en casa. Ahora sus alas son una pequeña Martin&Co. LXK2, su Martinela, y una Alhambra, regalo de toda su familia, que ‘apareció’ de la mano de su hermana durante un concierto en el que tuvo que tocar una guitarra prestada para conseguir un sonido aceptable y que representa actualmente su principal instrumento. A Cris sólo le hace falta esto: una guitarra, coger carrerilla y arrancar a cantar…sus ganas de volar las tiene tatuadas encima y se notan.
 
              

@massimo_dangelo

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