I Still Do (2016)

Eric Clapton

El Angelo Mysterioso de Clapton

A mediados de mayo, la prensa musical de medio mundo se volvió literalmente loca cuando descubrió entre los créditos del nuevo álbum de Eric Clapton, I Still Do, la colaboración de un tal Angelo Mysterioso, un seudónimo que se suponía que se había a la tumba junto a George Harrison [que, por cierto, lo escribía siempre con el artículo delante, L’Angelo]. Mano lenta lo negó; luego negó que lo hubiera negado; después se dijo que es Dhani, el hijo del genial guitarrista de los Beatles, también desmentido. Los que están en el secreto han jurado no revelar nunca la verdadera identidad que se esconde detrás de la acústica y los coros de I Will Be There. Pero todos se equivocan porque el verdadero secreto del disco se llama Glyn Johns, la mano que mece la cuna detrás del cristal del estudio de grabación.


Johns
, otro abuelo del rock a sus 74 años, es el auténtico responsable de que un puñado de insulsas versiones (salvo dos memorables excepciones) y un par de temas del propio Clapton recuperen la atmósfera de Slowhand, la que él mismo también creó hace casi medio siglo como productor. Sólo así se entiende la magia que desprende el vigésimo tercer disco del dios vivo de la guitarra.


Con un breve repaso al ‘currículum’ de Glyn Johns se entiende perfectamente: Sticky Fingers, Who’s Next, DesperadoRolling, Who, Eagles… la lista de bandas para las que ha trabajado en algunos de sus mejores trabajos arranca con Led Zeppelin y sigue con  Bob Dylan, Linda Ronstadt, The Band, The Clash, Ryan Adams, Steve Miller Band, Small Faces, The Easybeats, Blue Öyster Cult, Emmylou Harris, Midnight Oil, New Model Army, Joe Satriani, Rod Stewart, Joan Armatrading… Con él, Clapton grabó Cocaine o Wonderful Tonight, cuyo 40 aniversario ha sido la excusa perfecta para volver a caminar juntos.




El secreto de Johns es su capacidad para encontrar el sonido apropiado para la personalidad de cada músico o cada banda que se ha puesto en sus manos. En Sticky Fingers, grabado casi en la misma época que Slowhand, los Rolling necesitaban un sonido cortante y agresivo; Clapton, en cambio, parecía estar sentado en el porche de su mansión frente a una taza de té.


Cuarenta años después, la taza sigue ahí. Y también Clapton, como nos recuerda el título de disco, quizá un guiño de humor negro tras la retahíla de necrológicas de los últimos tiempos, la mayoría de viejos amigos suyos como L’Angelo Mysterioso.


Clapton
sigue y su guitarra -cualquiera de ellas- también. Es el segundo mensaje de I Still Do, que nadie olvide que sigue siendo un maestro, EL maestro con mayúsculas, pero que a sus 71 años le importa más bien poco y sólo quiere disfrutar de su manolenta. Aprovechar un tiempo que sabe que se le escapa.


Se le nota en los dos mejores temas del disco, Alabama Woman Blues (con el que arranca) y Stones My Passway. Leroy Carr y Robert Johnson, dos clásicos en los que Clapton rejuvenece e incluso Glyn Johns parece haberse equivocado de ‘chuleta’ y ha cogido la de Sticky Fingers.


Y en lugar de una taza de té, alguien puso por fin una cerveza.