Arpeggione (2016): Un lujo por partida doble
David Leisner & Zuill Bailey
En el desván de los instrumentos olvidados, el
arpeggione al menos consiguió pasar a la Historia en las partituras de Franz Schubert, prácticamente el único
compositor que dedicó una obra al cruce entre la guitarra y la viola da gamba
inventado por su paisano vienés -y luthier- Johann Georg Stauffer. En 2016, sólo a alguien como David Leisner y su guitarra ‘de cámara’
se le ocurriría resucitar aquella sonata para protagonizar y dedicar su nuevo
disco a aquella vieja gloria de las seis cuerdas. Le ha ayudado nada menos que Zuill Bailey, quizá el mejor cello del
mundo.
Ni Leisner
ni Bailey son una sorpresa. Son un
lujo. En Arpeggione -no podía ser
otro el título del disco- hay mucho más que la ‘rareza’ de la Sonata en La Menor (A Minor) D.821 compuesta para ese instrumento y
piano en un frío y triste noviembre de 1824. Él ha adaptado el piano a su
guitarra y ha dejado, obviamente, el arco a su compañero.
Tras la exquisita interpretación de los tres
movimientos de Schubert se esconde otra
verdadera maravilla: Manuel de Falla y
sus 7 canciones populares españolas arregladas por nuestro dúo de virtuosos
para una versión instrumental más que memorable.
Por si no fuese suficiente, Leisner añade una de sus propias
composiciones, Twilight Streams, en
la que entramos en el terreno de la música contemporánea. Una obra intrigante que
por fin se decide a grabar, pero donde la guitarra usa un código que se nos
escapa a la mayoría de los mortales. Seguro que quienes más la disfrutan son sus
alumnos de la Mahattan School of Music y sus colegas de Guitar Plus, un selecto
club neoyorquino de amantes de la música de cámara.
Para devolvernos a este lado del universo, el
cierre nos devuelve al sosiego de la música de cámara con adaptaciones de su
admirado Villa-Lobos, Paganini… En
total, más de una hora de viaje en el que el placer de escuchar se amplifica
con el de descubrir -una vez más- las infinitas posibilidades del instrumento
favorito de Guitars Exchange.
Con Arpeggione,
Leisner y Bailey han creado una obra maestra -la crítica especializada es
unánime- que reivindica la ‘madera’ frente a los materiales de última
generación y la alquimia electrónica. Para la guitarra es un espaldarazo en el
difícil terreno de la música ‘seria’ -como si el resto no lo fuese-. Las seis
cuerdas llevan demasiado tiempo con complejo de inferioridad ante el imperio
del piano y el violín. La electricidad abrió muchas puertas, pero también cerró
otras como las del desván de aquel luthier vienés.
Como todos los candidatos a engrosar nuestro
capítulo de leyendas, Leisner es también
un ejemplo vivo para superar la pesadilla de todo guitarrista: la distonía del
músico (focal dystonia), una enfermedad neurológica que se apodera de tus
músculos, de la que apenas ni se sabe cómo se produce. Él fue una de sus
víctimas a los 30 años y se curó completamente en 1996, después de 12 años; con 22 ganó su primer gran premio como instrumentista;
hoy también enseña las técnicas para vencerla.