The Greatest Love (2016)
Marty Balin
Perdido entre
decenas de nuevos lanzamientos y clasificado en alguna web en un género -el
hard rock- imposible, otra leyenda del pasado regresa con su voz creada ex
profeso por algún gen dedicado a las canciones de amor. La curiosidad por
escuchar una vez más a Marty Balin y
su nuevo disco, The Greatest Love, el
primero con temas nuevos en muchos años, nos sorprende con una guitarra
verdaderamente excepcional y protagonista en todos los sentidos. Esta vez no se
trata de Jorma Kaukonen, sino de Chuck Morrongiello, otro ‘manitas’ con
el que el fundador de Jefferson Airplane
firma a medias casi todos los temas.
En Guitars Exchange lo sentimos por Marty Jerel Buchwald, el verdadero
nombre de Balin, ‘desencadenado’ con
motivo de la celebración del medio siglo de las líneas aéreas de la psicodelia
y pendiente de los premios “a toda una vida” que les van a caer este año a la
familia Jefferson -incluidos sus
primos espaciales de Starship-, pero
nos interesa más esa guitarra brillante, afilada y despiadada que contrasta con
tanta demostración de ‘amor’: The
Greatest Love salió, precisamente, el 14 de febrero para poner banda sonora
a San Valentín.
A Balin le pasa como a Dave Mustaine (Megadeth) con Kiko Loureriro:
sin Morrongiello no hubiera sido lo
mismo. Y como el brasileño metalero, su nuevo ‘lead guitar’ se marca toda una
exhibición consciente de que su jefe, a pesar de sus 70 y pico años
(Cincinnati, 1942), ha compuesto un gran disco, su voz aún es capaz de llegar
al corazón y, lo más importante, le va a dar a conocer a escala mundial. En
cualquier caso, otro ‘monstruo’ al que no conviene perder de vista. El trío lo
completa Lloyd Goldstein y su
contrabajo no menos espectacular, especialmente en directo.
La exótica Scheherazade es un buen comienzo, pero
es justo después, con Crazy Over You,
donde encontramos el primer gran duelo de guitarra acústicas y eléctricas,
primero delicadas y luego tan enloquecidas como indica el título. Ese sencillo
e hipnótico punteo bajo un cuidadísimo catálogo de efectos lleva recuerdos de
la psicodelia que acompañó a Balin en
sus comienzos. El punto final del contrabajo de Goldstein es, sencillamente, genial.
Esa mezcla entre
guitarras que primero enamoran y luego lloran de rabia es la gran aportación de
Morrongiello para unas canciones de
amor, sí, aunque despechado y cruel sobre el que se arrastran las letras y la
garganta de arena de Balin.
Por supuesto
también hay tiempo para un poco de felicidad -Wonderful- y desenfreno, con la enérgica Dance All Night, un cruce de caminos entre el rock, el pop y el
funk, quizá la más ‘Jefferson’ de
todas. Su guitarrista demuestra ser capaz de empalmar un riff casi heavy con un
wah-wah discotequero y culminarlo con un solo de esos que se marcaba el gran Kaukonen. Y si a alguien le queda
alguna duda, lo mejor es saltar directamente a Stripper para escuchar al mejor Balin ‘sufriendo’ tanto como la hiriente novia de seis cuerdas que
se ‘desnuda’ frente a él. Un disco, en definitiva, que merece escuchar con
atención… y pasión.