La madurez de un genio

Por Sergio Ariza

En 1972 Stevie Wonder tenía solo 22 años pero llevaba tanto tiempo sacando discos con Motown que parecía todo un veterano. Talking Book era el decimoquinto disco de su carrera y el segundo que sacaba ese mismo año, pero, según se mire, se le podría considerar el primero, o el segundo (si contamos Music Of My Mind, el otro disco que sacó en el 72), que hacía con plena independencia artística, libre de las ataduras y la producción en cadena de su mandamás, Berry Gordy Jr., pudiendo expresar claramente sus ideas políticas y sociales. El resultado sería un disco esencial con el que Wonder alcanzó la cumbre de su carrera que continuaría con discos como Innervisions y Songs In The Key Of Life.   

Tras publicar Music Of My Mind el 3 de marzo, Wonder se fue de gira con los Rolling Stones, que andaban presentando el mítico Exile On Main Street, lo que le dio mayor visibilidad de cara al público y le insufló una buena dosis de energía. Parte de esa energía se ve reflejada en la canción más conocida del disco, la mítica Superstition que compuso con la ayuda de otro veterano de la Invasión Británica, Jeff Beck.
  

  

El caso es que el guitarrista estaba grabando en el mismo estudio y se pasó a saludar a Wonder, del que era fan absoluto. Cuando llegó, Wonder estaba componiendo un tema por su cuenta, así que le pidió a Beck que se sentara en la batería y tocara un ritmo, no era el fuerte del guitarrista pero accedió, de repente Wonder comenzó a cantar y tras grabar una base le pidió a Beck que le dejara solo y volviera dentro de un rato. Este lo hizo y cuando volvió Wonder tenía casi terminada Superstition, con el mágico riff, tocado en su clavinet Hohner, y una nueva batería grabada por el propio Wonder. El cantante le pidió su opinión al guitarrista y este, estupefacto, le dijo algo así como que era lo mejor que había escuchado en su vida. El caso es que, en agradecimiento, Wonder le dijo que él también la podía grabar.
    

Pero el nuevo disco de Beck se retrasó y Berry Gordy, que era un tirano pero podía oler un éxito a cientos de kilómetros de distancia, le dijo a Wonder que tenía un bombazo entre las manos y que no dudara en publicarla como sencillo de presentación de Talking Book. El dueño de Motown no se equivocaba y Wonder consiguió su primer número uno desde 1963, cuando Fingertips subió a lo más alto de las listas, cuando todavía era un joven prodigio de solo 13 años.
  

   

Pero Talking Book es muchísimo más que su canción más recordada, se trata de una obra perfecta en la que funcionan los temas más funk, como la mencionada Superstition o Maybe Your Baby, pero también las excelsas baladas, de las que Wonder era un experto, como You Are the Sunshine of My Life, otro número uno en la lista de sencillos, Blame It on the Sun o el magistral cierre con I Believe (When I Fall in Love It Will Be Forever), una emotiva balada soul, que también se usó para el final de la adaptación cinematográfica de Alta Fidelidad, en la que toca todos los instrumentos de la misma.
    

Y es que este es el disco con el que Wonder destapó definitivamente el tarro de las esencias, convirtiéndose en el genio oficial de los 70, alguien que cantaba a la altura de los mejores cantantes, como Marvin Gaye, componía como elegidos, tipo Carole King, y además tocaba todos los instrumentos, arreglaba y producía sus propios discos, junto a Malcolm Cecil y Robert Margouleff.
  

   

Eso sí, cuando Wonder dejaba sitio para que tocara otro músico en una de sus canciones, siempre era para músicos fabulosos como el propio Jeff Beck, que saca su Stratocaster del 54 en el solo de Lookin' for Another Pure Love, el jovencísimo Ray Parker Jr. (que se haría famoso en los años 80 con la canción de Los Cazafantasmas), que pone su Gibson 355 en ese delirio funky llamado Maybe Your Baby, o el saxofonista David Sanborn que pone el sabor en Tuesday Heartbreak.
     

Talking Book
fue la primera obra maestra de Stevie Wonder, un disco maravilloso al que se le queda pequeño cualquier adjetivo, siendo el mejor ejemplo de la mezcla perfecta de soul, funk, rock, jazz e, incluso, folk (véase la maravillosa Big Brother, con el clavinet de Wonder imitando una guitarra acústica) que es su música.
  

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