El órdago a la grande de Billy Corgan

Por Sergio Ariza

Los Smashing Pumpkins habían sacado su primer disco, Gish, el 28 de mayo de 1991, dentro de un pequeño sello independiente y habían logrado entrar, durante una semana, en el Top 200 de Billboard, algo casi inaudito para una banda independiente. Pero cuando el Nevermind de Nirvana, producido por el mismo tipo que había hecho el suyo, Butch Vig, superó al Dangerous de Michael Jackson en lo más alto de las listas de ventas el 1 de enero de 1992, las barreras entre independiente y 'mainstream' se derribaron para esa generación. De repente las expectativas sobre ellos subieron como la espuma y a Billy Corgan se le etiquetó como la próxima estrella de la 'Generación X', todo ello en un momento en el que el líder de la banda pasaba por una grave depresión y un bloqueo creativo, el batería Jimmy Camberlin se volvía adicto a la heroína, y el guitarrista James Iha y la bajista D'Arcy Wretzky rompían su relación.   

    

En cualquier otro caso estas circunstancias habrían sido las menos indicadas pero para un tipo con el ego de Corgan todo sumó para entregar su trabajo más recordado. El líder de la banda compartió silla de producción junto a Vig y volvió a grabar casi todos los instrumentos él mismo menos los percusivos, lo que no sentó nada bien a Iha y Wretzky. Su mezcla entre Black Sabbath y los Cure se volvió todavía más grande y excesiva, grabando más de 40 'overdubs' de guitarras para algunas canciones, como en Soma, logrando algo más cercano al prog rock que al punk de Nirvana.
  

En una época en la que se imponía el "hazlo tú mismo" y el semiprofesionalismo, Corgan y los Pumpkins eran vistos como estrellas del rock, algo casi tabú entre "la nación alternativa", pero a Corgan no le podía importar menos, lanzándose con estremecedores solos de guitarra e incluso incorporando lujosos arreglos de cuerda en sus canciones. Luego Corgan hacía todo lo posible para afianzar su imagen como el tipo más gilipollas de la época, pero nadie le podía negar que no fuera un compositor enorme.
   

    

El disco se abría majestuosamente con Cherub Rock, una de sus grandes canciones, subiendo en intensidad hasta que entraba un riff que era la respuesta del rock alternativo al Master Of Reality de Black Sabbath, en la letra Corgan dejaba claro que era un paria dentro de la escena alternativa, con uno de los primeros usos de la palabra 'hipster', pero también sabía ver cómo la industria/dinero se estaba apropiando de esa misma escena. En su explosivo solo de guitarra utiliza un truco que emplea más veces, conocido como 'tape phasing', en el que el solo es grabado y reproducido a la vez pero ligeramente desfasado con el primero. 
   

Su vena más melódica aparecía con la inmortal Today, otro de esos himnos noventeros que utilizaban la mágica fórmula del calmado/fuerte de los Pixies, en la letra Corgan se centraba en su depresión y en sus sentimientos suicidas tras la grabación de Gish. Rocket fue el cuarto, y último, sencillo de Siamese Dream, construido sobre otro gran riff, esta vez con mucho sabor psicodélico, bañado en las experiencias en LSD de Corgan, mientras que en la letra el líder de los Pumpkins pedía su propio foco, fuera de la gigantesca sombra de Kurt Cobain.
   

    

Disarm
era una gran balada acústica, con un majestuoso arreglo de cuerdas (otra que se beneficiaba de otro era la emocionante Spaceboy) y una gran melodía, en la que Corgan hablaba de su difícil relación con sus padres mientras crecía. Luego llegaba la épica Soma, en la que la se puede ver la huella de un grupo fuera de la órbita alternativa, Pink Floyd, para esa canción grabó múltiples 'overdubs' y un solo de guitarra que la Rolling Stone consideró el 24º mejor de todos los tiempos. Corgan demuestra que es uno de los mejores guitarristas de su generación y destapa todo el poder de su combo con su Stratocaster con tres pastillas Fender Lace Sensor y su Big Muff a través de su amplificador favorito, un Marshall JCM 800 del 84 de 100 vatios. Otra de las canciones más destacadas del disco es Mayonaise, una colaboración entre Corgan y Iha, que utilizaba el sonido distorsionada de una guitarra barata que Corgan tenía desde hacía tiempo.
   

Pero, en general, no hay una sola canción mala en todo el disco, Corgan se había propuesto grabar una obra titánica y lo había conseguido, las 13 canciones que había compuesto para el disco estaban a la altura de las enormes expectativas y Siamese Dream se iba a convertir en uno de los discos definitorios de la década. El cantante y guitarrista estaba tan seguro de ello que antes de publicarlo lanzó un órdago a la grande, si el disco no se convertía en un éxito absoluto rompería la banda. No hizo falta, Corgan ya había ganado el órdago antes de enseñar las cartas, no se podía tener mejor mano.
     

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