La intensidad del rey del blues

Por Sergio Ariza

En 1970, tras una actuación en Mister Kelly, uno de los mejores nightclubs de Chicago, el alcaide de la prisión Cook County de Chicago se acercó a B.B. King para proponerle que actuara en la prisión. Este aceptó y su compañía discográfica decidió grabarlo, ya que los conciertos en prisiones se habían puesto de moda tras el At Folsom Prison de Johnny Cash.    

     

La actuación tuvo lugar el 10 de septiembre de 1970 pero antes de la misma, King y su banda; Ron Levy al piano, John Browning a la trompeta, Louis Hubert al saxofón tenor, Brooke Walker al saxofón alto, Wilbert Freeman al bajo, y Sonny Freeman a la batería; tuvieron la oportunidad de hacer una visita a la prisión. Aquello fue deprimente porque, a pesar de ser un día especial, todos pudieron comprobar como las condiciones de vida eran bastante precarias. Esa primera impresión ayudaría a que el gran maestro del blues alcanzara una increíble intensidad en su toque aquel día.
    

Aquel que necesite una prueba de por qué B.B. King es el mejor guitarrista blues de todos los tiempos solo tiene que escuchar la introducción de How Blue Can You Get?, con un solo que purifica el alma. Es imposible pensar en todo lo que les pudo pasar por la cabeza a esos 2.117 presos que vivían en las peores condiciones posibles y a los que se les aparecía el paraíso en forma de notas de la guitarra. Son casi tres minutos hasta que entra su profunda voz, que parece contener siglos de sabiduría y el lamento de todos sus antepasados esclavizados.
    

     

Worry, Worry, Worry
se va más allá de los nueve minutos pero podría haber durado otros 20 y no hubiera aburrido. Es evidente que King está realmente conmovido por la situación de su público y da lo mejor de sí mismo, su Lucille de esa época, un Gibson ES-355, enchufada a un Fender Twin, tiene un tono todavía más brillante y ardiente que el del mítico Live At The Regal.
   

La segunda cara se abre con King hablando a los presos, de repente se calla y da cinco notas con Lucille antes de seguir hablando, y en esas cinco notas hay más sentimiento y expresividad que en la discografía entera de la mayoría de sus imitadores. Luego comienza con uno de sus viejos éxitos, 3 O'Clock Blues, que une a Darlin' You Know I Love You. Luego es el momento de otro de sus grandes clásicos de siempre, Sweet Sixteen, nuevamente es sorprendente el ardor con el que toca la guitarra.
    

     

Luego llega la única ocasión en la que King mira a su repertorio más reciente, para la época claro. Pero es que hasta cuando solo había pasado un año de grabación ya era imposible que B.B. King no tocara The Thrill Is Gone en sus conciertos. La versión que aquí aparece es cruda y desnuda, evidentemente una vez que el arreglo de cuerdas se va, pero la fuerza de su voz y la pasión que pone a la hora de acariciar a Lucille es simplemente fantástica. Para el final vuelve con otra de las canciones que grabó a finales de los 50, Please Accept My Love, que pone el fin a su histórica actuación.
    

Lo que había comenzado como algo casual, y que su compañía aprovechó para grabar un disco en directo, se convirtió en un compromiso de por vida para King. El guitarrista se había quedado escandalizado de las condiciones de vida de los presos y por el hecho de que más de las tres cuartas partes de los reclusos fuera de raza negra o de otras minorías. Esa rabia se vio traducida en la intensidad de su actuación pero no se quedó ahí y King llegaría a hacer más de 50 conciertos gratuitos en otras prisiones a lo largo de su vida, además de crear la Fundación para el Avance en la Rehabilitación y la Recreación de los Reclusos. Eso sí, el mayor triunfo de King no fue ese, ni siquiera la edición de un disco que puede rivalizar con Live At The Regal como el mejor de su carrera, su gran triunfo es que su actuación en Cook County llevó a la prensa allí e hizo que se reformara toda la prisión.
    

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