Al estilo de The Edge

Por Miguel Ángel Ariza

David Howell Evans, mundialmente conocido como “The Edge” es quizá el primer “guitar hero” de la historia que basa su creatividad y enfoca su talento en los sonidos que crea con su propio equipo; dicho sea de paso, un auténtico arsenal de guitarras, amplificadores y , sobre todo, pedales que sabe usar y combinar como nadie y que han sido su signo de distinción desde que comenzase su carrera a finales de los 70 con la banda irlandesa U2.      

Es absolutamente imposible resumir en pocas palabras el universo musical del guitarrista de U2 y el equipo con el que lo crea. Probablemente haya libros o revistas especializadas enteras que se ocupen de ello pero, por lo menos, vamos a hablar de ciertos tesoros de su equipo que siempre o casi siempre le acompañan durante sus giras.      

Lo primero que conviene recordar es que sale de gira con casi medio centenar de guitarras y que hay ocasiones en las que usa más de 20 de ellas en un único show. De todas formas, su Gibson Explorer de 1976 ha sido siempre una de las elegidas. Se enamoró de ella con tan solo 17 años de viaje con la familia por Nueva York. Según el propio Edge él quería comprarse una Les Paul pero se quedó colgado del sonido que salía de esta guitarra que, dentro de su inmenso harén, es su chica favorita. De hecho parece ser que la quiere tanto que la ha retirado de la circulación desde hace unos años (su técnico, Dallas Schoo, le convenció para que dejase de maltratarla ya que considera esa guitarra fundamental para las grabaciones de U2 y ya llevaba unos cuantos golpes encima, incluida la rotura de la pala a mediados de los 80).
     

Aparte de su Explorer hay que mencionar su Fender Stratocaster negra de 1973, otra de las joyas de la corona y una de sus guitarras más características, con la que se grabaron canciones tan fundamentales para la banda y su tan característico sonido como I Still havent’t found what I’m looking for o Where the streets have no name.
     

Por mencionar otras guitarras a las que es más o menos fiel podemos hablar de su Gibson SJ200 de los años 50 o de su preciosa Gibson Les Paul blanca de 1975, que por cierto donó en una subasta para los afectados del huracán Katrina por un valor de 288.000 dólares...pero tranquilos que Gibson no tardó en hacerle una copia exacta y mandársela.
      Vamos a pasar de puntillas sobre sus amplis, en su mayoría vintage, incluidos unos cuantos Fender Tweed de los 50 aunque el ampli que siempre está en sus discos y en el escenario es un combo Vox AC30 de 1964.      

Y de puntillas sobre sus amplis llegamos a su pedalera, auténtica hacedora del universo The Edge y todo lo que él supone. Es bastante increíble ver como fabrica Riffs que se convierten en clásicos instantáneos con tan solo dos acordes gracias a la manera que tiene de envolver esos acordes con el efecto perfecto. Tenéis un ejemplo magnífico en el documental It might get loud en el que toca el comienzo de Elevation con y sin sus efectos. Absolutamente increíble.
     

Esto lo consigue ya que se considera a sí mismo un guitarrista que siempre tiene que aportar a la canción y no brillar aparte. Pone su foco en crear la textura perfecta para que Bono, Adam y Larry se sientan siempre arropados. Para ello usa un auténtico arsenal de efectos que lleva en formato rack, como sus míticos delays Tc Electronics 2290, además cuenta con una pedalera formada por pedales tan míticos como el Ibanez tubescreamer, el Lovetone doppelganger o el POG de Electro Harmonix que controla su técnico y todo ello junto gestionado por el propio Edge a través de una controladora que usa en escenario; controladora que tiene por duplicado su técnico personal y que este tiene que activar y desactivar si ve que su jefe está demasiado lejos de ella durante el show.
     

Aparte de su controladora solamente suele llevar en el escenario un pedal de wah, uno de volumen y a eso le añade el Whammy de Digitech.
      Así que todo ese torrente de sonidos y efectos que a cualquiera le podría abrumar e incluso, como suele pasar en muchos casos, hacerle caer en un sonido sobreproducido y rozando lo hortera, The Edge es siempre capaz de encontrar un nuevo efecto que todos los demás queremos imitar. Eso es también parte de este negocio de tocar la guitarra y es por eso que, con la décima parte de técnica y conocimientos que muchos de los “pistoleros” ahí fuera, The Edge siempre acaba por dispararnos al corazón más rápido que nadie. Sin tapping, sin shredding, sin apenas solos...un auténtico genio de la guitarra.

 

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