Los mejores discos de Metallica

Por Sergio Ariza

Metallica es, junto a Black Sabbath, la banda más grande de la historia del Metal, su irrupción en 1983 supuso el advenimiento del Thrash Metal, con sus riffs rápidos y cortantes que le daban una nueva energía al género. Pero el grupo de James Hetfield y Lars Ulrich supo evolucionar y terminó convirtiéndose en una de las bandas más vendedoras de todos los tiempos, logrando romper todas las barreras del género. Cuando se habla de sus mejores discos es imposible no nombrar a los cinco primeros, que es lo que vamos a hacer aquí, pero eso no quita que pensemos que todo lo posterior al Black Album sea desdeñable, rompiendo una lanza por discos como ReLoad de 1997 y, sobre todo, Hardwired... to Self-Destruct, su último disco hasta la fecha, que nos parece de notable alto.    

     

Kill ‘Em All
(1983)
 

Kill ‘Em All
  es un debut notable, todavía faltan algunos elementos, por ejemplo la voz de Hetfield suena increíblemente juvenil, pero los primeros clásicos ya están aquí, The Four Horsemen, basada en una composición de su primer guitarrista, Dave Mustaine, que fue sustituido por Kirk Hammett poco antes de entrar a grabar, llamada The Mechanix y que es una maravilla que va cambiando de un gran riff a otro, incluido ese puente que metió Hetfield que parece sacado del Sweet Home Alabama y que le permite lucirse con un gran solo. También está Motorbreath, en la que se puede apreciar su papel como una especie de hijos bastardos de los riffs Black Sabbath y la velocidad de Motörhead. Luego está el primer sencillo del disco, Whiplash, un brutal estallido de electricidad, tocado a 200 revoluciones por minuto, que supuso el lanzamiento de toda la música thrash. Por último, aparece la mejor canción del disco, Seek & Destroy, con un riff de puro metal en el que se mezclan la agresividad del punk y la fuerza del heavy y un estribillo absolutamente certero. La guitarra en la que surgieron, y están tocados, la mayoría de estos maravillosos riffs es la Electra Flying V de Hetfield, una guitarra que se había comprado en 1980 por 200 dólares, mientras que la mayoría de los vertiginosos solos, aunque todavía bajo la influencia de Mustaine, corren a cargo de la Gibson Flying V de los 70 de Hammett.
    

     

Ride The Lightning
(1984)
 

Ride The Lightning
es la primera gran obra maestra de la banda, un disco en el que amplían horizontes musicales y añaden una complejidad armónica y melódica mayor a sus composiciones, algo que ya avisan desde el principio con el inicio acústico de Fight Fire With Fire, en el que suenan como juglares medievales, lo que hace que cuando entre el abrumador riff inicial, con la Gibson Explorer 'So What' del 84 de Hetfield, el choque sea todavía más fuerte, también dejando claro que no han perdido ni un ápice de agresividad. Esa mayor musicalidad también se nota en la canción titular en la que demuestran que se puede sonar brutal pero también sofisticado, gracias posiblemente a la enorme pericia, y conocimiento teórico, de Cliff Burton. A pesar de que es una de las dos canciones en las que todavía aparece Mustaine como co-compositor, uno de los riffs es suyo, se puede ver en el solo que la Flying V de Kirk Hammett ya vuela sola. Pero es que si ese comienzo ya es absolutamente espectacular, lo mejor está por llegar, y es que la primera cara se cierra con dos de las mejores canciones de su carrera. Ni siquiera las Hells Bells de AC/DC han sonado tan ominosas y amenazantes como las que suenan al principio de For Whom The Bells Toll, una canción que se va construyendo poco a poco, riff a riff, hasta que entra la voz de Hetfield pasados los dos minutos. Y luego llega la que puede que sea la canción más importante de su carrera, su primera balada, en cuyo molde se miran todas las demás, Fade To Black, con un inicio lento con Hetfield demostrando lo gran cantante que es y una segunda parte en la que los riffs pesados volvían a todo volumen. Para redondearlo todo en la segunda cara aparecía Creeping Death, una explosiva canción compuesta desde el punto de vista del Ángel de la Muerte, en la que parece que Metallica va arrasando todo a su paso. Un disco absolutamente brutal e influyente.
    

     

Master Of Puppets
(1986)
 

La fórmula de Ride The Lightning era tan perfecta que lo que hizo Metalliza con el siguiente disco, Master Of Puppets, fue seguirla al pie de la letra, si lo consiguieron superar fue porque este disco está, canción por canción, un pequeño peldaño por encima de Ride The Lightning. El tercer disco de Metallica ampliaba el alcance y la ambición de sus primeras obras sin perder un ápice de la rabia y la fuerza de estas. Es aquí donde la formación más recordada de la banda encuentra la cuadratura del círculo, actuando como una máquina perfectamente engrasada, una especie de monstruo de cuatro cabezas en el que cada uno cumple su parte a la perfección y en total sintonía con los otros. Hetfield y Ulrich no entregan una sola canción floja en este disco, con una primera cara más propia de un recopilatorio tras muchos años de carrera, nada más y nada menos que Battery, Master Of Puppets, The Thing That Should Not Be y Welcome Home (Sanitarium). Si Metallica diese un concierto hoy en cualquier parte del mundo y decidiera cerrar el concierto con esas cuatro canciones, hasta el último de los presentes quedaría contento. Lo increíble es que, a pesar de no ser tan conocidas, las cuatro canciones de la segunda cara no bajan un ápice la intensidad, con Disposable Heroes adelantando la épica ‘thrash’ progresiva de …And Justice For All y Orion sirviendo de perfecto epitafio para Burton, la prueba evidente de que Metallica nunca tuvo un bajista igual. Las guitarras que suenan en su obra maestra son una Jackson Flying V “Randy Rhoads” para un Kirk Hammett a cargo de la mayoría de los solos y una Jackson King V Custom para un Hetfield que deja claro que es el guitarrista rítmico más potente del Metal.
    

 

     

…And Justice For All
(1988)
 

Cuando has entregado un disco perfecto, y lo sabes, tienes que pasar a otra cosa y eso es lo que hicieron Metallica con …And Justice For All, su disco de 1988 que seguía a Master Of Puppets y en el que tuvieron que sustituir al insustituible Cliff Burton. El elegido fue Jason Newsted al que apenas se le oye, en una mezcla en la que el bajo queda hundido. La verdad es que le podían haber dado un poco más de juego porque su única aportación en la composición, algunos de los riffs de Blackened son suyos, demuestra mucho potencial. El caso es que esta vez la banda se lanza hacia el metal progresivo, con unos desarrollos más largos, frecuentes cambios de tempo, estructuras mucho más inusuales e intrincadas. Como dijo Hetfield sobre su proceso de grabación: “¿Hemos metido seis riffs en una canción? Que sean ocho. Volvámonos locos con ella” Este es el disco menos directo de Metallica pero el más elaborado, con ninguna de sus canciones bajando de los cinco minutos de duración, y algunas como la titular o To Live Is To Die rozando los diez. Aun así es otro gran trabajo con varios clásicos de la banda como Blackened, la canción titular, Eye Of The Beholder, Harvester Of Sorrow y, por encima de todas, la espectacular One, una de las dos o tres mejores de la historia de la banda, su balada por antonomasia, que habla de un herido de guerra incapaz de oír, hablar o ver. Nunca una canción que ha empezado tan calmada se ha transformado en un puñetazo en la cara como esta.
    

     

Metallica (The Black Album)
(1991)
 

El disco de la discordia, el que divide claramente su discografía y el que les convirtió en la banda Metal más grande y famosa del mundo. Hetfield y Ulrich tenían bien claro lo que hacían cuando ficharon a Bob Rock como productor, querían romper todas las barreras del Metal y meterse en todas las casas posibles y eso es justo lo que consiguieron. Los cinco sencillos que salieron de este disco se encuentran entre las 20 mejores canciones de la banda, Enter Sandman, The Unforgiven, Sad But True, Nothing Else Matters y Wherever I May Roam son clásicos indisputables y, sí, Nothing Else Matters es una canción de amor, The Unforgiven tiene guiños a alguien tan poco Metal como Ennio Morricone y en Wherever I May Roam suena un sitar, pero es que Metallica se cansaron de las etiquetas y decidieron que ellos eran una gran banda de rock a secas. Desde el mítico riff que abre Enter Sandman y el disco, tocado con una de las ESP MX220 del 87 de Hetfield, la banda dice adiós a la velocidad del relámpago y la cambian por una música igualmente amenazante pero mucho más pesada y clásica. Muchos seguidores les dieron la espalda y clamaron que se habían vendido pero su música entró en millones de nuevos hogares. Puede que ya no fueran thrash metal pero el disco negro de  Metallica dejó claro que la banda era mucho más que la más importante de la historia de ese género. Eran una de las grandes bandas de rock sin más adjetivos de la historia.
    

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