El chico más duro del barrio
por Vicente Mateu
La leyenda
del heavy comienza con otra, la del señor oscuro de la guitarra eléctrica y
su accidente juvenil como obrero del metal en el auténtico significado de la
expresión. Con las puntas de los dedos de su mano derecha amputadas y aflojando
las cuerdas de su instrumento, Tony
Iommi elevó la temperatura del rock
hasta endurecerlo y forjar un nuevo género, una nueva forma de entender la
música popular de finales del siglo XX. El
heavy tiene muchos padres, pero sólo un ‘padrino’.
Anthony
Frank Iommi (Birmingham, 1948) y su inconfundible
estilo tocando son, pues, fruto de una casualidad que ha marcado a miles de
guitarristas y el Iron Man lo seguirá haciendo desde el púlpito de su inseparable
Gibson SG. Y quizá también lo sea del
guiño del destino que sentó a su lado en el colegio a otro personaje
fundamental tanto para su propia carrera como para la música y mucho más: un
ser enloquecido y legendario llamado John
Michael Osbourne, más conocido por Ozzy.
No obstante, lo que seguramente de verdad
marcó su forma de tocar y entender la música fue su personalidad de chico duro
del barrio. Saltándonos el manido capítulo del ejemplo de Django Reinhardt, otro genial tullido, para no renunciar a su
pasión por la guitarra, a Iommi le
hubiera bastado con darle la vuelta a la suya y usar la otra mano. De sus
explicaciones años después se deduce que probablemente ni se le ocurrió, aunque
él se excusa en que aprender con la derecha le iba a costar demasiado tiempo.
Tenía 17 años y, por supuesto, mucha prisa. En 2008 admitió que debía haberlo
hecho. “Pero entonces no sabía lo que sé ahora”, puntualizó.
Con dedos o sin ellos, lo que aquel chaval fan
de Hank Marvin tenía claro es que no
estaba hecho para trabajar en una fábrica, por lo que con los 20 años aún por
cumplir se largó de gira por Alemania junto a los Rockin’ Chevrolets, una de sus primeras bandas. Corría 1965 y todo
empezó a girar muy deprisa en su carrera. Fue guitarrista en The Rest y Mythology, una etapa frenética en la que se empieza a gestar otra
leyenda, la de Black Sabbath, a
partir de la Polka Tulk Blues Band
y, por fin, Earth, donde el cuarteto
fundador se completa con otros dos amigos de juventud de Tony y Ozzy, el bajista Terry Geezer
Butler y el batería Bill Ward.
Black
Sabbath estuvo a punto de ni siquiera nacer antes de
que terminara la década. Ian Anderson casi
cambia el destino de Jethro Tull y el
del propio Iommi, guitarrista del
grupo durante un breve periodo de prueba para sustituir a Mick Abrahams. La nueva recluta parecía triste y fuera de lugar en
una actuación en playback al lado del
genial flautista en un programa de televisión, algo que no auguraba mucho
futuro al nuevo fichaje, que no tardó en volver al redil junto a sus viejos
amigos. Obligados por problemas legales –ya había otro grupo llamado Earth-, Black Sabbath conseguía dar sus primeros pasos y los Tull, al fin y al cabo, todavía no eran
más que otra prometedora banda del escenario musical británico.
Nos quedamos sin saber cómo sonaría en su
guitarra el riff de Aqualung; a cambio, Iommi
aprendió que el éxito es fruto del trabajo y de la disciplina, según ha
explicado muchas veces él mismo. Su fuerte personalidad y una perseverancia sin
límites lograron inculcar ambas virtudes a sus compañeros. Black Sabbath iba en serio. O todo lo que podía serlo en un
ambiente en el que las drogas y el alcohol solían cortar los ensayos antes de
que casi hubieran empezado. Anderson,
probablemente, también le enseñó a funcionar como una empresa en la que los
amigos pasan a ser empleados.
Sea quien sea el dueño de la marca y de los
royalties, el tiempo ha dejado claro que el sumo sacerdote de Black Sabbath es él aunque se llame Heaven & Hell o incluso WhoCares. La década con Ozzy dio paso a los años con el llorado
Ronnie James Dio, luego a los de Ian Gillan, después a los de Tony Martin… y a nadie le importó. La
nueva versión siempre era tan buena como la anterior mientras crecía la
leyenda.
Vista en conjunto, la carrera de Iommi se puede dividir entre los
primeros 15 años, los de la creatividad potenciada primero por Ozzy y luego por Dio, los que van de Paranoid a Mob Rules para acotarlo
musicalmente, y los 35 restantes transcurridos entre subidas y bajadas,
reencuentros y nuevos desencuentros y más de una tragedia, hasta llegar a 2015 con la formación original
reunida casi al completo para la presunta última gira de Black Sabbath. Esta segunda etapa arranca en 1986, tras el absurdo
de tener que sacar un disco como Black
Sabbath ft. Tony Iommi. Seventh Star, el que algunos
catalogan como su primer trabajo en solitario.
La primera etapa sirvió para crear el heavy metal y consolidarlo como un
género de masas; la segunda está dedicada a sí mismo y su papel como maestro de guitarristas capaz de dar
todavía alguna sorpresa a quienes periódicamente certificaban la defunción de
los Sabbath. Olvidaban que bajo la
máscara del tipo que –dicen- practicaba magia negra en el sótano de su casa se
escondía un auténtico currante del rock, el que no encontró tiempo hasta el año
2000 para grabar un álbum con su propio nombre.
Quizá su secreto tenga realmente que ver con
algún pacto diabólico. Contra todo pronóstico, el siglo XXI entró con los Sabbath presumiendo de Grammy con Iron Man, otra muesca en
su recámara de éxitos. Ozzy y Geezer Butler volvían a estar a su lado
y las ideas seguían funcionando para vivir una segunda juventud que les ponía una
vez más en la cima del mundo para un sprint final, darles impulso para grabar
nuevos discos y subirse a su enésima gira mundial.
Probablemente los últimos años no han sido
todo lo fructíferos que le hubiera gustado, condicionado siempre a la agenda
personal de Ozzy y frenado en seco
con la pérdida de Dio, pero ha
conseguido mantener la máquina en marcha. Incapaz de parar, en las obligadas
paradas ha aprovechado el tiempo con colaboraciones diversas y proyectos
benéficos tipo Whocares.
Iommi escribe en estos momentos un nuevo capítulo de su leyenda. Cerca ya de
los setenta, ha dado una vez más la vuelta al mundo con Black Sabbath junto a Ozzy, Geezer Butler y el batería Tommy Clufetos. Bill Ward, como de costumbre, quiso renegociar su contrato y, al parecer, exigió también que el cantante de retracte
de unas declaraciones por las que se siente ofendido... Las superestrellas son
así.
Una nueva aventura que el guitarrista ya avisa
que es la última. “Hemos estado haciendo
esto durante 50 años. Va siendo hora de poner un punto, ¿no crees? Ha sido
genial pero es momento de parar”, así respondió Iommi a un periodista del Birmingham Mail. No es cuestión de
ganas, es el maldito linfoma contra el que lleva luchando algún tiempo. Los
médicos le han dicho que tienen el cáncer bajo control, pero él se siente
físicamente agotado. “Mi cuerpo no
aguantará mucho más”, advierte. Todo lo contrario que su guitarra.
(Imágenes: ©CordonPress)