Encontrando un nuevo camino
Por Sergio Ariza
Meddle es uno de los discos fundamentales en la carrera de Pink Floyd, fue el disco con el que consiguieron salir al fin de la alargada sombra de Syd Barrett y encontrar el sonido que les convertiría en gigantes.
Todo ocurrió, más o menos, por casualidad, cuando la banda formada por Roger Waters, David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason entró en los estudios de Abbey Road a comienzos de 1971 no tenían nada preparado, así que comenzaron a experimentar ininterrumpidamente. Se pasaban horas dándole vueltas a un riff, se daban una progresión de acordes y cada uno de ellos grababa por separado sin interacción con los otros miembros o intentaban sacar los sonidos más peculiares de objetos domésticos. La mayoría de las veces no llegaban a nada que se pudiera utilizar, ante la frustración del ingeniero John Leckie, pero en uno de esos experimentos hallaron un sonido, que como el clic de una bombilla, haría que sacaran lo mejor de sí mismos y encontraran su estilo definitivo.
Era una sola nota del teclado de Richard Wright, pasado por un Leslie, que sonaba parecido al ping de un sónar de un submarino. Sobre ella comenzaron a crear un manto musical con Gilmour luciéndose al slide, además de incluir otro de sus experimentos, esos sonidos como de gaviota, que no eran sino el producto de un error anterior. Antes de un concierto un ‘roadie’ había enchufado el pedal wah de Gilmour de manera equivocada, logrando el peculiar efecto.
Luego comenzaron a aparecer la melodía y las primeras palabras: "An echo of a distant time comes willowing across the sand and everything is green and submarine". La principal influencia para la melodía era una de las canciones favoritas de Waters de los Beatles, Across The Universe, de la que haría una versión en solitario en 1985. Waters reconocería la influencia incluyendo un velado homenaje en la letra: "Inviting and inciting me to rise". Echoes se va por encima de los 20 minutos y ocupa por entero la segunda cara de Meddle, sin que no sobre nada. Su melodía fluye como la marea desde los tiempos de la creación, llevada con dulzura por las voces de Gilmour y Wright, que suenan tan bien juntas como las de Lennon y McCartney.
Por su parte, el guitarrista, al igual que la banda, encuentra definitivamente su estilo y su sonido, haciendo un magnífico uso del slide. Para su grabación Gilmour usó la Black Strat para las partes rítmicas pero el solo lo grabó con otra de sus armas secretas, la guitarra que le hizo Bill Lewis con 24 trastes, y que está con él desde noviembre de 1970, usada junto a un Fuzz Face.
Echoes es, sin duda, la gran canción de Meddle, pero en la primera cara encontramos otros dos momentos destacados de la carrera de Pink Floyd, la instrumental One Of These Days y Fearless, que fueron lanzadas como single. La primera es puro Floyd, construída sobre una línea de bajo de Waters pasada por un Binson Echorec, con Gilmour tocando otro bajo. Es una composición grupal, como Echoes, y demuestra el carácter colaborativo del disco, con la banda trabajando todavía en conjunto antes de que Roger Waters comenzara a liderar definitivamente a la banda.
Aun así son el bajista y Gilmour los que firman, conjuntamente, el resto de canciones, con la excepción de Saint Tropez, la única en exclusiva de Waters, y la única que no canta Gilmour. Y es que siempre se habla de su increíble calidad como guitarrista pero baste escuchar como acaricia las palabras en Fearless para ver que también era un cantante con pellizco, capaz de emocionar con su delicada voz. La canción es una maravilla, construida sobre una gran proyección de acordes que termina con una grabación de los hinchas del Liverpool cantando el You'll Never Walk Alone, una verdadera curiosidad, sobre todo si tenemos en cuenta que Waters es un acérrimo seguidor del Arsenal.
A Pillow Of Winds seguía a One Of These Days, enseñándonos la cara acústica de la banda con Gilmour, como en casi todo el disco, destacando con el slide. Saint Tropez suena a 'music-Hall', como si Waters hubiera estando escuchando a los Kinks, y tiene un solo de Gilmour al slide y de Wright al piano, el más interesante de los dos. Mientras que el único lunar del disco es Seamus, un country blues acústico a mayor gloria de Seamus, el perro de Steve Marriott. La incluyeron porque les hacía gracia pero, como dijo Gilmour posteriormente, "supongo que no era tan divertido para nadie más que no fuéramos nosotros". Suponía bien.
Eso sí, todo quedaba perdonado cuando dabas la vuelta al disco y escuchabas ese extraño pitido y te sumergías con ellos en Echoes. Una canción que abría un nuevo camino para la banda… Uno que les llevaría a visitar el lado oscuro de la luna.