Encontrando su sonido
Por Sergio Ariza
A finales de 1968 Neil Young andaba bastante
desorientado, seguía sin encontrar su propio camino tras haber abandonado Buffalo Springfield y con un primer
disco en solitario que, en sus propias palabras, tenía demasiadas
‘pregrabaciones’. Pero entonces escuchó un disco que le gustó bastante, era el
disco de debut de la banda californiana The
Rockets, Young los conocía de los comienzos de Buffalo Springfield así que
se pasó a verlos por el Whisky a Go Go de Los Ángeles. La noche acabó con Young
subiéndose al escenario con ellos para una 'jam' de la que saldría el sonido
sucio, simple e informal que llevaba tiempo buscando.
Poco después Young fichó al guitarrista
rítmico (y compositor principal) Danny
Whitten, al bajista Billy Talbot
y al batería Ralph Molina de los
Rockets como su banda de acompañamiento para grabar su segundo disco en
solitario. Hacía poco tiempo que el canadiense había intercambiado una de sus
Chet Atkins por una Gibson Les Paul Goldtop del 53, pintada de negro y bastante
modificada, a su ex compañero de Buffalo Springfield, Jim Messina, el mundo la acabaría conociendo como ‘Old Black’.
Cuando la enchufó a su viejo Fender Tweed, y Whitman hizo lo propio con su
Gretsch White Falcon en un Fender Bassman la magia comenzó a surgir en largas e
improvisadas 'jams' en las que Young toma el papel principal buscando la
distorsión y Whitman toma el papel de ancla con un tono más limpio.
Para cerrar el círculo Young contaba con el
material perfecto para ese nuevo visceral sonido. En un mismo día mientras
ardía con 39 grados de pura fiebre creativa el canadiense había compuesto Cinnamon Girl, Down By The River y Cowgirl In The Sand, tres de las
canciones más míticas de su carrera, que han permanecido en su ‘setlist’
durante toda su carrera. La joya de la corona es la inmortal Cinnamon Girl en la que se puede
comprobar el enorme peso que estaba tomando Crazy Horse, el nombre que les había puesto a los ex Rockets. Se
trata de un dúo entre Young y Whitten, que no solo cantan a la par sino que se
complementan a la perfección a la guitarra, con Whitten tocando arpegios y
Young desatándose con uno de sus mejores riffs y un increíble solo de una nota
en el que logra con el vibrato que, a pesar de todo, cada vez suene diferente.
Según sus propias palabras: "la
gente dice que es un solo de una sola nota pero, en mi cabeza, cada una de esas
notas es diferente. Cuanto más te sumerges en él, más puedes escuchar las
diferencias".
Luego llega la canción titular, una pequeña
maravilla que ronda los dos minutos de duración en la que se vuelve a probar la
increíble química entre Neil y su nueva banda de acompañamiento, encargados de
esos inolvidables coros. Round &
Round es el primer parón acústico en la carrera del caballo loco. Es una
vuelta a sus modos más de cantautor, dejando apartada la ‘Old Black’ y
sustituyéndola por una Martin D-28. Cuenta con una sentida armonía vocal de Robin Lane que recuerda a los duetos de
principios de los 70 entre Gram Parsons
y Emmylou Harris. Down By The River se va abriendo poco a
poco hasta desembocar en la perfecta tormenta eléctrica. Whitten hace de
perfecto guitarrista rítmico, cambiando el tempo y el acompañamiento sutilmente
para que Young pueda poner en buen funcionamiento a la Old Black con notas que
cortan como cuchillos en una de las 'jams' más alucinantes de la historia.
Tras la tormenta llega la calma con el toque
country de The Losing End, una de las
especialidades de la casa. La sigue Running
Dry (Requiem for the Rockets), una despedida al grupo del que surgió Crazy
Horse en la que aparece como invitado el violinista de esa banda, Bobby Notkoff. El remate es con otra marea
de distorsión que se va más allá de los 10 minutos de duración. La canción
surge casi de la nada, con una guitarra apenas audible, hasta que se desata el
temporal de distorsión en el que se habían especializado. La voz no entra hasta
casi los dos minutos pero cuando lo hace sabemos que estamos ante algo mucho
más que una 'jam'. Y es que el material de Young era perfecto para dar rienda
suelta a estas tormentas de electricidad porque siempre había grandes canciones
detrás.
Cuando apareció hace 50 años, un 14 de mayo de
1969, Neil Young siguió siendo prácticamente un desconocido hasta que pocos
meses después, en agosto, el mundo le descubrió en un escenario de Woodstock
junto a Crosby, Stills & Nash.
Pero con Everybody Knows This Is Nowhere
y Crazy Horse, Young ya había encontrado el sonido por el que sería recordado
para la eternidad.