Cuando el futuro del rock & roll se hizo presente
Por Sergio Ariza
Tras dos notables discos con grandes críticas
pero pocas ventas, Bruce Springsteen se halló a sí
mismo ante una encrucijada. Su compañía discográfica estaba pensando en
rescindir su contrato pero entonces apareció un artículo en el que alguien
escribió proféticamente: "He visto
el futuro del rock and roll y su nombre es Bruce Springsteen". Se
trataba del crítico Jon Landau, al
que Springsteen terminaría contratando como productor de su tercer disco. Gracias
a él Columbia le dio una nueva oportunidad y esta vez no la dejó escapar.
Sus expectativas eran enormes, no en vano
declararía que quería sonar como "Roy Orbison cantando a Bob
Dylan producido por Phil Spector", pero esta vez
tenía las canciones a la altura de semejantes comparaciones, Born To Run, Thunder Road, Jungleland,
Backstreets, Tenth Avenue Freeze Out... Monumentos a los que supo adornar
con los arreglos, la producción y la interpretación que requerían, aunque para
eso tuviera que llegar al límite de sus fuerzas y llevar a todos los presentes
en la grabación, músicos, productores e ingenieros al borde del ataque de
nervios. La guinda vino con los dos protagonistas que le acompañan en la
portada, el grandísimo saxofonista Clarence Clemons y su fiel
Telecaster/Esquire, una guitarra a la que aprendió a hacer hablar durante la
grabación de este disco.
Springsteen se encontró con la que iba a ser
su compañera para toda la vida mientras grababa su disco de debut, Greetings from Ashbury Park. Sintiendo
que su música derivaba hacia un lugar con mucho más soul, un extraño cruce
entre James Brown y Bob Dylan,
decidió que su Les Paul ya no era adecuada para ello, así que siguiendo el
ejemplo de algunos de sus guitarristas favoritos como Steve Cropper, James Burton o Jeff Beck, el de Nueva Jersey se
decidió por una Telecaster. Claro que la suya iba a ser un modelo muy especial,
compuesto de partes de varias guitarras, teniendo el cuerpo de una Telecaster y
el mástil de una Esquire de 1952. Le costó 185 dólares, hoy está valorada en
cerca de cinco millones. Posiblemente no haya una guitarra eléctrica y un
artista tan unidos el uno al otro como estos dos.
Sin ser un guitarrista especialmente técnico,
Springsteen es puro fuego y pasión, sabiendo como redondear una canción como se
puede ver en los solos de Backstreets
o Jungleland, aunque Clemons es el
gran solista de la banda. Pero Springsteen aporta dinamita como guitarra
rítmico, como se puede comprobar en las 11 pistas que grabó para Born To Run (alguna de ellas pasadas por
un Fender Bassman del 59), demostrando un perfeccionismo maniático a la hora de
grabar. Como si fuera un director de orquesta Springsteen fue dirigiendo nota
por nota cada interpretación de su banda. Una E Street Band que grabó la
canción titular con Ernest ‘Boom’ Carter
a la batería y David Sancious en los
teclados, y en la que se emplearon ¡seis meses! en su grabación. Tras su marcha
fueron sustituidos en el resto del disco por los icónicos Max Weinberg, a la batería, y Roy
Bittan, a las teclas, que también tuvieron que aguantar las maratonianas
sesiones de grabación, hasta que Springsteen daba con el arreglo adecuado. Bittan
fue otra de las piezas claves, y es que Springsteen no compuso las canciones
del disco en su Telecaster sino en el piano, todas ellas con introducciones que
Bittan llevó un paso más allá, aportando un aspecto teatral o cinematográfico para
esas miniepopeyas imbuidas de épica con las que Springsteen conquistó la
gloria.
Y es que ante la encrucijada de su vida
Springsteen respondió pisando el acelerador y no mirando atrás por el
retrovisor ni una sola vez. Con Born To
Run entregó el DISCO con mayúsculas sobre el que se construyó el resto de
su increíble carrera.