The Dark Side of the Moon
Pink Floyd
Lo de la edición especial en vinilo “superpesado
de 180 gramos” con poster incluido es una mera excusa para reseñar otro de esos
discos que han marcado más que una época. Hace 40 años las cosas funcionaban
más por el método del ensayo y error, por la pura inspiración, que por tener
conciencia de lo que se estaba haciendo. Y más que el LSD, lo que había era
mucho trabajo bajo la obsesión por el perfeccionismo, incompatible con unas
manos temblorosas. Lo de la psicodelia era sobre todo una tapadera, una pose. The
Dark Side of The Moon es un buen ejemplo de preparación con su
presentación en directo –y más de una vez- antes de meterse en el estudio de
grabación.
Era el octavo álbum de la banda y David Gilmour y sus colegas eran ya una
leyenda. Sus discos conceptuales y la genialidad de todos sus miembros lo ponía
difícil para destacar, digamos, a lo Clapton en la lista de los mejores
guitarristas del rock. Su
personalidad también contribuía a ello, lo que no impedía que su influencia
fuese en aumento especialmente por implementar en su instrumento los constantes
avances que empezaba a proporcionar la electrónica. Y más con un productor como
Alan Parsons.
Como curiosidad, en la crítica que publicó Rolling Stone en mayo de 1973 se le
reprochaba su voz “débil y mediocre” y en concreto que se hubiese atrevido a
cantar en The Great Gig in the Sky.
El autor incluso afirma que el tema no debería haber sido incluido en el disco
o como mínimo recortado. A pesar de ello, desde entonces se calcula que La Cara Oculta de la Luna ha vendido 45
millones de copias (Billboard dixit). Las letras de Roger Waters serán geniales, pero no ha
sido la garganta de Gilmour
precisamente lo que lo convierte en una de las maravillas del siglo XX.
Una obra tan conocida que se sabe hasta lo que
cobró la vocalista Clare Torry -30
dólares de entonces- por su toque mágico nos exime de entrar en demasiados
detalles. Basta con reseñar para los lectores de Guitar Exchange la obligación de tener grabado en la memoria al
menos el solo de Gilmour en Money,
un punto de inflexión en lo forma de tocar y escuchar una guitarra eléctrica en
la era de los sintetizadores.
El discreto Gilmour, sin embargo, quedó enterrado bajo el ego y el talento de
monstruos como Roger Waters, Rick Wright y Alan Parsons, los ‘padres’ del invento de cara al público y su
trabajo no ha sido realmente reconocido hasta la actualidad con su intento de
mantener abierto el grifo del ‘fluido rosa’.